Se jubila el profesor más veterano de España: "Si exigiera como antes, pocos alumnos aprobarían"

El salesiano Pablo Fernández Domingo, de 86 años, se ha pasado 66 años impartiendo clases de Filosofía
El docente acaba de jubilarse por un problema en la vista
A sus 86 años, el salesiano Pablo Fernández Domingo es el profesor más veterano de España. Más de 66 años impartiendo Filosofía a alumnos de Bachillerato. Los últimos 40, en el Colegio María Auxiliadora de Salamanca.
Licenciado en Magisterio, Psicología, Filosofía y Pedagogía, don Pablo, como le conocen todos sus alumnos, se retira ahora con cierto "vacío" después de que en agosto le detectasen un deterioro macular en el ojo izquierdo.
Pregunta. Como testigo directo, ¿cómo ha cambiado el alumnado en estos 66 años dando clases?
Respuesta. Los alumnos son en el fondo de la misma carne y de la misma sangre. Los hombres cambian poco, lo que cambian son las circunstancias que lo rodean. Ahora se pretende que los alumnos triunfen, que aprueben… Hay pánico a las estadísticas, a que se fuguen los alumnos, a que los colegios pierdan estudiantes... y eso hace que baje la exigencia y que el alumnado se adapte a la bajada de esa exigencia.
P. ¿También usted ha bajado la exigencia?
R. Sí, yo he tenido que adaptarme y bajarla. Si exigiera como antes, aprobarían muy pocos.
P. ¿También se ha perdido el respeto al profesor?
R. A mí, personalmente, no me han perdido el respeto los alumnos. Es verdad que son de Bachillerato y oigo que en otros niveles, como en la ESO, sí es más problemático.
P. Y ¿los valores?
R. En cuestión de valores, sí se notan cambios. Entre lo bueno y lo nuevo, con frecuencia se escoge lo nuevo y lo bueno se deja aparte. En cuanto algo es nuevo, parece que es el camino que hay que elegir. Son dos valores que entran en conflicto. Parece que si los chicos no van con el móvil, les falta algo. Ahora la amistad se construye a través de la tecnología en vez de con el contacto directo. Vas a un parque y te encuentras a un grupo de jóvenes cada uno con su móvil. Lo mismo ocurre en un restaurante con adultos. Al final lo que hay es soledad acompañada.
Entre lo bueno y lo nuevo, con frecuencia se escoge lo nuevo,y lo bueno se deja aparte
P. Pero en todo este tiempo, también usted se habrá tenido que adaptar a las nuevas tecnologías…
R. No hay más remedio que hacerlo, pero en la educación, lo fundamental no es eso.
P. ¿Qué ha sido lo mejor de estos 66 años dando clases?
R. Sin duda, el contacto con los alumnos, amarlos, ha sido lo fundamental en mi vida. Tener contacto y no amarlos hubiera sido algo vacío. Convivir con ellos es lo que más me ha llenado.
P. ¿Y lo peor?
R. Los disgustos. El último, a finales de curso pasado cuando en el colegio se pretendió quitar Historia de la Filosofía para sustituirla por una asignatura de Economía. Fue un disgustazo enorme para mí y para mis alumnos. Me parecía un disparate que se eliminara una materia tan formativa y esencial. Luché por ello y al final conseguí que se diera marcha atrás, que se remediara ese disparate.
Si se tiene miedo a los alumnos, pasará como con los perros, que adivinan quién les tiene miedo y atacan
P. ¿Alguna receta para alguien que se estrene como profesor?
R. No tener miedo. Si se tiene miedo a los alumnos o a fracasar, pasará como con los perros, que adivinan quién les tiene miedo y atacan. Los alumnos también detectan a los profesores que les tienen miedo. Hay que enseñar con entusiasmo y con cierto temblor, porque con el contacto con seres vivos, en una edad de trasformación, nunca se sabe lo que va a suceder. Se necesita cierto humor y preparar cada clase como si fuera la primera que se va a impartir. Además hay que dominar la materia y la forma de enseñarla.
P. Usted que ha sido profesor de Filosofía, ¿con cuál filósofo se identifica más?
R. Hay tantos... La personalidad de Sócrates es formidable. Dedicado de lleno a dialogar con las personas, tratándolas de hacerlas el mejor bien posible y de recapacitar. Sócrates prefirió la muerte antes que traicionar su deber.
P. Y usted, ¿cree que ha sido un buen profesor?
R. No soy yo quién para decirlo... Soy alérgico a los homenajes, pero en el que me hicieron hace unos días en el colegio, dos alumnas leyeron un texto en el que me decían que yo era uno de los mejores profesores que habían tenido. ¡Lo tomo como un piropo que obedece a ese momento de homenaje, claro!
P. Y ahora, ¿cómo se imagina su vida sin dar clases, después de toda una vida en la enseñanza?
R. Yo me parezco a esos pueblos del interior de España que se están quedando vacíos. Mi vida se queda ahora también un poco vacía. El contacto con chicos de 17 y 18 años era algo fundamental en mi vida y, aunque ahora pueda seguir viéndoles, no será lo mismo que darles clases. Estamos a la expectativa, pero puede que este vacío lo llene haciendo algún voluntariado.