El perfil de los más vulnerables a un infarto o ictus por calor: hombre inmigrante, que trabaja al aire libre y de un barrio pobre


Son las conclusiones de un estudio que analiza el efecto que están teniendo las olas de calor en la incidencia de enfermedades cardiovasculares en adultos de Madrid
“Tenemos más enfermedad cardiovascular en lugares y personas con menor nivel socioeconómico y en inmigrantes: tienen trabajos muy expuestos al calor, trabajan al aire libre”
Expertos consideran urgente que las ciudades se adapten al cambio climático, mejorando la edificación, la movilidad y aumentando las zonas verdes
Lo acaba de anunciar el gobierno. Se va a modificar el reglamento de prevención de riesgos laborales para prohibir trabajar al aire libre "cuando exista alerta naranja o alerta roja" por calor. Es una de las medidas que preparan para adaptarse al cambio climático, a temperaturas cada vez más extremas y a olas de calor cada vez más frecuentes, severas y duraderas.
Porque ya está claro que olas de calor como que tuvimos a finales de abril, y que la evidencia científica atribuye al cambio climático, van a ser cada vez más frecuentes. Y está claro también que afectan a nuestra salud, como vienen advirtiendo desde hace años expertos como Julio Díaz y Cristina Linares, de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III, que han publicado numerosos estudios al respecto.
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Ahora se acaba de publicar otro estudio, liderado por el epidemiólogo Manuel Franco, que utiliza datos de Atención Primaria para evaluar el efecto que están teniendo las olas de calor en la incidencia de enfermedades cardiovasculares en adultos de Madrid. Este miércoles explicaban sus conclusiones en un briefing organizado por el Science Media Centre España.
Este estudio ha constatado que “el efecto del calor en la salud no es igual para todos, sino que hay un gradiente social”, es decir, un deterioro progresivo o lineal de la salud a medida que desciende la posición social. Y la conclusión que arroja es muy clara: “Tenemos más enfermedad cardiovascular en lugares y personas con menor nivel socioeconómico y en población de otros países”. ¿Por qué? “Porque tienen trabajos muy expuestos al calor, trabajan al aire libre”.
Hombres inmigrantes de barrios pobres y viviendas envejecidas
Franco y su equipo vieron que “son los hombres, más que las mujeres, los que tienen mayor riesgo de desarrollar por primera vez una enfermedad cardiovascular (infarto, ictus, angina de pecho…) como consecuencia del calor, y principalmente inmigrantes”. Sus datos muestran, además, una “relación clara con el nivel socioeconómico del barrio: cuanto más pobre es el barrio, más casos vemos”.
“El calor aumenta de forma desigual el riesgo de sufrir ECV en adultos de Madrid, afectando principalmente a varones y poblaciones desfavorecidas”, leemos en las conclusiones del estudio. Su objetivo era “explorar la asociación entre el calor y la incidencia del primer evento cardiovascular agudo (ECV) en adultos de Madrid entre 2015 y 2018, y evaluar cómo el contexto social y otras características individuales modifican la asociación estimada”. Cuando hablamos de adultos, hablamos de "más de 6500 personas de entre 40 y 75 años, residentes en la ciudad de Madrid, que sufrieron un primer ECV durante el verano (junio-septiembre) entre los años 2015 y 2018".
Franco explica que, “si dividimos Madrid por distritos y por barrios, vemos que había más casos de eventos cardiovasculares en barrios con viviendas más envejecidas y menos preparadas para el calor”. Los distritos donde las olas de calor tuvieron mayor impacto fueron tres: Tetuán, Carabanchel y Puente de Vallecas.
Tener esta información es importante ahora mismo, en que se está hablando tanto de vivienda como arma electoral. “La vivienda es un tema clave para el cambio climático”, advierte Franco. “La gente que más sufre es la gente mayor y con menor poder adquisitivo. Y esto se está convirtiendo en una exposición crónica”, que se va a alargar en el tiempo.
Es urgente adaptarse: mejor edificación y más zonas verdes
En relación con esto, otra de las participantes en el briefing organizado por SMC España, Marta Olazabal, explicaba qué se puede hacer para adaptar las ciudades al calor extremo cada vez más frecuente. En relación con la vivienda, “hay que regenerar ese enorme capital construido, invertir en aislamiento térmico y mejorar las condiciones térmicas de la edificación”.
Olazabal es jefa del Grupo de Investigación en Adaptación al Cambio Climático del 'Basque Centre for Climate Change' (BC3) y experta en gobernanza climática urbana. Explica que, aunque hace años se ponía mucha más atención en todo lo relacionado con la mitigación del cambio climático (reducción de emisiones), ahora las ciudades se centran más en la adaptación. “Antes esto era lo último, primero se hablaba de cómo reducir las emisiones de las ciudades, se ponía el foco en el transporte y en la eficiencia energética, pero ahora se pone el foco en la adaptación”.
Y si hablamos de cómo adaptarse, “los sectores de edificación y movilidad son clave para adaptar el espacio público al cambio climático”. Porque recuerda que “el vehículo motorizado y el asfalto son fuentes de calor en la ciudad: acumulan calor durante el día y lo desprenden durante la noche”. Y tanto ella como Franco insisten en que, lo más preocupante “no es tanto el calor de día como las temperaturas de la noche: 35 grados de día es un horror, pero es peor que no baje de 25 por la noche”. Son las llamadas noches tropicales, que cada vez son más frecuentes, también, como consecuencia del calentamiento global.
Para adaptarnos a esto, es “imprescindible que se actúe aumentando zonas verdes en las ciudades”, insiste la experta. Y no sólo eso. También “elegir bien las especies de árboles, para que requieran poca agua. Porque el calor suele ir acompañado de sequía, cada vez más”. Esto es algo que advertía también en NIUS, hace unos días, el portavoz de la AEMET, Rubén del Campo. “Este calor y esta sequía que van de la mano es lo que el IPCC denomina ‘fenómenos extremos compuestos’. Y es algo a lo que, en España, nos tendremos que ir acostumbrando: olas de calor y períodos de sequía simultáneamente", explicaba el meteorólogo.
“Cuantas menos estructuras verdes tenemos en la ciudad, más focos de calor tenemos”, insiste Olazabal. Y pide que, "de forma urgente, por la emergencia climática”, las ciudades se pongan manos a la obra para “mejorar la edificación y atacar los problemas de raíz”.
Confiesa que de momento “es imposible estar preparado” ante un cambio climático cuyos efectos se agudizan y se aceleran a un ritmo mayor del previsto. Y que no hay una ciudad modelo en España, porque “estamos aprendiendo todavía”. Aunque cita “la planificación climática" de Barcelona. “Están haciendo muy buen trabajo en integrar los temas climáticos dentro de sus políticas”, explica. Porque la adaptación al cambio climático es transversal, “se tiene que integrar en todas las políticas”, insiste.
¿Están los colegios adaptados al cambio climático?
Cuando hablamos de cómo las ciudades pueden adaptarse para paliar los efectos del calor extremo en la salud de sus habitantes, hablamos, entre otras cosas, de lo que se denomina 'refugios climáticos'. Pero Olazabal advierte: “son medidas de último recurso”. Es decir, “necesitamos refugios climáticos, pero porque la edificación y el espacio público actual no es capaz de proteger las personas, no es suficiente para acoger a la población que en las horas de calor tiene más de 35 grados en su casa durante el día y la noche”.
Uno de esos refugios climáticos deberían ser los centros educativos, advierten ambos expertos. ¿Pero están preparados y adaptados a lo que viene?
“No existe ninguna estrategia a nivel nacional en este aspecto”, confiesa Olazabal. “Tradicionalmente, los patios de los colegios han sido un campo de fútbol con dos canchas de baloncesto. Y esto es algo que en las olas de calor se vuelve insufrible”, advierte. “Hay que introducir elementos verdes y mayor sombreado”.
Advierte la experta que, “de momento, los trabajos de intervención en patios escolares son experimentales”, y Franco explica que hay una iniciativa, a nivel regional, para “adaptación climática a través de la renaturalización de los patios”, en la que pueden participar centros educativos públicos. Porque “en los privados, depende de su iniciativa propia”.
“Las escuelas son uno de los refugios climáticos para los niños que no tienen vacaciones. Pero si vas a llamar refugio climático a un sitio que es ‘asfaltazo’, una cancha de fútbol y otra de baloncesto, pues malamente…”, dice Franco. Ambos expertos coinciden en que “las escuelas han de ser rediseñadas, para que pueden servir como refugio climático durante el verano”. Y más, teniendo en cuenta que el verano se alarga y que cada vez empieza antes, coincidiendo el final de curso con los días más calurosos. Quizá ello obligue, en un futuro no muy lejano, a introducir cambios en el calendario o el horario escolar.