Un edificio en obras en Murcia, el 'hogar' de medio centenar de inmigrantes durante el confinamiento

La alerta sanitaria ha dejado a estos inmigrantes procedentes de África sin opciones para ganarse la vida
La única ayuda que reciben procede de una ONG que les lleva comida a diario
Un edificio a medio construir en la pedanía murciana de El Palmar, recuerdo de la última crisis que golpeó a la economía, es el refugio que han encontrado medio centenar de inmigrantes sin papeles para confinarse ante la nueva crisis, esta vez sanitaria, que ha dejado al país entero recluido.
Sin ventanas, sin puertas y sin apenas paredes se las han ingeniado con telas y plásticos para establecer en esta estructura de hormigón, zonas donde comer, asearse y dormir sobre desvencijados colchones. "Se apañan como pueden, pero desde luego no tienen las condiciones necesarias para cumplir el aislamiento, alguno lleva mascarilla, pero tienen contacto entre ellos", explica uno de los miembros de la única ONG murciana que les proporciona comida. Cada día les hacen llegar un menú con comida caliente y alimentos básicos como leche, fruta o agua para que puedan subsistir.

Procedentes de países africanos como Marruecos, Argelia, Túnez, Senegal, El Congo o Camerún, la alerta sanitaria ha dejado a estos inmigrantes, sin las pocas opciones que tenían para obtener ingresos. "Tienen miedo de salir a la calle por si son sancionados o detenidos", aseguran desde la ONG. La mayoría de ellos han llegado a Murcia para trabajar como temporeros en el campo, pero las restricciones implantadas por el Gobierno para el traslado de la mano de obra, ha frenado la recogida en las plantaciones. "Están a la espera de ver si se abre un poco la mano y pueden empezar a trabajar recogiendo frutas y hortalizas", explican desde la ONG. De hecho, las asociaciones de agricultores de la Región de Murcia, entre otras, han reclamado en los últimos días la urgencia de empezar la recolección de los productos de primavera antes de que se pierdan las cosechas, para lo que tendrán que recurrir a estos inmigrantes, por la falta de trabajadores nacionales.
Pero mientras se abre esta posibilidad, tampoco pueden ganarse la vida recogiendo chatarra en los contenedores, como varios de ellos hacían, recorriendo las calles en sus bicicletas, ahora aparcadas. Además, con las ciudades vacías y las iglesias cerradas, no pueden ni siquiera conseguir las pequeñas limosnas con las que se pagaban la comida. A las dificultades para subsistir, se une otra preocupación para la mayoría de estos inmigrantes, las familias que dejaron en sus países de origen y que dependen del poco dinero que ellos puedan enviar para salir adelante.