Frederic Roure, empresario e ingeniero agrónomo, siempre ha buscado soluciones sostenibles y ecológicas a los productos plásticos, y las mascarillas no iban a ser menos. Desde su fábrica en Lezzenes, en el norte de Francia, no muy lejos de Calais, comercializa las primeras mascarillas compostables de Europa.
Se trata de mascarillas realizadas con cáñamo, mejor dicho con lienzos de cáñamo que producen en su propia fábrica, llamada Geochanvre. El objetivo es luchar contra el coronavirus y de paso evitar contaminar aún más el planeta.
Cada mes se gastan en el mundo 129.000 millones de mascarillas desechables y 65.000 millones de guantes, que tardarán casi cinco siglos en descomponerse, según la organización Waste Free Oceans.
Frederic insiste en que el suyo "es un producto natural que sale del suelo y volverá al suelo". Las mascarillas están realizadas con fibra de cáñamo, se pasan a través de unos rodillos y compresores, se transforman en unas láminas planas listas para ser cortadas .
El forro de la mascarilla está realizado con fibras de maíz para que sea más suave al contacto con la cara y las bandas elásticas también son de material reciclado. Hasta ahora han vendido 1,5 millones de unidades, la mayoría en Canadá y Europa.
Desde su empresa, Frederic intenta poner su grano de arena por un mundo más sostenible. Sus mascarillas pueden reducir los deshechos plásticos como máscarillas y guantes, cuyo uso se ha disparado durante la pandemia y que terminará contaminando los océanos y tardando siglos en descomponerse.