Más de un mes de viaje para llegar a China: los 24 trenes de un activista 'antiaviones'

El británico Roger Tyers viajó desde Southampton (Reino Unido) hasta Ningbo (China) reduciendo las emisiones de CO2 todo lo posible
Sumando el precio de los billetes, superó los 2.300 euros, justo el triple de lo que pagó por volar de vuelta a casa
El sociólogo británico Roger Tyers, de 37 años, ha comprobado en sus propias carnes (y en su bolsillo) que ser coherente con el movimiento del ‘flygskam’ puede resultar muy caro.
En un experimento académico desarrollado en mayo, puso en práctica su idea de renunciar a viajar en avión para reducir, en la medida de lo posible, la huella ecológica de sus desplazamientos. Se planteó un reto ambicioso: viajar desde la ciudad británica de Southampton hasta el enclave chino de Ningbo, al este del país asiático, próximo a Shanghai. Más de 20.000 km por delante.
El viaje, que en avión le hubiera costado unas doce horas, fue algo más tortuoso. Tyers optó por el tren como medio de transporte. No fue un viaje fácil ni corto. Necesitó casi un mes para completarlo. Se sirvió de 15 líneas de ferrocarril y tuvo que subirse a 24 trenes: algunos, de alta velocidad; otros nocturnos; algunos intercity.

Para abandonar Inglaterra requirió tres trenes. En Europa Continental se sirvió de cinco líneas distintas que le llevaron por Bélgica, Alemania, Polonia o Ucrania. Atravesar Rusia llevó su tiempo: necesitó utilizar cuatro líneas distintas. Una vez en China, empleó tres líneas de ferrocarril para llegar a su destino. Su peripecia se inició el 6 de mayo.
The day has arrived.
— Roger Tyers (@RogerTyersUK) May 6, 2019
Here we go!#drchoochoo#flyless pic.twitter.com/4HKZUiuH2d
Le esperaban más de 30 días saltando de tren en tren. Sumando el precio de los billetes, superó los 2.300 euros, justo el triple de lo que pagó por el billete de avión que le devolvió a casa. Según sus cálculos, el viaje de ida en tren lanzó a la atmósfera un 90% menos de emisiones que su regreso en avión. En Twitter, festejaba el final de su viaje.
Home. I'm done. 13000-ish miles without flying. Think I've proved my point.
— Roger Tyers (@RogerTyersUK) June 26, 2019
There's plenty more to say but I'm just gonna have this cuppa for now. Cheers.#flyless #drchoochoo#LCFC#Southampton#home
🇬🇧 🚂🏡 pic.twitter.com/ajfG1V0Qr9
Renunciar al avión
Roger Tyers es una de los miles de personas que se ha sumado al movimiento ‘Flygskam’, que en 2018 puso en marcha la activista sueca Maja Rosen. Ella llevaba ya 12 años sin coger un avión por motivos de conciencia. Cuando el año pasado lanzó su campaña, el objetivo era que 100.000 personas al año se sumaran a la iniciativa. En Suecia, impulsado por el carisma de la joven Greta Thunberg, casa vez son más quienes optan por el ferrocarril. El año pasado, un 37% de los usuarios del tren aseguraban en aquel país que lo utilizaban como alternativa al avión para evitar contaminar. El año anterior, el porcentaje se situaba en el 20%.
Según la Comisión Europea, el tráfico aéreo produce el 2% de las emisiones de CO2 que se emiten a la atmósfera. Si nada cambia, en 2050, ese porcentaje ascenderá al 22%. Un vuelo entre Londres y Nueva York produce tantas emisiones como las que se requieren para calentar un hogar medio europeo durante un año.
La IATA, que engloba a 290 compañías aéreas de todo el mundo, se ha propuesto situar las emisiones en 2050 a la mitad de las que se producían en 2005.