Fernando Trujillo, experto en educación: "Nuestro currículo escolar está pidiendo a gritos ser 'podado"


El autor de 'Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento' asegura que existe el riesgo de estar haciendo una semipresencialidad de saldo en secundaria, en la que se estén dando menos horas 'de facto'
Cuando allá por marzo se evidenció que la pandemia iba en serio, el Gobierno decidió cerrar todos los centros escolares. Las aulas se sutituyeron por pantallas de ordenador. En tiempo récord, alumnos y profesores tuvieron que adaptarse a un nuevo modelo de enseñanza telemática. La sacudida de la covid evidenció las grietas del sistema educativo español, que no estaba preparado para tal sobresalto. Muchos alumnos se quedaron atrás, incapaces de seguir el curso confinados en sus casas sin herramientas ni apoyos para salir adelante.
Este curso, las aulas han vuelto a abrirse pero nada volverá a ser cómo antes. Mascarillas, distancia social, confinamientos puntuales en caso de positivos entre los alumnos marcan el día a día de los centros educativos. Fernando Trujillo (Algeciras, 1971), profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Granada ha coordinado el libro 'Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento' (Catarata), un manual de la spin off Conecta 13 de esta universidad, integrado por investigadores expertos en la innovación en el ámbito educativo, en la que se hacen una serie de propuestas útiles: desde metodologías de enseñanza hasta evaluación, pasando por organización de centros e infraestructuras. El prólogo corre a cargo del secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana.
Pregunta. Las autoridades han reconocido que quizás en marzo no habría que haber cerrado las aulas. El coste ha sido enorme. Se han dado cuenta de que muchos alumnos se desconectaron completamente del sistema educativo. ¿Qué le parece a usted?
Respuesta. Cuando se cierra la escuela el día 14 de marzo y se pide que el 16 se abra una nueva escuela a distancia que no existía ni estaba planificada, ni siquiera sabíamos qué niñas y niños tenían los recursos mínimos para acceder a la educación. No conocíamos el número exacto de los que quedaban fuera del sistema. No teníamos la información suficiente ni, por supuesto, la planificación oportuna para un cierre de esa de esa categoría. Mirarlo ahora de manera retrospectiva parece injusto porque en aquella época había cerrado Italia y estaban cerrando todas los grandes países en Europa y la OCDE, por lo que habría sido también muy criticado si no se hubiera cerrado aquí. La cuestión es que ahora sí tendríamos que tener ya la organización, la planificación y la información y me temo que si tuviéramos que cerrar la situación no ha cambiado mucho.
P. ¿Cómo valora lo que se hizo, esa transición de un modelo educativo presencial a uno a distancia?
R. Por parte del alumnado, el epicentro de todo esto, se hecho con mucha más naturalidad de lo que podríamos imaginar. Ha demostrado estar a la altura de las circunstancias y ha tirado de su propia competencia digital y ha desarrollado una autonomía y una capacidad para conectarse entre sí que es muy interesante. Aquí tendremos que ver qué parte de este alumnado se quedó fuera, porque nuestro sistema y nuestra sociedad son desiguales. En cuanto a las familias, la transición ha supuesto aquí una enorme tensión. Las hemos convertido en familias-docentes. Muchas madres y padres han estado ayudando a sus hijos y sus hijas con tareas, con deberes, con conectividad, realizando grabaciones en vídeo, al mismo tiempo que mantenían su actividad profesional con teletrabajo o teniendo que salir de casa durante el confinamiento. La tensión ha sido doble en el caso de las familias que no tenían los recursos para atender a los nuevos requerimientos de esta escuela en la distancia. Familias que no podían ofrecer un teléfono, una tableta para conectarse y que veían cómo pasaban los días con sus hijos desconectados de la escuela.
P. Muchos profesores reconocen que se sintieron desbordados, acostumbrados a dar sus clases de manera presencial, lidiar con las nuevas tecnologías se les hizo un mundo.
R. Nuestro sistema es presencial no solo porque habitualmente lo hacemos así sino porque está diseñado para ser presencial y no teníamos ningún tipo de base o planificación para hacer esa transmisión. Entra dentro de la lógica que muchos docentes se hayan visto desbordados. Aunque yo niego el discurso de que esta realidad haya encontrado a unos docentes sin formación o con poca competencia digital. Yo creo que los docentes han demostrado una gran versatilidad. Pasados el primer momento, se supo cómo reaccionar como ajustar los mecanismos. Tenemos que entender que cuando el día 13 se cerró la escuela no había plataformas de enseñanza. Los docentes no tienen equipamientos tecnológicos más que el que tenga cada uno en su casa a título personal. No había una organización por parte de la Administración ni siquiera mínima para saber cómo hacer esta docencia a distancia. Las palabras claves por parte de los docentes serían esfuerzo, responsabilidad y versatilidad. Han intentado estar a la altura de las circunstancias.
P. Y la Administración, ¿estuvo a la altura?
R. Por parte de la Administración ha habido una tremenda desorganización: ha respondido tarde y en muchas ocasiones mal. La última toma de decisiones por parte de la Administración a finales de agosto y principios de septiembre es una evidencia de que se ha llegado tarde. A principios de septiembre no se pueden tomar decisiones de calado, a esas alturas el curso ya tiene que estar perfectamente programado.
P. El hecho de pasar de la enseñanza presencial a la telemática supone un cambio en todo. No se puede enseñar como se hacía antes. También hay que cambiar la mentalidad. ¿Han sabido cambiarla los profesores?
R. Si lo llevamos al extremo, son dos profesiones distintas. El educador presencial y el educador virtual despliegan estrategias, recursos y mecanismos de funcionamiento absolutamente distintos. En presencial, la mirada y el cuerpo son el fundamento de todo. Cuando tú estás dando clase en presencial y haces una explicación, tú te giras y, con muy poco esfuerzo, con la mirada ves quién ha comprendido y quién, no. Cuando tú das una explicación online, con los estudiantes con su cámara apagada por temas de confidencialidad, la mirada, el cuerpo no funciona. Hay que articular mecanismos distintos. Mecanismos que evidentemente requieren formación y práctica y nada de esto estaba articulado. El mejor ejemplo lo estamos viendo en las universidades presenciales que están luchando como gatos panza arriba para no dejar la presencialidad porque saben muy bien que una universidad a distancia es un modelo diferente, que articula procedimientos educativos, didácticos radicalmente distintos que exigen al menos planificación, además de formación e inversión.
P. El problema es que en secundaria, donde los alumnos alternan clases presenciales y online, los profesores son los mismos para una modalidad y otra.
R. Claro, esa es la paradoja. Presuponer que alguien que está trabajando en presencial simplemente porque reciba la orden de que a partir de ahora tiene que trabajar en distancia va a poder ejecutarlo, es una simplificación. Lo que ocurre es que aquí quien comete el error no es el trabajador sino la Administración que cree que los procedimientos son los mismos. Quien ha simplificado, quien actuado con precipitación, quien ha minusvalorado la importancia de las inversiones, en todos los casos, ha sido la Administración.
P. ¿Cree que la covid ha servido para mostrar las grietas que tenía el sistema educativo antes de la covid?
R. Absolutamente. Escuchaba hace poco al pensador portugués Boaventura de Sousa Santos diciendo que el covid ha actuado como un gran pedagogo, que señala de manera inmisericorde todas las debilidades del sistema y lo ha hecho con mucha crudeza.
P. ¿Cuáles son estas debilidades?
R. Hay una debilidad obvia que es la desigualdad en el sistema y debajo de esta grieta enorme hemos encontrado un problema clarísimo de inversión en lo que podemos llamar inversiones intermedias. Tenemos buenos profesionales, razonablemente bien remunerados, pero no tenemos el número suficiente y no tienen los recursos suficientes. Han faltado durante el confinamiento plataformas de aprendizaje. Muchas administraciones han tenido que intervenir de urgencia para montar plataformas online. Los centros educativos no tenían dispositivos para préstamo, como ordenadores, tabletas… si eso hubiera existido, el día 13 de marzo, antes de cerrar la escuela, a los chicos y chicas que se hubiera detectado que tenían problemas, se les hubiera podido dar un equipo en préstamo, pero esos equipos no existían. Nuestro país cuando llegó la crisis del covid no había recuperado la tasa de inversión educativa que tenía en el año 2009. Nos hemos enfrentado a esta nueva crisis con una década perdida en inversión educativa.
P. El curso ha comenzado en septiembre marcado por las mascarillas, el distanciamiento social, los confinamientos puntuales cuando un alumno de una clase da positivo. ¿Se está haciendo bien?
R. Yo creo que está habiendo problemas, pero no están saliendo a la luz. El primer problema es que las reglas de juego convencionales en la escuela se cambian a finales de agosto tras la Conferencia Sectorial y esto implica que a principios de septiembre muchas consejerías envían nuevas órdenes y circulares a sus centros educativos cambiando el panorama. Con los alumnos más pequeños que están en clase, siempre juntos, todos los docentes estamos reconociendo que están siendo muy responsables. Pero tenemos el problema de los espacios, y el cómo hacer que se mantenga una distancia mínima en clase en todo momento. Nuestros centros no estaban preparados para que hubiera un metro y medio de distancia. Otro problema que está habiendo es la definición contacto estrecho, cómo se producen los contactos en los centros educativos. Las administraciones están diciendo que los centros se han convertido en espacios de bajo riesgo, pero yo la sensación que tengo y que me llega de muchos profesionales es que ese bajo riesgo se debe más a cómo se está definiendo el contacto y el contagio que a la realidad. Si un docente se contagia, su clase no se confina porque se entiende que ese docente no es un contacto estrecho con sus estudiantes. Se está minimizando la sensación de riesgo de los centros educativos. Hasta el momento la estrategia ha funcionado, pero con la subida de la curva de contagios y el cierre de las ventanas en invierno, esto podría ser un problema grande.
P. ¿Qué le parecen los desdobles en secundaria (con clases presenciales y no presenciales a turnos) y que en primaria la ratio se haya quedado en 20 alumnos? Puede ser una grandísima oportunidad para dar una enseñanza de calidad.
R. Tenemos al mismo tiempo una oportunidad y un riesgo. Oportunidad por el hecho de trabajar con menos alumnado e intentar personalizar el trabajo. Pero el riesgo es hacer una semipresencialidad de saldo, que el alumnado que esté en su casa esté más entretenido que educado. Pensar que por poner unas tareas ya se está haciendo una labor educativa análoga a la que se estaría haciendo en clase. El profesor que está dando una clase presencialmente no puede estar al mismo tiempo dándola virtualmente con otro grupo en su casa. Lo que está ocurriendo 'de facto' es que se han reducido el número de horas válidas de educación. Esto en cursos como segundo de bachillerato o cuarto de la ESO sería problemático.
P. Habla en el libro de la necesidad de 'podar' el currículum para adaptarlo a la nueva situación de los centros escolares.
R. La propia ministra reconoció durante el confinamiento que el currículo era excesivamente enciclopédico y que había que ajustarlo. Todo el que conozca una materia con física y química de tercero de la ESO sabe que hay que ejecutar una 'poda' porque es una materia imposible. Y como esta, muchas otras. Hay materias que no hay tiempo material para impartirlas. Esto no se puede confundir con bajar el nivel. Lo que yo digo es que prefiero trabajar con unos contenidos nucleares importantes en profundidad y bien asimilados a que hagamos una revisión acelerada de la historia de España en segundo de bachillerato y que al final los alumnos confundan la Transición con los procesos de liberalización del siglo XIX. Nuestro currículo está pidiendo a gritos ser 'podado'. Hay que ajustarlo a la realidad del tiempo que tiene un año académico, y hay materias donde esto es imposible.
P. En libro hacéis propuestas concretas de nuevas metodologías en tiempos de covid. Cuénteme alguna que le parezca buena.
R. Lo que nos dicen los docentes es que ha llegado el momento de implementar el aprendizaje a través de proyectos, de la investigación, que no excluye una buena lección magistral. Porque aprender es cuando un estudiante coge esa lección magistral y la incorpora en un proceso de investigación, de creación, de resolución de problemas. Esta situación conduce a ese tipo de planteamientos de manera bastante natural.
P. Entiendo que la forma de evaluar también cambiaría…
R. Sí, porque si les pides a tus estudiantes que hagan una investigación o resuelvan un problema de una situación de la vida real pero al final les pones un examen con una pregunta sobre la estructura del sistema productivo en España no hemos ganado nada. Con estos chicos que están en semipresenciabilidad no se puede pensar que cuando están en casa están estudiando y que cuando van al instituto es el momento de ponerles un examen. Tenemos en la punta de los dedos la oportunidad de evaluar de manera más compleja. Por ejemplo, proponerle a un estudiante que resuelva un problema, aplicando unos contenidos, que luego preparare un texto escrito, un vídeo, y después hacerle una pequeña entrevista para comprobar que ese trabajo lo ha hecho él, que es genuino, y que se ha seguido los procedimientos que se han explicado en clase.
P. ¿Qué le parece la decisión de que en una situación excepcional como esta se pueda contratar a docentes sin el máster de formación del profesorado porque se están agotando las bolsas de interinos?
R. Esta decisión que se ha tomado arrancado ya el curso y uno se pregunta cómo no se pudo prever. En algunas especialidades, no es un problema, ya que, por ejemplo, los licenciados en filologías tienen formación didáctica. Pero, en general, la noticia no es buena. Porque si tu coges a un licenciado en Biología y le pones a dar clases sin ningún tipo de formación nadie en su sano juicio puede apoyarlo. Pero es verdad que era perentorio hacer contrataciones… pero ¿nadie se había dado cuenta antes? ¿Qué tipo de gestión de recursos humanos es la que tenemos en Educación? Un ejemplo más de error de planificación.