El homenaje a Liso, el conserje de un colegio gallego, por su jubilación: “Me quedé sin lágrimas de tanto cariño”


Ha trabajado durante casi 30 años en un colegio de Carballo (A Coruña) y su carácter afable ha dejado huella en generaciones de alumnos
Los 800 alumnos del centro y los profesores decidieron hacerle un pasillo de honor para despedirse de él y demostrarle su cariño
Hay pocas personas en Carballo (A Coruña) que no conozcan a Liso. Durante 27 años ha sido el ‘alma mater’ del principal colegio de la localidad y uno de los más grandes de Galicia. Trabajaba como conserje. Pero, para muchos, Liso era mucho más. Ejercía de psicólogo siempre que había algún problema. De médico cuando algún niño se hacía alguna herida. También, de taxista cuando alguien perdía el autobús. Incluso, de crítico musical en los ensayos de las funciones escolares. Liso hacía, en definitiva, mucho más de lo que le correspondía.
Por eso, su despedida por jubilación no podía ser una más. Había que prepararle algo especial, a su altura. En su penúltimo día laboral, alumnos y profesores se compincharon. Pactaron una hora, salieron todos de las clases y se organizaron para hacerle un pasillo de honor. Todo, sin que él se enterase. “La verdad es que fue algo precioso. Me quedé sin lágrimas de tanto cariño. Si me pongo a recordarlo, lloro otra vez”, confiesa Liso a NIUS.
Guiado por Fernando, el director del centro, Liso recorrió por última vez todos los pasillos que mil veces transitó. Para cambiar bombillas, para hacer arreglos, para repartir periódicos, para abrir las puertas. Esta vez, en esos corredores estaban los 800 alumnos de colegio. Algunos sostenían pancartas y cartulinas con mensajes de afecto. Todos le aplaudían y le cantaban “Liso cha, cha, cha”, una canción que hace quince años le dedicaron unos alumnos y que se ha ido trasladando de generación en generación.
Tardó en hacer el recorrido unos cinco minutos. Cinco minutos de lágrimas de felicidad.
El conserje que hacía el pino
Que Liso sea tan querido por todos no es casualidad. Él mismo reconoce que se apuntaba a lo que tocase. “Si tocaba bailar, se bailaba. Si tocaba saltar, se saltaba. Incluso un día, cuando era más joven, me atreví a hacer el pino. ¿Sabes? Como hacen los niños, poniendo las manos en el suelo y los pies contra la pared”, explica a NIUS.
Su carácter divertido y amable con los niños, no estaba reñido con el trabajo y la responsabilidad. “Todos lo veíamos como la persona que resolvía los problemas. Lo vamos a echar mucho de menos y va a ser difícil entender el colegio sin él. Su entrega ha dejado huella”, afirma Fernando, el director del CEIP Fogar de Carballo.
Liso llegó a este colegio gallego con 38 años. Antes de conserje había trabajado en Suiza, en el sector de la construcción y en un hospital. “Mi primera época como conserje fue complicada. No conocía las llaves y no estaban rotuladas, como están ahora. ¿Tú sabes lo que es probar las llaves una a una para lograr abrir las cerraduras?”, pregunta. Por eso, se ha puesto a disposición de su sucesor para explicarle todo lo que sea necesario cuando se incorpore al puesto.
Ahora se marcha a descansar y a disfrutar de su familia con la satisfacción del deber cumplido. “Sé que no soy perfecto, pero siempre intenté actuar de buena fe con todos los niños”, explica. Y en muchos de ellos, sabe que ha dejado huella para siempre. “Me paran por la calle, me pitan los padres con el coche… No soy famoso, pero a veces lo parezco”, bromea.