Balance de dos años de pandemia en España: seis olas, 11 millones de contagios y 100.000 muertos


La primera ola fue donde más muertes se registraron, con más de 900 al día
La llegada de las vacunas redujo drásticamente los casos graves y las muertes
Ómicron impulsó la sexta ola, con incidencias acumuladas récords de más de 3.400 casos por cada 100.000 habitantes
Fue hace ahora justo dos años cuando la OMS declaró la pandemia por SARS-CoV-2. El coronavirus detectado por primera vez en la ciudad china de Wuhan se ha había expandido por todo el planeta. Era el 11 de marzo de 2020. Entonces, no teníamos ni idea de lo que se nos venía encima, de cómo iba a cambiar el mundo y de que ya nada volvería a ser como antes.
24 meses después el balance es tremendo. La cifra de contagios registrada es de 500 millones de personas en todo el mundo y de seis millones de muertos en todo el planeta, aunque, en realidad, los fallecidos podrían ser tres veces más, según un artículo publicado en The Lancet esta semana.
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Aquí en España, la cifra oficial de contagios asciende a más de 11,2 millones, mientras que la de muertos ya ha alcanzado los 100.00, a pesar de que los investigadores del artículo de The Lancet calculan que en España ha podido haber 162.000 fallecidos a causa de la covid hasta el 31 de diciembre de 2021, una 64% más que las muertes notificadas oficialmente.
En estos dos años, España ha sufrido seis olas distintas, con sus consiguientes contagios, hospitalizaciones y fallecimientos.
Primera ola
La primera ola comenzó como un tsunami. La incertidumbre era total. Los casos comenzaban a aparecer ante una población desconcertada que no sabía lo que estaba ocurriendo. Entonces, solo se hacían pruebas a los enfermos más graves que ingresaban en el hospital. Al resto, con sintomatología más leve, se les encomió que no salieran de casa y que no acudieran al médico ante el total colapso de la sanidad en aquellos primeros meses de marzo y abril de 2020.
Las cifras de aquella primera ola no reflejan la dimensión de los contagios. Según los registros oficiales, el pico tan solo alcanzó una incidencia acumulada (IA) de 217 casos por cada 100.000 habitantes a 14 días. Un estudio serológico realizado entre la población española calculó meses más tarde que la cifra podría haber sido hasta 10 veces más. Es decir, en la primera ola pudo infectarse hasta el 5% del país.
Fue, en cualquier caso, en esa primera ola cuando se batió la cifra de muertos diarios. El día con más fallecidos de toda la pandemia fue el 30 de marzo con 913 muertes. Nunca habrá un recuento definitivo de fallecimientos en esa primera ola porque sería necesario algo imposible: hacer la autopsia a todos aquellos que murieron sin una prueba confirmada de covid-19.
El MoMo, el sistema que vigila la mortalidad, registró, sin embargo, más de 30.000 muertos por encima de la media en lo peor de la epidemia, durante marzo y abril de 2020. "Con los hospitales tan saturados en la primera ola, es difícil diferenciar entre el exceso de muertes de los que fallacieron por covid sin estar registrados o de los que murieron por cualquier otra enfermedad pero no se les pudo atender por el colapso sanitario", asegura el investigador del CSIC, Saúl Ares.
Segunda ola
Tras el estricto confinamiento de marzo y abril de 2020, los dos siguientes meses se pudo contener el virus a raya. Se pensó entonces que lo peor había pasado, pero nada más lejos de la realidad. En julio los contagios volvieron a subir tras los primeros casos entre los temporeros de Aragón y con ellos las hospitalizaciones y las muertes. El 9 de noviembre se alcanzaba el pico de la segunda ola, con 529 casos de (IA) y un picos de fallecimientos de más de 370 diarios.
No fue, sin embargo, una ola homogénea en toda España. "La segunda ola no fue una segunda ola en sí sino varias segundas olas en tiempos diferentes en distintas comunidades a diferencia de la tercera que si fue algo sincronizado en todas partes", señala Ares. "En Madrid el pico fue a mediados de septiembre. En octubre, había lugares donde se pensaba que el covid ya había pasado, como en Asturias, pero se disparó en noviembre".
Tercera ola
La tercera ola arrancó con fuerza a mediados de diciembre, a las puertas de las Navidades. Aquella onda golpeó duro, en parte por el impulso de la variante alfa, detectada por primera vez en Reino Unido. A finales de enero se alcanzaba el pico con 900 de incidencia acumulada, la mayor hasta entonces registrada en la pandemia, y el mayor número de muertos, con casi 600 diarios en los peores días.
"Mientras que en la sexta ola se generalizaron los test de farmacia, en la tercera no se descubrían los casos de la misma manera. Si en la tercera ola todo el mundo que hubiese tosido se hubiera hecho una prueba, a lo mejor los números hubieran sido otros", apunta el investigador del CSIC.
Cuarta ola
El arranque de la campaña de vacunación, a principios de enero, empezó a notarse en los siguientes meses. Los contagios y las muertes comenzaron a bajar enseguida entre la población con más edad, los primeros en vacunarse. Aun así, a finales de marzo ser registró una nueva ola, aunque de dimensiones muy pequeñas, con una máximo de IA de 235 a mitad de abril y un máximo de 90 muertos al día.
"La cuarta ola fue un bache en la bajada de la tercera. Yo no hablaría de cuarta ola, porque no fue comparable con las demás", señala Ares.
Quinta ola
Con gran parte de la población adulta vacunada, todo indicaba que la pandemia tocaba a su fin. Pero quedaban más sustos. Levantada la mayoría de restricciones, el virus se expandió sin control entre los jóvenes, todavía no inmunizados y con mayor grado de sociabilización, coincidiendo con los viajes de curso y el inicio de las vacaciones. "El patrón es siempre el mismo, cada vez que pensamos que esto ha pasado y nos soltamos el pelo, vuelven a subir los contagios automáticamente", asegura el científico.
La IA alcanzó los 700 a mediados de agosto pero el pico de muertos no llegó a los 130 diarios. "En esta ola se notó que los mayores ya estaban vacunados y a nivel de hospitalizaciones y muertes se vio la diferencia con las olas anteriores. Con incidencias parecidas, los efectos fueron menores", explica.
Sexta ola
Tras un periodo de relativa tranquilidad sin apenas contagios de octubre a noviembre, llegó la explosiva variante ómicron poniendo de nuevo todo patas arriba. Con un 80% de población vacunada, nada hacía presagiar aquella hecatombe de contagios. Por primera vez estábamos ante una variante capaz de sortear mucho más eficazmente la inmunidad por enfermedad previa y vacunas. La incidencia comenzó a dispararse en vertical y llegó hasta los 3.400 de IA sobre el 20 de enero. A pesar del gran número de inmunizados, el número de contagios era tan espectacular que acabaron muriendo muchos, con picos de 240 muertos diarios a finales de enero.
"Si mucha gente se contagia, al ser un poco de muchísimos, acaban siendo muchos", señala Ares. "Lo cierto es que en esta sexta ola la desproporción que ha habido entre las víctimas mortales vacunadas y sin vacunar ha sido tremenda", explica. "Fue la constatación de que las vacunas, a lo mejor, dejaron de funcionar tan bien para evitar contagios con ómicron, pero se demostró que la protección era muy grande para evitar casos graves y muertes".
Futuro incierto
Desde entonces, la curva de contagios no ha hecho más que bajar, a pesar de que en los últimos días parece estancada y con visos de subir de nuevo. Los expertos apuntan que es seguro que habrá más olas, aunque como emergencia sanitaria es posible que la enfermedad se convierta en endémica.
"El SARS-CoV-2 es un virus que no se va acabar nunca, se va a quedar entre nosotros, como otros virus que han venido antes. Igual que la gripe de 1918, que se acabó cuando dejaron de hablar de ella en 1920, pero siguió provocando un exceso de muerte durante años y años después", reconoce Ares. "Aquí ya hemos movido página porque tenemos otros temores y otras noticias que nos preocupan más, pero cuando acabemos de bajar esta ola, volveremos a subir y habrá otras más, aunque esperemos que ninguna sea parecida a las anteriores".