"Voy a contar mi experiencia con el coronavirus, porque yo misma me lo tomaba a risa y al final poca broma. Me he pasado seis meses yendo a médicos, especialistas y de cabecera y nadie sabía decirme qué me pasaba. Finalmente coincidieron; son las secuelas del bicho".
Así habla Ana Álvarez de los más de seis meses que ha pasado sin saber por qué casi no podía levantarse la cama. "Nunca en mi vida he estado tan agotada. Tengo 22 años y hacía dos horas de deporte al día. Ha sido durísimo pensar que ya no volvería a ser la misma".
"Me he pasado la postcuarentena yendo a médicos. Me han hecho cuatro análisis de sangre, he ido al dermatólogo, ginecólogo y nadie entendía qué me estaba pasando", explica. Su madre estaba muy preocupada.
Ana se remonta al 21 de febrero de 2020. "Yo era feliz, estaba de Erasmus en Turín, al norte de Italia. Tenía 21 años, cero problemas de salud, hacía dos horas de ejercicio al día y literalmente me dio por ser realfooder".
"Era viernes y el jaleíto llamaba a mi puerta. Mi tía me mandó unos mensajes diciéndome que tuviese cuidado, qué había coronavirus en Milán. Y yo ya estaba maquillada. No le hice caso", explica. "Si ese día no hubiese salido quizá no estaría ahora contando esto". Es más, a todo el que la quiso escuchar le dijo que la gente exageraba "que no era para tanto", recuerda. Pero le tocó. "Este día fue el 26 de febrero. Y según apagué el ordenador, después de hablar con mi madre, me tumbé en la cama y no pude levantarme en todo el día. Me sentía hecha una piltrafa".
Los siguientes días no pudo moverme de la cama, tenía una fiebre constante y lo único que hacía era dormir y hablar con sus padres por teléfono. Cuenta que en febrero todavía no le hacían mucho caso al covid y allí en Italia no le hicieron ninguna prueba. "Llamé al número del covid de Italia y la línea estaba colapsada, así que llame al 112 y un médico vino a mi casa tres horas después".
Me dijo que como también tenía mocos no podía ser coronavirus. Así que me quedé tranquila y supuse que fue una mala gripe en un mal momento". Después de estar una semana con fiebre muy alta empezó a salir poquito a poco a dar paseos, pero sentía que no le daba el corazón, "que me asfixiaba" solo con dar dos pasos. "Estuve así un mes".
Por fin el 10 de marzo puedo volver a España en el último vuelo que salía de Turín. Encerrada en casa y ya con sus padres empezaron a salir los otros efectos secundarios. Lo primero fue la caída brutal de pelo. "Se me caían puñados de pelo cada día. En la ducha, peinándome, o solo pasándome la mano. Era exagerado. Mi madre me cogía la coleta y se le saltaban las lágrimas", explica.
Lo siguiente que le pasó fueron las ronchas en la piel. Especialmente por la zona de la tripa. "Eran manchas rojas con granitos. El pico era insoportable. Nada me calmaba". El tercer gran efecto secundario fue la depresión. "Tuve la mala suerte de que me cogiese durante el confinamiento, así que fueron días demasiado malos. No tenía fuerzas ni ganas para levantarme, estaba triste y lloraba sin venir a cuento todos los días sin excepción", cuenta Ana.
Además el desarreglo hormonal también fue muy evidente. Por ejemplo Ana estuvo un mes entero con la regla y "era tal el dolor y la molestia que cada día era un castigo". Pero no era todo. En verano apareció el insomnio. "Siempre he sido una marmota, y he tenido gran facilidad para dormirme. Sin embargo no era capaz de dormir más de dos horas seguidas y luego toda la noche dando vueltas. Desde el 26 de febrero no he vuelto a ser yo, estaba realmente preocupada".
El gran protagonista que ha acompañado a esta joven durante todo este tiempo ha sido sin duda el cansancio. "Me despertaba agotada, no tenía ni un poquito de energía, me pesaba el cuerpo y la vida entera. De verdad ha sido horrible".
"En estos seis meses he visitado a tres especialistas. Me he hecho infinidad de pruebas, entre ellas, dos análisis de sangre y dos de hormonas. Pensaba que nunca iba a recuperar la normalidad". Le han recetado, cremas, vitaminas, la píldora pero sobre todo, ha pasado el tiempo, dice ella.
Ahora Ana por fin ve luz al final del túnel. "No estoy del todo bien pero ahora puedo decir que he vuelto a hacer un poco de ejercicio y me encuentro mejor. Empiezo a ser la de siempre", concluye.