Un campamento de inglés echa el primer día a una niña con necesidades especiales

La empresa organizadora alega que la niña necesitaba más atención de la que les habían dicho
Los padres avisaron previamente del retraso madurativo de la menor
Sus compañeras de habitación se habían quejado
Cada vez que suena el teléfono de Carolina, Inés, su hija de 11 años, empieza a llorar. No quiero volver a oír la historia que su madre cuenta una y otra vez en cada llamada. Inés solo ha podido quedarse un día en el campamento de inglés. Iba a estar dos semanas compartiendo estancia y vivencias con niños de 7 a 12 años, en Aldeaduero (Salamanca). Pero "le invitaron a irse", dicen sus padres. El motivo no está claro. O sí. Según denuncian fue "un evidente caso de bullying por parte no solo de las madres/niñas sino también de la coordinación del campamento"
El campamento lo niega. Aseguran que todo se ha sacado de contexto. Han emitido un comunicado explicando su versión.
Inés tiene un retraso madurativo con una discapacidad del 33% . Habla bien, y entiende todo. Solo necesita que le expliquen las cosas con un poco más de atención, insiste su madre. Unas características que explicaron al centro antes de hacer la matricula y pagar los 1.600 euros que cuesta las dos semanas de estancia. "Nos contestaron que no había problema", aclara su madre en un susurro. Pero Inés no tuvo tiempo de integrase.

Llegó el viernes a Salamanca. Poco después, a las once de la noche, la coordinadora llamaba a sus padres. La menor compartía habitación con dos niñas y, según les contaron, sus madres se habían quejado porque estaban con una "discapacitada". Habían acordado con la empresa no decir a los otros niños que Inés tenía retraso. La monitora no les hizo caso y así empezaron 24 horas de" infierno" para Carolina. "No pude pegar ojo", dice. Al día siguiente y, tras varias conversaciones por teléfono, acabaron por reconocer que "las niñas que compartían con su hija eran amigas y que durante todo el año tenían que convivir con niños de necesidades especiales en el colegio. En verano se merecían disfrutar".
Responsables de la empresa organizadora insisten en que ese no fue el motivo. Aseguran que Inés necesita más atención de lo que esperaban. La solución que ofrecieron fue trasladarla a otra habitación con un monitor. Una propuesta que no convenció a los padres de la pequeña. Fue entonces cuando, dicen, les invitaron a llevársela. El último disgusto les llegó al hacer la maleta: "Sus queridas y encantadoras compañeras solo le habían dejado la balda inferior de la zona de los zapatos para dejar toda su ropa".
Ahora Inés está con sus abuelos en Barcelona. Cree que todo ha pasado por su culpa, según cuenta su tía en redes sociales.

Desde la empresa informan que les van a devolver los 1.600 euros que habían pagado por el curso. Devolver la sonrisa a Inés costará un poco más.
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