A bordo del ferry destino a Formentera: muchas precauciones para llegar sanos al 'paraíso'

El 25 de mayo se reanudó el trayecto en ferry entre Denia y Formentera. De momento, solo hay un barco diario de ida y vuelta tres veces a la semana
Las medidas de seguridad comienzan antes de subir a un barco equipado con mamparas de seguridad entre asientos y con capacidad reducida para garantizar la distancia social
Balearia es la primera compañía naviera que ha obtenido el certificado que acredita sus ferrys como espacios libres de Covid-19
Embarcarse en el ferry que parte desde el puerto de Denia rumbo a Formentera, suele ser sinónimo del inicio de unas vacaciones soñadas en una isla paradisíaca. Pero mientras llega la nueva normalidad, la realidad que viven los pasajeros nada tiene que ver con un viaje de placer.
Las diferencias se ven y se escuchan desde que se accede a la terminal.
El bullicio y las risas de los turistas cargados con sus maletas y sus mejores atuendos veraniegos, se ha transformado en el silencio de a penas un puñado de personas, todos con la mascarilla puesta, que se trasladan en su mayoría a Formentera por trabajo.

Entre el pasaje desentona un matrimonio con dos hijos pequeños y un joven de unos 30 años cargado con una gran maleta. Para él, el viaje sí es especial, por fin vuelve a casa después de casi 3 meses sin hacerlo. "El confinamiento me pilló en Alicante y me he tenido que quedar allí hasta que he podido coger el ferry. Después de tanto tiempo tengo muchas ganas de volver a ver a la familia", cuenta Jorge.
Desde que se retomó esta ruta el pasado 25 de mayo, el Ramón Llull solo realiza un trayecto de ida y otro de vuelta, tres días a la semana. "La media está siendo de medio centenar de pasajeros, hoy 53. Y el barco tiene una capacidad para 526 personas", explica Ángel Reyes, Jefe de Cabina del Ramón Llull.
Medidas de seguridad extremas
La naviera que opera el barco, Baleraria, es la primera del mundo que ha obtenido el certificado Bureau Veritas, que acredita sus ferrys como espacios libres de Covid-19.
Las medidas de seguridad para minimizar el riesgo de contagio empiezan antes incluso de acceder al barco. Lo primero es la toma de temperatura a cada uno de los pasajeros con un termómetro infrarrojo.

Una vez superado el primer filtro, el siguiente paso obligado es colocarse bajo un arco de desinfección por ozono para eliminar cualquier rastro del virus. "Tenemos que garantizar en la medida de lo posible que ninguna de las personas que sube al ferry está contagiada", explica el Jefe de Cabina. Además, se entrega a todos los pasajeros, un cuestionario de salud del Gobierno Balear en el que deben contestar a preguntas relacionadas con posibles síntomas relacionados con el Covid-19.
Con todos los requisitos cumplidos, entramos en una de las cabinas. Lo primero que llama la atención son las mamparas instaladas encima de cada uno de los asientos para aislar a cada pasajero, y los carteles de "Butaca no Disponible", colocados entre asiento y asiento para garantizar la distancia de seguridad.

Por si fuera poco, a cada paso hay un dispensador de gel hidroalcohólico y por supuesto, el uso de la mascarilla es obligatorio.
También las medidas de seguridad alcanzan a la tripulación que hace el trayecto. "El equipo siempre es el mismo, para reducir riesgos y si entra por alguna razón otra persona, tiene que haber pasado previamente un periodo de cuarentena", asegura Luís Tomás, Capitán del Ramón Llull.
Rumbo a Formentera
Al igual que en la terminal, el silencio es casi absoluto en cabina si no fuera por el ruido de los potentes motores. En circunstancias normales, estos ferrys ofrecen a sus clientes la opción de realizar el viaje en terrazas equipadas con bares e incluso con piscinas y jacuzzis.
Unas comodidades que ahora permanecen cerradas por seguridad. Solo los clientes Vip, disponen de una zona de relax en una de las cubiertas del barco.

Lo que no ha cambiado es la rapidez de estos ferrys que en poco más de dos horas realizan el recorrido desde Denia a Formetera.
Con el barco atracado, el desembarque también es diferente. Las colas de turistas impacientes por empezar las vacaciones han desaparecido. Ahora, uno a uno, de forma ordenada y guardando las distancias de seguridad, los pasajeros abandonan el barco, y el personal de abordo empieza inmediatamente con la tarea de desinfección de las butacas y de cada uno de los elementos de la cabina que hayan podido contaminarse.
Como despedida, una tripulante te desea una buena estancia, mientras otra te toma de nuevo la temperatura.

Atrás dejamos un trayecto que sí, transmite tranquilidad, pero que tiene poco de placentero. Por delante una horas en Formentera, una isla de ensueño, que a simple vista ya parece diferente.
En el puerto se ve más cemento y asfalto que nunca, falta el ir y venir de los turistas cargados con sus maletas y sus bolsas.
Lo que no ha cambiado es el color del mar y la arena blanca de las playas, en una isla que está a la espera de que con la desescalada y la apertura de fronteras comiencen a llegar los primeras turistas, tan necesarios para la economía de este pequeño paraíso.