El confinamiento truncado de Rafael Lambíes y su velero fondeado en un islote de Formentera

Rafael Lambíes salió del Club Naútico de Valencia rumbo a Espalmador, un islote deshabitado al norte de Formentera, el viernes 13 de marzo, dos días antes de que entrara en vigor el estado de alarma
Decidió confinarse en su velero frente al islote porque es un lugar seguro: "Nadie puede contagiarme, ni yo puedo contagiar a nadie"
Las autoridades baleares le obligaron a volver a Valencia después de casi cuatro semanas fondeado: "Yo no he incumplido el estado de alarma", insiste el navegante
Rafael, un experimentado navegante valenciano, lo vio claro desde el primer momento. Qué mejor sitio para confinarse, que un barco fondeado en una isla desierta. Dicho y hecho. El viernes 13 de marzo salió de trabajar y se dirigió al Club Náutico de Valencia donde tiene atracado su velero, el "Isla de Pascua".
"Lo tenía todo preparado para hacer una travesía de una semana y teniendo en cuenta cómo se estaba poniendo la situación en otros países como Italia, no lo dudé", explica Rafael Pamíes a NIUS. Esa misma tarde soltó amarras y puso rumbo a Espalmador, un pequeño islote deshabitado al norte de Formentera, donde fondeó la mañana del sábado 14 de marzo, el mismo día en el que un Consejo de Ministros extraordinario aprobó la declaración del estado de alarma.
Antes de llegar, llamó a la Guardia Civil y al Consell Insular de Formentera para avisar que iba a residir en su barco junto al islote. "El sitio es perfecto. Ni puedo contagiar a nadie, ni nadie puede contagiarme a mí. Además el islote es pequeño y según el viento puedo moverme de un lado a otro de la isla para protegerme si se levantan las olas", señala.
Así comenzó su particular confinamiento en un velero con tres habitaciones, pero como él dice "sin agua caliente y sin calefacción", dos importantes inconvenientes los días de lluvia y frío que ha tenido que pasar en estas semanas. Sin embargo, como amante del mar -lleva navegando desde los 8 años- disfrutaba de su día a día, haciendo las labores de mantenimiento que requiere un velero, revisando los partes meteorológicos, buceando y dando pequeños paseo con su kayak.
"A la isla bajé 3 o 4 veces para dar pequeños paseos y estirar las piernas, ya que en el barco no hay mucho espacio para moverse". También aprovechada las horas en solitario para teletrabajar y ocuparse de los asuntos de la gestoría de la que es propietario. Una estancia idílica que solo alteró para acudir a Formentera a comprar víveres y una pieza del barco que se le rompió.
"Avisé a la Guardia Civil, me dijeron que fuera a una hora determinada. Cuando llegué a puerto me estaban esperando y me indicaron que solo podía adquirir lo que necesitaba y abandonar la isla. Tardé solo dos horas", asegura. Cargado con víveres y combustible, volvió a Espalmador a continuar su plácido confinamiento.
Amenaza de multa y vuelta a puerto
Todo marchaba tal y como lo había planeado, hasta que la semana pasada, su aventura saltó a los medios de comunicación locales. "Al parecer varias personas comenzaron a quejarse a las autoridades, preguntando por qué ellos tenían que estar en sus casas encerrados y yo en un barco de vacaciones", cuenta.

La reacción fue inmediata y el pasado miércoles recibió una llamada desde la Subdelegación del Gobierno para recomendarle que tenia que abandonar la zona porque estaba incumpliendo el Real Decreto del Estado de Alarma y regresar a su puerto. "Yo les dije que no estaba incumpliendo nada. Según yo interpreto el decreto no está prohibida la navegación de recreo. Lo que no se puede es salir de tu casa para coger el barco, pero yo ya estaba en el mar cuando se aprobó el confinamiento", asegura.
Así que decidió seguir fondeado. Sin embargo, al día siguiente ya no fue una llamada y se presentó una lancha de la Guardia Civil para pedirle que volviera a su puerto. "Yo les expliqué que no estaba haciendo nada ilegal y se marcharon". Pero no pasaron ni 24 horas, cuando volvió de nuevo la Guardia Civil para comunicarle que esta vez sí, tenía que marcharse por orden de la vicepresidencia del Gobierno.
"Yo llamé a la oficina en Baleares de la vicepresidencia del Gobierno para explicar mis argumentos y me dijeron que tenía que volver a Valencia y que si incumplía la orden me iban a multar", asegura. Fue entonces cuando puso rumbo al Club Naútico de Valencia, donde tuvieron que hacerle un permiso especial porque la entrada a los puertos está prohibida. Finalmente, este sábado acabó la aventura.
"Ahora desde el Gobierno Balear dicen que he vuelto porque he querido, que nadie me ha obligado y me acusan de hacer cosas ilegales como navegar con el kayak. Son excusas porque saben que no he incumplido ninguna ley y que no me podían echar del islote", asegura. Rafael ha decido continuar el confinamiento en su velero, aunque no es lo mismo estar atracado en un puerto que frente a una isla solitaria. Sin embargo, está aprovechando estos días para preparar el barco y desplegar de nuevo las velas en cuanto pueda volver a navegar.
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