Diez años de tortura permanente tras operarse de una hernia lumbar: “Me duele hasta respirar”


En el Día Mundial contra el Dolor, que se celebra este sábado, conocemos el caso de Javier, un joven cuya vida cambió radicalmente con 28 años
Un día sufrió un pinchazo en la espalda en el trabajo, decidió operarse y ahora sufre un dolor neuropático que ha convertido su vida en un calvario
Javier tiene 37 años. Desde hace diez no sabe lo que es pasar un día sin dolor. “Me duele al tragar e, incluso, al respirar. Esto es una tortura”, confiesa a NIUS. No puede salir de casa. Apenas es capaz de conciliar el sueño. La morfina ya ni le calma. Sus dolores en la espalda han convertido su vida en un suplicio.
Javier sufre dolor neuropático. Todo se desencadenó a raíz de una hernia lumbar que interfería en el nervio ciático. “Trabajaba en un puerto deportivo. Llevaba el mantenimiento. Un día, conectando una manguera en un pantalán, noté un pinchazo terrible en las lumbares. No me podía mover. Aguanté el resto de la jornada laboral como pude y en cuanto salí el dolor era tan insoportable que me fui a urgencias”, relata. Ahí comenzó su calvario. Meses yendo a trabajar con calambres insoportables en las piernas y tomando pastillas cada dos horas para poder aguantar. “Una mañana me levanté y me caí al suelo. No era capaz de caminar”, relata. “Los médicos me dijeron que o me operaba o me quedaba con una pierna inútil”, añade.
Con 28 años y toda una vida por delante, decidió entrar en el quirófano. “No me quería operar, pero no veía otra opción. Cada día empeoraba y no veía otra salida”, cuenta. Ahora, no hay día que no se arrepienta ni se torture por haber tomado aquella decisión. “Tenía padres de amigos que se habían operado y les había salido bien. Pero, en mi caso, no fue así. La operación salió mal”, comenta.
Tan mal que tuvo que entrar en quirófano tres veces más. Después de aquello, se pasó dos años encamado. “Iba al baño con un andador y no podía ducharme. Casi ni podía coger un vaso de agua”, comenta. Visitó a más de veinte especialistas y estuvo en una clínica de rehabilitación. Ninguna terapia calmaba su dolor. “Era como si me disparasen a bocajarro, como si me cortasen con un serrucho”, confiesa.
Un dolor "que le llega hasta el alma"
Javier tiene una discapacidad reconocida del 48% y una incapacidad absoluta vitalicia. El relato de cómo es su día a día es durísimo. “Cada día que empieza me pregunto: ¿Qué voy a hacer para poder sobrellevar el día de hoy?”. Vive encerrado en casa, tratando de hacer los menores movimientos posibles. “El simple gesto de estirarme para coger unas gafas o cualquier cosa que no pese me es imposible porque el dolor en las lumbares y los oblicuos me llega hasta el alma. Muchas veces tengo que apoyar las manos en las cosas y moverme como si fuera reptando”, cuenta.
“Por las noches ni siquiera logro descansar. A veces me apoyo sobre una pared, en una esquina, o en el sofá y espero hasta que el cansancio y la medicación puedan más que el dolor”, relata. Sin embargo, asegura que ya ni la morfina es capaz de aliviarle. “Mi única obligación en el día es ducharme. Desde que me levanto tengo que buscar mis diez mejores minutos del día para hacer esa tarea. Es la única independencia que me queda”, cuenta. Su pareja, su luz diaria, es quien le ayuda en todo lo demás.
Actualmente, Javier se aferra a una esperanza. A la que le ha proporcionado la Asociación Española de Pacientes con Dolor Neuropático (www.pacientesatm.com). La conoció cuando ya tenía las cuatro cirugías encima. “Cirugías que nunca debí realizarme”, repite constantemente. Se puso en manos de sus especialistas y, desde hace un año y medio, se está sometiendo a un tratamiento que le ha hecho experimentar una ligera mejoría. “Me han explicado por qué tengo tanto dolor. Me han dicho que tengo una fibrosis postquirúrgica que me está tocando varios nervios. Están tratando de eliminarla a través de una terapia a la que acudo cada seis meses”, explica.
El dolor neuropático afecta a cerca de tres millones de personas en España
El dolor neuropático afecta a un 8% de la población europea y se describe como un dolor intenso, insoportable y lacerante. Según la Asociación Española de Pacientes con Dolor Neuropático, en España se estima que cerca de tres millones de personas sufren este tipo de dolor, condicionando la vida profesional y social del 85% de los pacientes que lo sufren. Se calcula, además, que un 44% de los pacientes afectados por dolor neuropático pueden llegar a sufrir una depresión si no encuentran un tratamiento eficaz.
Esta entidad, nacida en 2006, está formada por 23 expertos que tratan de ayudar de forma voluntaria a pacientes con dolores neuropáticos, estudiando cada caso de forma individualizada. “La cirugía debe ser siempre la última opción. Muchas veces se puede arreglar la dolencia con otras técnicas menos invasivas”, comenta a NIUS María Huerta, una de las voluntarias. Ella, en el pasado, sufrió dolor neuropático tras someterse a una cirugía de ATM.
En el día Mundial contra el Dolor desde asociaciones como esta quieren dar luz a los enfermos. "Tienen que saber que puede existir una salida. A veces hay tratamientos que pueden aliviar el sufrimiento", concluye.