La erupción del volcán Vesubio, en Pompeya: la más famosa y mortífera de la historia


Se produjo en el año 79 d. C y se calcula que en ella murieron unas 5.000 personas
La erupción alcanzó las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, que quedaron sepultadas por varias capas de ceniza volcánica
Lo que está sucediendo en La Palma no es ficción, ni está ocurriendo en la otra punta del planeta. Está pasando aquí, en España, en las Islas Canarias y en pleno siglo XXI. Afortunadamente, los avances científicos han hecho posible evacuar a la población y evitar víctimas, pero no siempre fue posible prevenir catástrofes como esta.
Imposible no recordar la erupción volcánica más famosa y más mortífera de la historia, la del volcán Vesubio, en Pompeya, en el año 79 d.C. Aunque tradicionalmente se ha fechado en la noche del 24 de agosto, distintos estudios y hallazgos arqueológicos han probado que debió acontecer en otoño o invierno del mismo año, en concreto el 24 de octubre.
La erupción alcanzó las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, que quedaron sepultadas por varias capas de ceniza volcánica y no serían excavadas hasta el siglo XVIII, así como otras zonas circundantes.
Si bien el total de víctimas mortales sigue siendo desconocido, de las aproximadamente 20.000 personas que habitaban en estas ciudades, se han hallado en Pompeya y Herculano restos de 1.500, y aún en la actualidad siguen apareciendo nuevos cuerpos.
Así fue la erupción del Vesubio que acabó con Pompeya
Aquel lejano 24 de Octubre, una columna de humo comenzó a ascender desde el interior del volcán. La población de los alrededores pensó que se trataba de un escape más de humo, pues ya había pasado en años anteriores. Pero esta vez la erupción se manifestó de dos diferentes maneras.
En Herculano, una especie de fango, mezcla de cenizas, lava y lluvia, inundó las calzadas y callejuelas de la ciudad, cubrió los tejados, y penetró por ventanas y rendijas. La gente salió horrorizada de sus casas y muy pocos pudieron huir de aquella ciudad italiana.
En Pompeya por su parte, el fenómeno se inició como una finísima lluvia de cenizas que nadie sentía. Luego cayeron los lapilli, pequeñas piedras volcánicas que se parecen a las normales, piedras pómez de varios kilogramos de peso. La ciudad quedó envuelta en vapores de azufre que entraron en las casas y las villas, y se filtraron en las togas que la población se ponía en nariz y boca para protegerse.
Los pompeyanos comenzaron a pasar angustiosos minutos, replegados en los rincones que podían encontrar. Y cuando en el último momento algunos trataron de huir, muchos murieron lapidados por las piedras pómez. Aterrorizada, la población retrocedió y se encerró en sus casas. Pero era demasiado tarde. En algunos casos, los techos se derrumbaron, dejando sepultados a los inquilinos.
Dos días más tarde todo había acabado. Del Vesubio solamente salía una débil columna de humo, y el volcán se encontraba rodeado por un enorme pedrisco. En una distancia de 18 kilómetros, el paisaje quedó asolado: los jardines no eran más que un terregal, los campos estaban llenos de ramas ennegrecidas y las ciudades habían desaparecido. Las partículas de cenizas se extendieron por África, Siria, y Egipto.
Se calcula que murieron aproximadamente 5.000 personas durante la erupción del monte Vesubio. Esta historia continúa impresionando aún tanto a expertos como a curiosos. Esta recreación realizada por Zero One Animation junto con el Melbourne Museum nos muestra cronológicamente cómo ocurrió la devastadora erupción del Vesubio.
Plinio el Joven, testigo de la erupción
Las reconstrucciones de la erupción y sus efectos varían considerablemente en los detalles, pero tienen las mismas características generales. La erupción duró al menos dos días. La mañana del primer día, el 24 de octubre, fue percibido como un día normal por el único testigo presencial que dejó un documento sobreviviente, Plinio el Joven, que en ese momento se encontraba en Miseno, al otro lado del golfo de Nápoles, a unos 30 kilómetros del volcán, lo que pudo haber evitado que advirtiera los primeros signos de la erupción.
No tuvo oportunidad, durante los siguientes dos días, de hablar con personas que hubieran presenciado la erupción en Pompeya o Herculano y, de hecho, ni siquiera menciona a Pompeya en su relato, por lo que no habría notado las primeras fisuras pequeñas y liberaciones de ceniza y humo del volcán, de haber ocurrido esto temprano por la mañana. Cerca de la 1 de la tarde, el Vesubio entró violentamente en erupción, lanzando una columna a gran altura, de la que comenzó a caer ceniza y piedra pómez, cubriendo el área; fue en este momento en que se llevaron a cabo rescates y escapes del lugar.
En algún momento de la noche, o temprano al día siguiente, el 25 de octubre, comenzaron los flujos piroclásticos en las cercanías del volcán. Luces vistas en la montaña fueron interpretadas como incendios. Personas que se encontraban tan lejos como en Miseno, huyeron para salvarse. Los flujos tenían un movimiento rápido, denso, y muy caliente, derribando parcial o totalmente las estructuras en su camino, incinerando o sofocando a toda la gente que permanecía en el lugar, y alterando el paisaje, incluyendo la costa. Todo esto estuvo acompañado por ligeros temblores adicionales y un pequeño maremoto en el golfo de Nápoles. Al anochecer del segundo día, la erupción finalizó, dejando bruma en la atmósfera a través de la cual el sol brillaba débilmente.
Plinio el Joven escribió un relato de la erupción: "Amplias capas de fuego iluminaban muchas partes del Vesubio; su luz y su brillo eran más vívidos por la oscuridad de la noche... era de día en cualquier parte del mundo, pero allí la oscuridad era más oscura y espesa que cualquier otra noche".
Lo que dice la ciencia
De acuerdo con un estudio de las capas de ceniza publicado en 1982, y que ahora es una referencia estándar, la erupción del Vesubio del año 79 se desarrolló en dos fases: una erupción pliniana que duró entre dieciocho y veinte horas, y produjo una caída de piedra pómez y ceniza hacia el sur del volcán que se acumuló hasta en una capa de 2,8 metros en Pompeya, seguida por un flujo piroclástico en una segunda fase peleana que llegó tan lejos como Miseno, pero se concentró hacia el oeste y noroeste.
Dos flujos piroclásticos envolvieron Pompeya, quemando y asfixiando a los rezagados que se habían quedado en la ciudad. Oplontis y Herculano recibieron el peso de las marejadas y fueron enterradas también por una fina capa de ceniza, piedra pómez, fragmentos de lava, y depósitos piroclásticos.