Un centenar de estudiantes de Wuhan viven confinados en un albergue en Girona

Viven aislados en plena naturaleza ante el miedo al contagio de sus padres
El alojamiento ha adoptado estrictas medidas de seguridad importadas de China
Son estudiantes de Wuhan que estudian en Barcelona. Desde hace más de 40 días, viven confinados en un albergue en Girona, cerca del Pirineo catalán. Ninguno de ellos visitó a sus familiares por Navidad ni por el Año Nuevo chino. Llegaron en septiembre pasado, pero han mantenido una cuarentena estricta para evitar el contagio.
Los chavales forman parte de un programa intercultural de educación y deporte por el que pasan 10 meses escolarizados en Barcelona, que combinan con entrenamientos de fútbol. Algunos ya llevan 5 años escolarizados en la capital catalana. "Los padres se asustaron con las noticias que les llegaban de España", explica Jordi Córdoba, director de Nama Sports, la empresa organizadora del programa: "Ellos han sufrido el Covid-19 y su preocupación era máxima cuando veían que sus hijos compartían espacios comunes en las residencias con otros jóvenes y que las medidas de seguridad eran mínimas", explica Córdoba. Se confinaron pocos días antes de que el gobierno de Sánchez decretara el estado de alarma.
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La organización buscó varias opciones donde agrupar los chavales y eligieron este albergue de la comarca de la Garrotxa: "La principal razón es que estaba totalmente aislado en medio de la naturaleza, sin posibilidad de interactuar con otras personas", explica Córdoba.
Medidas de seguridad importadas de China
El albergue han tenido que extremar las medidas de seguridad: "El personal hemos vivido confinados con los chicos para no estar en contacto con el exterior. Les dejamos la comida en el comedor y salimos antes de que ellos entren para que tampoco tengan contacto con nosotros. Vamos con guantes y mascarillas y desinfectamos las instalaciones dos veces al día", explica Jordi Llompart, director del albergue, de algunas las medidas de seguridad que les han llegado de la ciudad china.
Los estudiantes y una decena de monitores viven en el albergue desde hace más de 40 días y no saben cuánto tiempo más estarán allí. El primer mes lo pasaron encerrados en sus habitaciones, apenas salian para comer por turnos: "Siempre llevan mascarilla, comen tres chicos en una mesa para 12 comensales y duermen un máximo de tres en habitaciones con varias literas", explica Córdoba. Reconoce que están aburridos, "ahora no pueden jugar al fútbol", explica, pero alaba lo bien que están cumpliendo con las normas sanitarias: "Los padres les han transmitido su preocupación. Ahora ya salen al jardín en grupos reducidos pero siempre mantienen la distancia de seguridad", explica el director del programa educativo.
Desde el albergue intentan hacer su estancia más pasajera: "Vamos adaptando el menú a sus gustos. No les entusiasman los cruasanes como pasa con los chavales que recibimos normalmente, en cambio les encantan los huevos y el picante ya desde primera hora de la mañana", comentan desde el alojamiento. Los educadores añaden que tampoco son amantes del pescado.
Futuro incierto
Su futuro es incierto. Los padres quieren que los estudiantes sean repatriados a su país. Desde la organización reconocen que no se fían de las medidas de seguridad dictaminadas por el Gobierno, demasiado laxas según ellos. Sin embargo, el cierre de las conexiones aéreas entre España y China hacen imposible su retorno a corto plazo: "Habrá que ver cómo evoluciona. China quiere repatriar a los dos millones de estudiantes que tiene en el extranjero pero las comunicaciones están cortadas y parece difícil. A nosotros nos preocupa que el 30 de junio caducan sus visas de estudiante. Veremos si se reabre el transporte aéreo o si el Gobierno les alarga el NIE, si no estarán como ilegales", comenta Córdoba.
El confinamiento de este centenar de estudiantes ha permitido al albergue mantener la actividad a medio gas, aunque han tenido que hacer un ERE a más de media plantilla porque ha perdido las reservas de mayo y junio. "En estas fechas tenemos 360 plazas ocupadas, ahora sólo son un centenar y porque hemos tenido suerte, pero no sabemos cuánto tiempo estarán aquí", explica el director del albergue. Confía en que a partir de julio pueda retomar parte de la actividad.