Míriam Tirado, experta en crianza consciente: "Es hora de cambiar, el 'porque lo digo yo' no funciona"


La consultora, periodista y escritora, confirma el creciente interés social por una nueva forma de educar a niños y niñas
Un nuevo paradigma de crianza basado en el respeto y el aprendizaje mutuo
En su último libro, 'El círculo', trata el conflicto como algo natural e inherente a la vida: "Es una oportunidad para crecer y aprender a relacionarnos"
Tú te callas o Porque lo digo yo son frases que la mayoría hemos escuchado de niños y que repetimos a nuestros hijos cuando somos adultos. Forma parte de la crianza tradicional, la que hemos aprendido durante siglos y de la que cuesta desprenderse; pero cada vez son más los padres que apuestan por otra forma de relacionarse con sus hijos, desde el respeto y el aprendizaje mutuo.
"Es una crianza donde vemos al niño o a la niña como una persona y por lo tanto digna de respeto", explica Míriam Tirado, consultora de crianza consciente. "Si no cruzamos líneas rojas con otras personas, con un amigo, con un jefe, con una pareja... ¿Por qué sí las cruzamos con nuestros hijos, que teóricamente son lo que más amamos en este mundo?", añade. ¿Por qué les castigamos, gritamos, amenazamos?...
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Míriam Tirado lleva años acompañando a mujeres y hombres, ayudándoles a conectar con sus hijos. Por el camino ha publicado cuatro libros dirigidos a adultos y ocho para niños. En el último, El círculo (Carambuco), habla de cómo resolver los conflictos que aparecen en la escuela. En total, casi 200.000 ejemplares vendidos que demuestran el creciente interés por esta nueva forma de educar.
Pregunta. ¿Qué es la crianza consciente?
Respuesta. La crianza consciente es el nuevo paradigma de crianza. Venimos de un paradigma tradicional donde la relación padres e hijos ha sido siempre desde un lugar de jerarquía, adultocéntrico: yo soy el centro, que soy el adulto, y el que hace las cosas mal, se equivoca o me hace enfadar es siempre el niño. En ese tipo de educación es el menor el que tiene que aprender a crecer y no el adulto. En la crianza tradicional el adulto no se cuestiona mucho y es normalmente autoritario, utiliza el "porque lo digo yo, el yo soy siempre el que tiene la razón y a quien tienes que escuchar". Este modelo tradicional de paternidad ejerce una presión excesiva en los niños, robándoles su confianza y autonomía.
En el paradigma de la crianza consciente antes de intentar que los niños se amolden a lo que queremos y esperamos de ellos, el verdadero trabajo de los padres y educadores es transformarse a sí mismos.
P. ¿Y cómo se hace esto?
R. Pues arremangándose y poniéndose a trabajar. Siendo conscientes de nuestras carencias, de nuestras heridas, de las cosas que nos cuestan. Porque una vez que sé de dónde vengo y dónde estoy es más fácil llevar a cabo una crianza más respetuosa y conectada con mi hijo o mi hija. Me trabajo, me reviso, me cuestiono e intento cambiar.
Por ejemplo, si mi hijo lleva fatal la rabia, cómo le voy a acompañar de una forma asertiva y respetuosa si yo no sé gestionar mi rabia, es imposible. Entonces la base es la conciencia. La conciencia de cuáles son mis dificultades, cuáles son mis carencias, en qué tengo que mejorar... Y hacerlo, currárselo, para de esta forma poder ofrecer un mejor acompañamiento a nuestros hijos desde un lugar adulto. Si no, los acompañaremos desde el niño que fuimos, que ya no sabía en su momento gestionar sus emociones, y que ahora de adulto sigue sin saber hacerlo. Eso nos lleva a un callejón sin salida de acción-reacción muy perjudicial. El niño hace A y yo hago B como reacción, acción-reacción todo el rato, de una forma muy poco consciente, reflexiva, conectada y respetuosa.
P. La teoría es fácil, pero luego llevarla a la práctica es bien complicado...
R. Sí, el día a día es duro. Podemos racionalizar las cosas y comprenderlas, pero luego llevarlas a la práctica se torna a veces complicado, pero por la misma razón que te decía antes, porque no nos hemos trabajado lo suficiente, porque no hemos resuelto cosas de nuestras infancias que todavía nos están afectando al presente.
Un ejemplo práctico. Le digo a mi hijo dos veces que se ponga la chaqueta y no me hace caso. Hay personas que automáticamente pierde los papeles porque se sienten ninguneadas, no tenidas en cuenta, pero esa no es una sensación nueva que tengan ahora con su hijo, es una sensación que a lo mejor ya tenían hace mogollón de años en su infancia, en casa, en el cole, mientras crecían, y el hecho de que eso se vuelva a manifestar en relación con su hijo, a quien tanto aman y a quien cuidan, les hace disparar todas las alarmas. Pierden los papeles y no pueden comprender que su hijo pequeño de 4 años está viviendo totalmente en el presente. Que la primera vez que le ha dicho ponte la chaqueta no le ha escuchado porque estaba jugando con el Lego, y que a la segunda vez el niño ha pensado, bueno, yo es que no tengo frío, estoy en casa, aquí no hace frío, no me quiero poner la chaqueta. No es que le haya ninguneado, es que vive en otra dimensión, por falta de madurez, porque vive en el presente, por un montón de motivos y el padre, sin embargo, ya está anticipándose al frío que hace afuera.
Qué es lo que pasa, que nos falta información de cómo es la infancia, de cómo son los niños y a eso se suma que no hemos todavía sanado lo que en nuestras infancias nos dolió. Entonces, cuando se nos vuelve a manifestar con nuestros hijos, nos sulfura y ahí toda la teoría que teníamos salta por los aires porque perdemos los papeles, pensamos... no, no, tú eso a mi no me lo vas a hacer.
P. ¿Y cómo luchamos contra esto en lo que es tan fácil caer?
R. Lo más importante es tener un compromiso muy claro, muy firme, de que los niños merecen respeto. Yo creo que si eso lo tenemos muy integrado la crianza se facilita. Desgraciadamente hay esta teoría muy extendida, que viene de lejos, de que en la infancia la letra con sangre entra, que es mejor un cachete a tiempo, que así no te toman el pelo, que ojito con los niños porque son crueles, etc. Hay todo este background que tenemos integrado de forma inconsciente que nos hace pensar mal de la infancia y que parece que da vía libre para saltar más de la cuenta. Como que se tolera el que no nos autocontrolemos. A ver, nuestro hijo es una persona que está en relación con nosotros y que merece tanto respeto como cualquier otra, entonces porque a él le faltamos el respeto tantas veces y le gritamos, le castigamos, le reñimos, le humillamos si hace falta.
P. ¿Y cómo le afecta esto a los niños?
R. Sabemos que la falta de respeto hacia la infancia tiene consecuencias a corto, a medio y largo plazo, en su autoestima, en su modo de crecer y de sentirse seguros en el mundo en el que habitan. Durante siglos ha habido una forma de hacer las cosas con los niños que no se ha cuestionado. Ha habido unas crianzas muy poco respetuosas, que no han sido ni asertivas, ni conectadas con las necesidades de la infancia, con la madurez de los niños en cada etapa. Pero ahora, con toda la información que tenemos sobre cómo funciona el cerebro de los pequeños, su forma de aprender, de madurar... no podemos seguir así, es hora de cambiar, sabemos que el porque lo digo yo no funciona.
P. ¿Y crees que este cambio ha empezado ya socialmente?
R. Se empezó a hablar de crianza consciente hace ya muchos años, pero así como un cambio que ya es muchísimo más palpable y que cada día abraza más gente, yo creo que ha sido en la última década, sobre todo en los últimos cinco años es cuando más se ha extendido. Aún así, sigue siendo la minoría. La gran mayoría de la población mundial está por la crianza tradicional todavía, porque los cambios profundos, en todo, no solamente a nivel de educación y de crianza, sino en todos los ámbitos, llevan mucho tiempo, llevan muchos años y se está en proceso, en camino.
P. Tus libros sobre crianza consciente están cerca ya de los 200.000 ejemplares, eso significa que algo está cambiando.
R. Claro, pero poco a poco. 200.000 personas son pocas si tienes en cuenta cuánta población hay en España criando a sus hijos y cuánta gente todavía usa los métodos antiguos, castigos, amenazas, etc... Pero sí es cierto que cada vez hay más interés en la crianza consciente. En mi consulta me encuentro a muchos padres que quieren saber, informarse, que tienen dudas de si esto va a funcionar, de si los niños no saldrán déspotas y tiranos. Todavía tenemos muchas creencias arraigadas que nos impiden relacionarnos con nuestros hijos de una forma más sana.
P. Entiendo que la crianza consciente es extensible también a la escuela, no solo a la familia
R. Por supuesto, atañe a todos los que lidian con niños y con los conflictos en los que ellos se ven envueltos. De hecho en mi último libro, El Círculo, la acción sucede en el colegio, porque es un entorno donde hay muchos conflictos, en el aula, en el patio... y muchas veces el adulto que acompaña allí está apagando fuegos continuamente, porque estos dos se han peleado, porque este le ha quitado no sé qué al otro... Tenía muchas ganas de hablar del conflicto desde otra perspectiva. Siempre vemos el conflicto como algo negativo y el conflicto es inherente a la vida y no es ni negativo ni positivo. Es una oportunidad para crecer y aprender a relacionarnos.
Si podemos ver el conflicto desde esta vertiente más positiva y más natural, lo abordaré desde un lugar muchísimo más asertivo, más conectado, sin sulfurarme. Y eso es lo que va a ayudar a mi hijo a poder resolver, a poder afrontar los propios conflictos que vayan surgiendo en su vida.
P. ¿Cuál es el mayor motivo de conflicto que enfrenta hoy a padres e hijos?
R. Pues va variando, pero el tema de los límites es una de las dificultades de las familias a día de hoy, también el de la gestión emocional. Cuando vemos en nuestros hijos emociones que tenemos registradas en nuestra cabeza como negativas, como la rabia, los celos, etc, muchas veces los adultos no sabemos qué hacer con eso e intentamos que desaparezcan cuanto antes, el problema es que nos equivocamos en las formas, gritamos, castigamos, amenazamos, reñimos... pero no vamos a la raíz del problema, así que igual conseguimos taparla o atenuarla, pero esa emoción sigue estando ahí. Para acabar con ella tiene que ser vista, comprendida, atendida y acompañada.
Estos dos flancos: límites y mal acompañamiento de emociones son temas recurrentes en casi todas las familias, y desde la pandemia se han incrementado las dificultades con las pantallas y con todo lo que conllevan. Esa necesidad de inmediatez, los problemas para gestionar cada uno su propia frustración, también la de los padres, la ansiedad...
P. ¿Crees que la pandemia ha cambiado las relaciones familiares?
R. Sí rotundo. Antes hacíamos muchísimas cosas con mucha gente y ahora los círculos se han reducido, por lo tanto han cambiado las dinámicas familiares, luego los confinamientos y las cuarentenas han tensado muchas situaciones. Los niños tienen que quedarse en casa, los padres tienen que trabajar y al final muchas veces se les da barra libre con las pantallas, de verdad que el uso de estos dispositivos tecnológicos ha aumentado mucho y ha cambiado las relaciones.
Por eso la educación consciente es aún más necesaria, hay que crear conexiones reales con nuestros hijos, relacionarnos de una manera más profunda con ellos, elevando nuestra conciencia como padres.