Reencuentros en fase 1: una de libros y una de pádel

Volver a la biblioteca o a jugar al pádel es una reconquista del terreno perdido pero no es lo mismo que era antes y no sabemos cuándo volverá a serlo
Volver a la biblioteca era una de las cosas que más me apetecía en esta bocanada de aire que supone la fase 1. Quería reencontrarme con ese momento de búsqueda entre estanterías, de consejos de la responsable de sala, de descubrimiento de títulos y de ilusión por empezar a leer un libro que no esperaba.
Con esa intención me dirigí a la biblioteca de mi pueblo. En la puerta me esperaba el habitual gel y dos señales en el suelo. Devoluciones a la derecha y recogida a la izquierda. “Recogida”, eso ya no me olió bien. Las escaleras que conducen a la sala de adultos estaban acordonadas. Vamos mal, seguro. A sus pies habían colocado una mesa. Detrás una de las bibliotecarias parapetada tras una mampara, su mascarilla y su ordenador. “No se puede subir. Ahora tienes que pedir los libros desde la web y pedir cita para recogerlos. Además este es el horario reservado para los mayores de 65 años”, me dice. Estába claro que no me había enterado de nada. Adiós ilusión. Adiós lectura. “Si quieres alguna de las novedades que tenemos expuestas, esa sí te la puedes llevar ahora”, añade al ver mi cara de decepción. ¡Menos mal! Eso me salva. Salgo con dos novelas que no esperaba y vuelvo a casa con la ilusión renovada de empezar a leer algo que no llevaba en mente. Hemos dado otro paso hacia la extraña nueva normalidad.
Y tras cultivar la “Mens sana” hay que culminar el dicho latino y hacer lo propio con el “corpore sano”, así que nos disponemos a volver a hacerle hueco al deporte por parejas, permitido desde el sábado en Madrid. Vamos a jugar un partido de pádel. Hecha la reserva y leídas las normas llegamos a la pista. Mascarilla puesta para entrar pero no para jugar. Al fin y al cabo somos de la misma unidad familiar. Nuestros contrincantes, no. Y también guantes, sólo para entrar en la instalación y para salir, no para jugar. El juego, por suerte, es igual. En lo básico, porque luego están los detalles. Es raro mantener todo el rato la distancia para salir o entrar a la pista, para recoger las pelotas del otro lado de la red y para celebrar puntos. Después, estirar con la mascarilla puesta y despedirnos sin, ni siquiera chocar las manos. Todo muy raro y nada, nada espontáneo. Pero así son ahora las cosas ahora. Y así deben ser. Lo que no sabemos es cuándo volverán a ser como antes o si volverán a serlo. Veremos.