Las mascarillas que se pueden plantar: convertidas en abono después de cinco lavados


Estas protecciones faciales biodegradables se fabrican en un taller de costura de Cabana de Bergantiños (A Coruña)
Están confeccionadas con un tejido 100% vegetal y, como es un residuo orgánico, se pueden someter a un proceso de compostaje
Mientras que una mascarilla quirúrgica tarda entre 300 y 400 años en degradarse, éstas podrían hacerlo en menos de un año
En un taller de costura de Cabana de Bergantiños (A Coruña) se confeccionan las mascarillas más respetuosas con el medio ambiente. Son ecológicas, sostenibles, biodegradables y compostables. “Nosotros decimos que salen de la tierra y vuelven a la tierra”, explica a NIUS María Giraldo. Porque se fabrican a partir de tejidos 100% vegetales. Pero es que tras cumplir su función de barrera frente al coronavirus, estas mascarillas se convierten en abono.
La idea de María y su hermana Cristina surgió de las dificultades de encontrar mascarillas durante el confinamiento. Concretamente, querían protecciones faciales infantiles para sus hijos. Pero no encontraban unidades homologadas y cómodas. Por eso, pensaron en fabricarlas ellas mismas. Hicieron pruebas con profesionales sanitarios y se aliaron con la farmacéutica Gerifarma para comercializarlas. “Si algo teníamos claro es que queríamos una mascarilla que no tuviese químicos, que no dejase huella en el medio ambiente y que fuese de fabricación local”, comenta María.
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Sus mascarillas, made in Galicia, están siendo un éxito. Se trata de protecciones fabricadas con una fibra vegetal y siguiendo los parámetros impuestos por la especificación UNE 0065. Son de tela, lavables y reutilizables. Tienen seis usos. Cuando llega la hora de desecharlas, pueden depositarse en un contenedor marrón o de compostaje, convirtiéndose en abono con el paso del tiempo. “Por eso decimos que salen de la tierra, porque el tejido viene de los árboles, de la pulpa del árbol, y vuelve a la tierra en forma de abono”, explica María.
Ahora, además de para niños, han lanzado al mercado modelos para adultos. Se pueden comprar en algunas farmacias y a través de Internet.
Las mascarillas que educan
Una mascarilla quirúrgica puede tardar entre 300 y 400 años en descomponerse. Por eso, es importante sensibilizar a los ciudadanos sobre los efectos de su abandono en entornos naturales ya que, si no se desechan correctamente, pueden suponer un grave perjuicio. “En el caso de nuestras mascarillas, cuando acaba su ciclo de lavados, puedes cortar las gomas y convertirlo en abono con el compost”, comenta María.
En una planta de reciclaje, una mascarilla de estas características podría tardar unos seis meses en descomponerse. En casa, con un compostaje casero, alrededor de un año. “Nuestras mascarillas sirven para educar. Por una parte, educas en que no estás dejando huella en el medio ambiente porque no son contaminantes. Ya simplemente con el hecho de que las dejes en un campo se van a biodegradar y no van a tardar 500 años en desaparecer como una quirúrgica. Además de eso, podrías acelerar su desaparición con el compostaje y abonar un huerto”, explica.
Sin químicos, aptas para pieles sensibles
Tener la cara cubierta durante mucho tiempo está generando problemas de piel en algunas personas. Es lo que se conoce como 'maskné' o acné ocasionado por el uso de las mascarillas. En el caso de estas mascarillas biodegradables, el hecho de que sean el resultado de un proceso natural hace que sean aptas para personas con pieles sensibles.
“Muchas mascarillas tienen una capa de antibactericida a base de algún químico, de un derivado del petróleo. Nuestra mascarilla, a pesar de no tener ningún tipo de químico, protege igual porque cumple con todos los parámetros de la industria", asegura María. Esa ausencia de químicos es la que ayuda a que se pueda biodegradar.