Sandra, sin trabajo y con su casa okupada desde hace meses: “Me veo viviendo en el coche”


Hace tres meses que los okupas se colaron en la vivienda, propiedad de su padre, en la que planeaba instalarse porque ha tenido que cerrar su negocio y no puede permitirse vivir de alquiler
Los okupas aseguran que tienen un contrato de alquiler con el que han conseguido empadronarse y dar de alta el suministro eléctrico
La pandemia le ha cambiado la vida a esta joven sevillana. En apenas unos meses, Sandra se ha quedado sin trabajo y sin casa. Unos okupas han accedido a la vivienda, propiedad de su padre, a la que planeaba irse a vivir con su pareja, pasado el confinamiento. Tras unos años deshabitada, la habían acondicionado para instalarse en ella y así dejar de vivir de alquiler.
Una forma de ahorrar dinero ya que, para colmo, su negocio, un bar, no ha sobrevivido a la crisis provocada por la COVID y ha tenido que cerrarlo. “Estábamos preparando la casa, pero nos confinaron, estaba en otra ciudad, no pude venir a Sevilla, y cuando volví me la encontré okupada", explica a NIUS.
Desde entonces su vida es una pesadilla. Ve con frustración cómo su vivienda la disfrutan otros, mientras ella no tiene dinero para pagarse otra. “Tengo ataques de ansiedad, no puedo dormir ni comer”, se lamenta.
En apenas unos días, termina su contrato de alquiler. “Ni siquiera he podido pagar este mes”, reconoce. Pero, a partir del 31 de octubre, tendrá que dejarla. “Me veo viviendo dentro del coche, aparcado en la puerta, hasta que se vayan”, se lamenta.
Se trata de una familia de okupas. “Una pareja, un menor y la madre de uno de ellos”, explica. Durante el verano, se hicieron con la casa de Sandra y se niegan a abandonarla. “Dicen que tienen un contrato de alquiler que les hizo una antigua vecina pero ni siquiera aparecen los titulares del inmueble y además, ellos no han pagado nada por él”, señala.
Este documento les ha permitido empadronarse e, incluso, darse de alta en el suministro eléctrico, explica Sandra. “Nadie ha comprobado absolutamente nada”, denuncia esta joven que ve, cada día, cómo estos individuos destrozan su casa. “Han cambiado la puerta y ha hecho obras para engancharse, ilegalmente, al agua”, apunta.
A Sandra solo le queda seguir esperando que su denuncia sirva de algo, aunque según su abogado, puede tardar “meses, e incluso, un año”. En varias ocasiones, se ha enfrentado a ellos a través de la verja de entrada de su casa y solo ha conseguido que la insulten y amenacen. Cada tarde, ella y otros vecinos de la zona se concentran como señal de protesta. Solo quiere que le devuelvan lo que es suyo y que esta pesadilla termine.