Presos en redes sociales: cómo burlan la vigilancia para grabar en la cárcel


Los teléfonos móviles están prohibidos en la cárcel pero se incautan una media de siete al día
Los 'minimóviles' son los más fáciles de introducir aunque ahora prefieren arriesgarse para lograr teléfonos con cámara e internet
Un vídeo muestra el interior de una galería en una cárcel española. Se puede ver el pasillo y las puertas, con los números de las distintas celdas. Después la cámara se gira y enseña una de ellas: una litera, una mesa, una silla y un lavabo componen el mobiliario.
Las imágenes fueron grabadas por un interno con un teléfono móvil. Algo completamente prohibido en los centros penitenciarios. Por eso han sido distorsionadas con un filtro de color morado, antes de difundirlas en las redes sociales.
Otro recluso tiene varios videos en su perfil de Tik Tok, que parece haberse convertido en la red social preferida de los presos y de sus familiares. En uno incluso se atreve incluso con un baile de moda. Estas grabaciones tienen una duración de entre 15 y 30 segundos y llevan música de fondo. Canciones como "Libertad" de los Yakis o "Quiero ser libre" de los Chichos son algunas de sus bandas sonoras favoritas.
También utilizan Facebook o Instagram. Por ejemplo José Luis Brito, luchador de capoeira, encarcelado en un penal de Cádiz, tiene más de 38.500 seguidores a los que anima a que le escriban y les facilita su dirección.

Lo que más proliferan son escenas enternecedoras: de presos que salen de permiso o quedan en libertad después de cumplir sus condenas. Sus familiares les reciben a las puertas emocionados, entre besos y abrazos, o incluso lanzan confeti y sueltan globos al aire. Ellos también sufren las consecuencias.
En algunas ocasiones olvidan ponerse las mascarillas y guardar las distancias de seguridad. Funcionarios de prisiones o policías deben recordarles las medidas sanitarias establecidas en la calle. A algunos no les da tiempo a acostumbrarse. Salen de permiso durante el fin de semana y se graban con la mascarilla en la cabeza o con amigos en un coche. Por eso al regresar deben pasar dos semanas aislados en cuarentena siguiendo el protocolo de covid-19.
En sus comentarios, plagados de faltas de ortografía, se dan ánimos entre ellos y se apoyan mutuamente: “libertad para los presos”, “ya falta poco” o “se hace muy duro”, son las frases que más se repiten.
Teléfonos en la cárcel
Los teléfonos móviles están prohibidos en la cárcel. Cuando alguien ingresa estos dispositivos quedan retenidos y a cambio le dan un resguardo para poder retirarlo cuando salgan o que lo haga en su lugar otra persona, debidamente acreditada. Pero dentro de las galerías hay todo un mercado negro. El año pasado Instituciones Penitenciarias se incautó de 2.672 teléfonos -una media de siete al día- el doble que en el 2017.
La principal vía de entrada son los vis a vis: los familiares los esconden en suelas de zapatos, latas de refrescos, pañales o en el interior del propio cuerpo -lo que en argot carcelario se conoce como "empetado"-. Los envuelven en preservativos y así consiguen introducirlos. Si los funcionarios lo detectan y los internos no lo admiten, deben trasladarles a un hospital para que puedan extraerselos.
También han localizado dispositivos en los patios, que sospechan que pueden haber sido lanzados por drones desde el aire. El pasado día 9, un hombre fue detenido en Tenerife después de que agentes de la Guardia Civil que vigilaban el perímetro le sorprendieran tras arrojar pelotas de tenis al patio. Ocultaban hachís y un teléfono.

Todo vale: “un interno me entregó un iphone después de volver de los juzgados. Había salido para unas diligencias y se lo había robado a un trabajador que se lo había dejado encima de una mesa”, cuenta entre sus anécdotas un funcionario.
Hasta hace poco los favoritos eran los minimóviles, que miden unos seis centímetros y pueden adquirirse en Amazon por entre 10 y 20 euros. Estos dispositivos son los más fáciles de colar. Pero no tienen cámara ni internet.

Los propietarios los alquilan por horas o los ceden a cambio de tabaco y drogas. También existe la reventa. Los presos suelen tener tarjeta sim que meten en el teléfono para poder llamar. Suelen hacerlo a escondidas, durante la noche, después del último recuento.
Los funcionarios los encuentran al cachear a los internos o registrar las celdas. La tenencia de estos aparatos se considera una falta grave que acarrea algunas sanciones como el traslado a un módulo de aislamiento, la reducción de horas de patio y la apertura de un expediente que puede repercutir en la concesión de permisos o la obtención del tercer grado.
Recientemente en Botafuegos (Algeciras), un reo fue sorprendido por los funcionarios mientras actualizaba su perfil en las redes sociales. Las fuerzas y cuerpos de seguridad también han recibido llamadas de mujeres que reciben fotografías, mensajes de acoso o amenazas de sus exparejas, condenadas por violencia de género. Además han podido comprobar que algunos narcotraficantes continúan con sus negocios y dando órdenes a los miembros de su organización desde dentro de los muros.