Ni lujos, ni caprichos: la vida sigue igual en el bar de Vilalba que repartió 220 millones del Gordo hace dos años

A la familia que regenta el negocio le tocaron tres décimos, pero todos viven como antes: madrugando y sirviendo comidas
Entre la clientela tampoco se han visto grandes alardes: “Quien no tenía casa o coche se lo compró. Pero nada más”
El local se ha convertido en un lugar de peregrinación para comprar lotería y han acabado el número de este año en cuestión de días
Son las once de la mañana. En el Bar Cascudo de Vilalba (Lugo), la cocina funciona ya a pleno rendimiento. De menú hay caldo gallego y ternera asada. Llevan ya tres horas de jornada laboral. Abrieron la persiana a las ocho en punto, como todos los días, para servir los primeros cafés. Pero todavía les queda mucho trabajo por delante porque los clientes entran y salen hasta las once de la noche. Detrás de la barra están los de siempre: Pilar y sus dos hijos, David y Patricia. Han estado al pie del cañón desde el 22 de diciembre de 2017. Ese día, la suerte les sonrió. Pero, según dicen, la vida no les ha cambiado tanto. “Aquí todo sigue igual”, explican a NIUS.
Los tres resultaron agraciados con el Gordo de Navidad. Cada uno de ellos tenía un décimo del 71.198. En total, a la familia le tocó un millón doscientos mil euros. Pero el chaparrón de dinero que dejó ese número salpicó también a buena parte de la clientela. Porque solo en el bar se vendieron 55 series del primer premio. 550 décimos que repartieron 220 millones de euros.

Compraron dos coches e hicieron una reforma en el bar
Podrían haber cerrado el bar. Dedicarse a vivir la vida. A viajar. Pero esta familia humilde y trabajadora prefiere tener los pies en la tierra. “Seguimos madrugando, ofreciendo desayunos, comidas… Eso sí, despachamos mucho más contentos, sin agobios”, explica Pilar Ferreiro, la propietaria. Ella lleva un tiempo sin atender a los clientes por un problema de salud. Sus hijos son quienes llevan ahora el peso del negocio. “¿Qué vamos a hacer? ¿Vivir de rentas? Yo me retiraré pronto, pero a ellos todavía les queda mucha vida por delante. Esto te ayuda mucho, pero no te saca de trabajar”, explica.
El único capricho que se dieron fue ‘jubilar’ los coches viejos. “Mi hijo se compró uno y yo otro”, dice. Hicieron, además, una reforma en el establecimiento. “Cambiamos los baños e hicimos un comedor nuevo. Era una obra que ya teníamos prevista. Pero no es lo mismo hacerla pidiendo un crédito que con el dinero en la mano”, asegura.

Yo no veo a la gente loca, tirando el dinero”
El día que les tocó el Gordo, todo eran abrazos, besos y lágrimas de felicidad. Abrían botellas de champán a un ritmo frenético. Cantaban a coro, emulando a los niños de San Ildefonso, el número que les había alegrado la vida. Pero aquella locura inicial que envolvió a todos los vecinos de la aldea en la que está el Cascudo, terminó ahí. No se ven grandes extravagancias, aunque sí menos preocupación al llegar a final de mes.
“Yo a los clientes los veo igual. Todos siguen trabajando. Hay alguno que ha utilizado el dinero para montar un negocio, otros que han terminado de pagar las hipotecas. Quien no tenía casa o coche se lo compró. Pero nada más. No se ven grandes lujos”, explica Pilar.
Lo que sí reconoce es que ha aumentado el volumen de trabajo del bar, situado estratégicamente al lado de la vieja N-634 y de una entrada de la A-8. “Para más gente ahora que antes”, afirma. Les tocó la lotería por partida doble.

Un santuario en el que buscar la suerte
El sorteo de 2017 puso a este ayuntamiento de Lugo en el mapa de la suerte. El bar desde el que se hicieron conexiones en directo y crónicas para toda España se ha convertido en una especie de santuario, en un lugar de peregrinaje para compradores de lotería de todo el país.
Desde que el establecimiento abrió sus puertas en 1993 siempre han jugado números terminados en 8. Un año después del sorteo, en 2018, agotaron el número en una semana. Este año jugaron el 34.858 y ya es imposible conseguirlo. En solo quince días les quitaron los décimos de las manos. “Es una pasada, la gente se 'rebota' cuando le dices que ya no quedan”, explica Pilar.
Sabe que es muy difícil que la suerte vuelva a caer en su bar. Pero tampoco es imposible. “Todos los números tienen las mismas posibilidades. ¿Por qué no? Sería mucho, pero podría pasar”.