Los jóvenes, señalados en la segunda ola, responden: “No todos hacemos lo mismo ni somos iguales”

Actitudes incívicas como botellones y fiestas ilegales han contribuido al auge del nuevo arreón de la pandemia
Andrea, Isabel, Óscar, Nuria y Paula, de entre 16 y 21 años, responden a estas acusaciones y explican cómo se adaptan a la ‘nueva normalidad’
El confinamiento ha empeorado la convivencia en familias con adolescentes: las malas contestaciones han aumentado un 30%
Fueron los protagonistas de las primeras polémicas con la llegada del verano y, desde entonces, no han dejado de ser estar en el centro de las críticas. El descontrol en las discotecas, donde la prohibición de no mezclarse con otros grupos y no bailar no era respetada, comportó su cierre y la celebración de botellones en playas y parques durante todo el verano. Después, el inicio del curso escolar ha dado paso a las fiestas universitarias, con brotes en residencias de estudiantes luego confinadas. Una y otra vez, los mismos: los jóvenes.
"Sí que es verdad que ha habido algunos botellones, pero no creo que sea justo que nos afecte a todos... Estamos siendo señalados y no me parece justo". Estas palabras de Andrea Lagé, una barcelonesa de 18 años, resumen el sentir de tantos jóvenes que no compran el discurso y que creen que se les está intentando culpar "desde el inicio de la pandemia", de hecho. "Nos intentaron achacar este rebrote por nuestra supuesta falta de consideración con el resto después de que permitieran abrir el ocio nocturno hasta las 3 de la mañana", según Andrea.
Asimismo, esta estudiante de Traducción e Interpretación en Barcelona trata de cumplir con las limitaciones de la 'nueva normalidad'. Como tantos otros, Andrea hace malabarismos para mantener el contacto con su círculo social: su grupo de amigos es mayor de seis personas, por lo que han recurrido a crear listas y turnos. Como Andrea, Nuria Puig también asegura privarse de "hacer muchas cosas" para no contribuir a propagar el coronavirus, algo que le lleva a lamentar el trato de gran parte de la sociedad: "Me da rabia que, por lo que hagan otras personas, nos juzguen a todos: no todos hacemos lo mismo ni somos iguales".
De hecho, muy pocos dudan de que las actividades prohibidas por las autoridades sanitarias supongan un riesgo claro a favor de la enfermedad. Sin haber alcanzado la mayoría de edad, Isabel Castejón así lo considera, pero insiste en que son "los más expuestos". "Mientras que nosotros tenemos que ir cada día al instituto o a participar en actividades extraescolares, los ancianos no porque no tienen tantas obligaciones fuera de casa, o mi madre, que es una persona de riesgo y no sale a trabajar", según Isabel.

"Me he privado de muchas cosas y me da rabia que, por lo que hagan otras personas, nos juzguen a todos" - Nuria
Todo ello comporta que los jóvenes sean "los que más" se saltan las normas, sostiene, aunque matiza que "nada justifica no llevar la mascarilla puesta porque pica o porque cuesta respirar: no hay excusa". En este sentido, lamenta que "la irresponsabilidad de otros está afectando a los que tal vez más se preocupan por el virus". Una idea que Óscar Virtus, de 21 años, comparte: "Saltarse las normas no tiene mucho sentido, la salud está en juego y no todo el mundo se da cuenta de ello".
Su mundo, también del revés por la pandemia
Óscar es un claro ejemplo de las dificultades que el coronavirus está comportando también a los jóvenes. Después de perder su trabajo en Barcelona "por culpa de la pandemia", está probando suerte en Madrid aunque, de momento, sin éxito porque "hay menos ofertas por la crisis económica por la covid-19": muchos locales han echado el cierre o reducido su personal por las limitaciones en el aforo en esta segunda ola. La preocupación es evidente en este barcelonés de 21 años: "No voy a estar perdiendo dinero en Madrid si realmente puedo estar con mi familia… La pandemia determinará si consigo trabajo o tengo que volver a Barcelona".

"No voy a estar perdiendo dinero en Madrid si realmente puedo estar con mi familia… La pandemia determinará si consigo trabajo o tengo que volver a Barcelona" - Óscar
Por su parte, muchos de los que han comenzado su vida universitaria este septiembre lo han hecho con un sabor agridulce. Igual que en el resto de ámbitos, la antigua normalidad aún no ha vuelto a los campus: Andrea no conoce todavía la vida social tan propia de esta etapa, para la que muchos es la mejor que han vivido. Además, después de sus primeras semanas de clase, el Govern de la Generalitat acordó con las universidades suspender las clases magistrales y volver a la modalidad 'online' para evitar la movilidad de la comunidad universitaria. Algo que lleva a Nuria a lamentar "estar pagando un piso para ir solo unos pocos días".
Los que sí que siguen estudiando de forma presencial son los estudiantes de bachillerato, con la mirada puesta en las Pruebas de Acceso a la Universidad, la Selectividad catalana. "Este segundo año lo he empezado igual de cansada que a final de curso", lamenta Cristina, que combina el instituto con sus estudios de piano en el conservatorio. "Que me tenga que lavar las manos cada vez que tengo que salir a la pizarra, que me repartan una fotocopia, que toque el piano… y si a esto le añades la preocupación por si tu abuela o tu sobrina recién nacida se contagian, o si tu hermano se ha quedado sin trabajo, y sin olvidar enfermedades habituales en muchas familias como la depresión… es mucho estrés", critica Cristina, quien cumple 18 años en unos días y no podrá celebrar ninguna fiesta.

"Este segundo año de bachillerato lo he empezado tan cansada que a final de curso" - Isabel
La convivencia, a peor por el confinamiento
Más allá de las diferencias en las historias de Andrea, Óscar, Cristina y Nuria, todos tienen algo en común: dos meses y medio de estricto confinamiento domiciliario con su familia. El tópico viene a decir que la convivencia con un adolescente no es fácil y las estadísticas indican que el aislamiento lo ha agravado.
El estudio 'Adolescentes, familias y covid-19' de Amalgama7 y Fundació Portal, tras entrevistado a 1.500 madres y padres de todo el país, revela que las malas contestaciones han aumentado un 30% durante el confinamiento (del 30,1% en tiempos ‘precovid’ al 58,3%). Asimismo, el 23,2% de los adolescentes que antes no contestaban mal a sus padres, ahora, han consolidado este comportamiento. Por todo ello, la mayoría de padres (el 60%) creen que les sería difícil ejercer su autoridad durante un segundo confinamiento domiciliario, por lo que temen que el clima familiar pueda empeorar.

"El confinamiento duró muchos meses y a todos nos ha afectado de una forma u otra, y eso se ha notado" - Andrea
Nuria vive con sus padres, su hermana y sus abuelos, "por suerte, en una casa grande, pero el confinamiento duró muchos meses y a todos nos ha afectado de una forma u otra, y eso se ha notado en la convivencia". Algo que constata Andrea desde su piso en Barcelona: "Al principio estábamos todos mucho más negativos y era todo mucho más complicado, pero ahora estamos bastante bien: sobre todo, desde que se empezó a relajar el confinamiento". Tal y como sostiene Paula Sánchez, de 16 años y d'Esplugues de Llobregat, para quien la convivencia no ha sido complicada, "peleas hay en todas las casas" y, en su caso "no hubo ninguna que causase problemas mayores: solo los típicos roces entre hermanos, ¡y más si estamos encerrados sin poder salir!".

"Tanto yo como mi hermano nos encerrábamos en nuestras habitaciones. Peleas hay en todas las casas, pero típicos roces entre hermanos, ¡y más encerrados sin poder salir!" - Andrea
Asimismo, ahora la convivencia también pasa por proteger a los demás, según Cristina. "Como voy al instituto, llego a casa y no puedo dar un abrazo ni besar a mi madre, a la hora de comer, me siento en la otra punta de la mesa, no puedo ver a mi sobrina, tampoco a mi abuela", lamenta esta adolescente, que asegura ducharse cada vez que llega del colegio o del conservatorio. "La verdad, lo ha complicado todo: la convivencia en casa, los nervios, la crisis… todo". No obstante, no en todas las familias ha pasado lo mismo y, en la relación de Óscar con los suyos, ha sido "todo lo contrario". "Pasé por una ruptura sentimental y, gracias al apoyo de mi padre y mi hermana, tuve mejor relación con ellos", afirma orgulloso desde Madrid.