Cinco días viviendo como sus abuelos: la aventura de unos escolares en una aldea de Ourense

Diez alumnos de un colegio gallego experimentaron lo que es estar sin agua corriente, baño ni ningún tipo de tecnología
La actividad la ideó un centro público de A Pobra de Trives (Ourense): “Queríamos hacer algo que conectase a los niños con sus abuelos”
Aprendieron a ordeñar, a cocer pan y a elaborar sus propios alimentos, de la misma manera que se hacía en los años 50
Les propusieron un reto: volver a la época de sus abuelos, viajar en el tiempo para vivir como lo hacían ellos. Eso incluía, por supuesto, olvidarse de los teléfonos móviles y, también, de todas las comodidades del mundo actual. Se irían a una remota aldea de Ourense para vivir en dos casas antiguas. No tendrían baño, ni televisión, ni calefacción ni, tampoco, agua corriente. Por supuesto, tampoco nada de bollería ni comida industrial. El campo y los animales les proporcionarían los víveres durante su estancia. Y aceptaron.
No era la propuesta de un programa de televisión, sino el proyecto educativo que un colegio de A Pobra de Trives (Ourense) planteó a sus alumnos. Diez estudiantes de edades comprendidas entre los seis y los once años se apuntaron y se trasladaron, durante cinco días, a una pequeña aldea del municipio vecino de Chandrexa de Queixa. “Queríamos hacer una experiencia innovadora, algo que conectase a los niños con sus abuelos y que les hiciera valorar todo lo que tienen”, cuenta a NIUS María Lamelas, directora del CEIP Manuel Bermúdez Couso.
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Los profesores contaron con la colaboración de dos madres y un padre que se prestaron para vivir la aventura. Y no pudo ser más enriquecedora. Aprendieron a ordeñar. Esa era la única manera de tener leche para poder desayunar. Recogieron leña para hacer fuego y calentar la comida y la casa. Hicieron pan, como se hacía antes en los pueblos. Fueron a la fuente a recoger el agua y lavar la ropa. Hicieron la matanza e, incluso, elaboraron chorizos. “No tuvimos una ducha caliente en cinco días, pero los niños estaban felices”, cuenta la directora de este centro.
“No tuvimos una ducha caliente en cinco días, pero los niños estaban felices”
Quisieron reflejar la vida de la España de los años 50 con tanto detalle que, antes de marcharse, recabaron testimonios de sus abuelos. Ellos fueron los que les contaron cómo era la vida, cómo estudiaban, cómo jugaban y cómo se alimentaban en aquella época. “Se alimentaron a base de caldo, de castañas, de carne cocida, de maíz, de huevos e hicimos empanada, bollos preñados... el cambio en la comida fue una de las cosas que más les llamó la atención”, asegura María.
También estudiaron. Pero como lo hacían entonces. Mucho cálculo matemático, caligrafía, costura y también historia. Jugaron a la billarda, al aro y construyeron sus propios juguetes utilizando, por ejemplo, mazorcas de maíz. “Es increíble la creatividad que tienen y nosotros se la estamos anulando. Les damos todo hecho y no les damos la oportunidad de crear”, explica.

Recuperar la comunicación en las familias
Desde el centro reconocen que organizar este novedoso proyecto educativo fue costoso pero, también, muy gratificante. Uno de los objetivos era enseñarles que hay que recuperar la comunicación en las familias. “La sociedad ha cambiado tanto que ahora nos sentamos en una mesa y, en vez de hablar, estamos mirando los móviles. Vivimos estresados, agobiados, rodeados de tecnología…”, explica.
Otra de las cosas que les llamó la atención es cómo vivían las familias entonces, con varios hermanos durmiendo en una misma habitación. “Ahora los niños son muy individualistas porque muchos no tienen hermanos, como mucho tienen uno. Entonces dormir todos en un mismo cuarto, escuchar todos juntos historias por las noches… Hasta trajimos a una abuela que les contaba cuentos”, asegura.
Paradójicamente, a estos diez alumnos dejar la escuela durante cinco días les ha servido para aprender más de lo que habrían aprendido en los libros.