Confinados en el paraíso: atrapados por el coronavirus en un complejo de lujo en La Graciosa

Las dos parejas quedaron atrapadas en La Graciosa tras la aplicación del estado de alarma
Enzo y Fiorella son italianos y su vuelo fue cancelado dos veces. Mario y Rita no tienen fecha de vuelta todavía
Disfrutan de todas las comodidades de un complejo de alojamientos exclusivos
Enzo y Fiorella están confinados en el paraíso. Rita y Mario, también. Atrapados en un complejo de alojamientos exclusivos frente a una playa de arena blanca y rocas volcánicas. Los primeros, en un dúplex de dos terrazas con vistas al mar. Los segundos, en un coqueto apartamento con un precioso jardín para ellos solos. Están en La Graciosa, una pequeña isla canaria repleta de casitas encaladas y caminos de tierra. Aquí viven 700 personas. Ellos cuatro son los últimos turistas que quedan. Los que no pudieron salir a tiempo antes de que el Gobierno declarara el estado de alarma. Suena bien, ¿verdad? Pues todavía hay que añadir un ingrediente más. En esta isla, situada frente a Lanzarote, no ha habido ni un solo caso de coronavirus. Es territorio libre de la COVID-19.
Julieta Bicker es el quinto personaje de esta historia. Ella es la recepcionista del Evita Beach. La joven que, distancia de seguridad de por medio, se comunica diariamente con las parejas. Para ver si necesitan algo o tienen algún problema. “La verdad es que todos están encantados y muy agradecidos. Y sí, es como si estuviesen atrapados en el paraíso”, cuenta por teléfono a NIUS.
Los italianos enamorados de La Graciosa
La pareja italiana llegó a La Graciosa en enero. Enzo y Fiorella están jubilados y querían pasar lo peor del invierno en esta isla canaria. Tenían una estancia prevista de 48 días. El 11 de marzo debían regresar a casa pero la grave situación en su país se lo impidió. El vuelo fue cancelado y retrasado hasta el 11 de abril. Lo mismo ocurrió con este segundo viaje. La compañía lo ha programado ahora para el 2 de mayo. Si se marchan en esa fecha, habrán permanecido aquí cinco meses.
A Enzo y a Fiorella no les preocupa ese retraso. “Estamos felices de poder pasar en este lugar el confinamiento. Para nosotros más que un encierro esto son unas vacaciones”, explica este director de colegio ya jubilado. “Nuestras tres hijas en Italia nos dicen que, tal y como están las cosas allí, es una suerte que nos hayamos quedado aquí atrapados. En La Graciosa no hay casos de coronavirus y además estamos con todas las comodidades posibles. Lo que nos duele es lo mal que lo están pasando en nuestro país y en el resto de España. Es lo único por lo que estamos sufriendo” reconoce Fiorella.

Su dúplex tiene dos habitaciones, dos baños, un salón, una cocina y dos terrazas con vistas al mar. “El día a día de ellos aquí es el mejor posible”, explica la trabajadora del complejo. “Salen a comprar el pan por la mañana y a la farmacia. Ellos pueden cocinar pero también suelen pedir comida a un restaurante que reparte a domicilio. Si necesitan cualquier otra cosa, aquí estoy yo para echarles una mano. Además están tranquilos porque aquí va a ser casi imposible que se infecten”.
La pareja de la planta de abajo
Mario Fleitas y Rita Moreno ocupan uno de los apartamentos de la planta baja. Él atiende a NIUS por teléfono mientras pasea por un enorme jardín “de unos 50 metros, escuchando música y viendo el mar”. Es un espacio común que ahora utilizan solo ellos. “Esto es un dulce confinamiento. Hay veces que hasta me siento mal por lo bien que estamos”, asegura este hombre de 53 años.


Llegaron a La Graciosa el 9 de marzo y se iban a marchar dos semanas después. Tras decretarse el estado de alarma, su vuelo fue retrasado al día 29. Un viaje que también fue cancelado. Ahora lo tienen abierto, sin fecha. Podrían marcharse en cualquier momento pero no quieren hacerlo hasta que no se acabe el confinamiento. “No queremos correr riesgos. Tendríamos que coger un barco hasta Lanzarote. Un taxi al aeropuerto. Un vuelo hasta Las Palmas y después volver a casa. Demasiado riesgo. Preferimos seguir aquí”, asegura Mario.
Nuestro día empieza siempre desayunando en la terraza frente al mar
Su día a día comienza siempre de la misma manera. Desayunando en la terraza frente al mar. “Después yo salgo a caminar por el jardín, con el ruido de las olas de fondo. Más tarde me pongo a preparar la comida. Aquí se han portado muy bien y nos han regalado mucho pescado. Los fines de semana llamamos al restaurante y encargamos un arroz caldoso o una cazuela de pulpo. Lo dejan en la puerta y pagamos con el móvil. Por la tarde descansamos, vemos alguna serie o jugamos al bádminton. Después cenamos y así cada día. Somos unos afortunados”.
No les están cobrando los propietarios
El complejo de apartamentos en el que se encuentran estas dos parejas permanece abierto porque el estado de alarma así lo permite. El decreto establece que pueden seguir haciéndolo aquellos alojamientos de larga duración que estén adaptados para cumplir la cuarentena. Y el Evita Beach, lo está.

Los propietarios han decidido no cobrarles nada a las dos parejas. “Sólo han tenido que pagar las noches que tenían previsto quedarse. El resto, nada. Están aquí atrapados y encima no les vamos a cobrar”, explica Julieta Bicker, la recepcionista del complejo. “Estamos muy agradecidos por lo que están haciendo por nosotros” asegura Enzo. “Así es imposible cansarse de estar en el paraíso”, admite Mario.
Las dos parejas estaban ya enamoradas de esta isla. Ahora, mucho más. “Marcharnos de aquí sería una osadía”, explican Rita y su marido. “No podemos pensar en un sitio mejor para estar ahora mismo”, nos cuenta la pareja italiana. Es lo que tiene estar confinados en el paraíso.