Los cinco errores cometidos en las residencias durante la primera ola y que hay que evitar en la segunda

Un informe del CSIC ha analizado las debilidades del sistema y recomienda qué hacer para combatir al virus en los centros de mayores
Sacar de las residencias a los ancianos contagiados, hacer muchos test o contratar más personal son algunas de sus propuestas
EL Gobierno ha cifrado en más de 22.000 los ancianos fallecidos en residencias por el coranavirus. Eso significa que dos tercios del total de muertes causadas por la covid-19 en nuestro país se han producido entre mayores que vivían en estos centros de cuidados. La mayoría de las defunciones han tenido lugar en Madrid, Cataluña y las dos Castillas, pero un patrón similar se ha repetido prácticamente en todas las comunidades autónomas.
Ahora que la segunda ola del virus vuelve a poner el foco en las residencias, donde se están dando los mayores brotes, un informe publicado por el Instituto de Política y Bienes Públicos del CSIC, analiza qué ocurrió, a qué dificultades se enfrentaron y qué se ha aprendido para evitar que una situación tan dramática vuelva a repetirse. "Si hubiera habido medidas para prevenir la entrada del virus y controlar los contagios en las residencias, la cifra de fallecidos en España podría haber sido menor", explica a NIUS Francisco Javier Moreno, uno de los codirectores de esta investigación.
"Lo primero que nos sorprendió es que las residencias no lo habían previsto, nadie había pensado cómo manejar una enfermedad infecciosa grave dentro de este tipo de centros, y es extraño porque tampoco es tan inconcebible que pudiera darse, ya había habido algunos avisos previos. Estuvo el ébola, el SARS, la gripe aviar... pero no se le dio la importancia que debía y no se planificó una respuesta, donde sí lo hicieron, en Asia, la enfermedad ha podido controlarse mejor", apunta Moreno.
El informe comparará cómo ha afectado la pandemia a las residencias en 15 países europeos, y aunque solo ha concluido la investigación española, todo apunta a que el impacto ha sido similar. "Lo que nos está llegando de nuestros colegas europeos es que a todos nos ha pillado desprevenidos, la sensación inicial en todo el viejo continente ha sido de incredulidad", destaca Moreno.
"Se pensaba que era una cosa china, algo lejano, que no nos iba a afectar", añade el investigador, "y no se abordó el problema hasta que realmente había entrado en muchas residencias y comenzaron a fallecer personas mayores a una velocidad increíble, y los trabajadores a infectarse. Es ahí cuando se llegó a ese punto de desbordamiento que llevó a tomar decisiones muy cuestionadas", reconoce Moreno.
Primer error: desconexión entre el sistema sanitario y las residencias
"Los centros de salud y las residencias han funcionado como si fueran totalmente independientes", cuenta el experto del CSIC. "Este es un problema que viene de antes, pero que se ha enfatizado con la pandemia". ¿Qué ha ocurrido?, preguntamos. "Pues que cuando empiezan los primeros casos los médicos no se personan en las residencias, como mucho hablan telefónicamente con las enfermeras para aconsejarlas", indica, "y los directores de las residencias nos han confesado que se sintieron abandonados por el sistema sanitario", apostilla.
Ellos pedían una mayor presencia e implicación dentro de los centros. De hecho, cuando las Comunidades Autónomas intervinieron las residencias con casos de COVID.19, "se nombró a una enfermera o enfermero que hiciera de vínculo entre el sistema sanitario y la residencia y las cosas empezaron a funcionar mucho mejor". Estos sanitarios, provenientes de los centros de salud de la zona, "pasaban gran parte de su jornada laboral en la residencia y su presencia facilitó que se reaccionara más rápido, que se separara a los infectados o sospechosos de los sanos, que se empezaran a derivar a los hospitales a los que estaban peor, etc", explica.
Segundo error: discriminación de los pacientes que llegaban de residencias
"Las residencias estaban desbordadas y los hospitales también", recuerda Moreno, y en ese contexto se estableció un mecanismo de triaje previo que resultó controvertido. "Hubo instrucciones explícitas, en algunos casos, o implícitas, en otros, para que los mayores de las residencias no se derivaran a los hospitales", reconoce. "Esto no fue generalizado, pero pasó mucho, e hizo que aumentara el número de fallecidos", reconoce. "No fue fruto de la mala fe sino de que ya no había UCIS ni camas en los hospitales y se estableció un criterio de selección discriminatorio por edad".
"Se asumió que a cierta edad ya no había posibilidad de recuperarse del virus", insiste. Un error, según explica, porque el triaje no se puede hacer por edad, sino por el estado basal del paciente. "En las residencias había personas viables, aunque tuvieran covid, que no fueron trasladadas a hospitales".
"Después, cuando mejoró la coordinación entre el sistema sanitario y las residencias se pudieron evitar estas situaciones de discriminación", aclara, "ahora algo así no se podría repetir, porque se ha aprendido y se ha cambiado el criterio de triaje. Esto contribuirá, con seguridad, a que el número de fallecidos en residencias sea menor de cara a una segunda ola".
Tercer error: incapacidad para aislarles lo suficiente
"La infraestructura de cada residencia facilitó o dificultó el obligado aislamiento de los pacientes contagiados y de los sospechosos", comenta Moreno. "Algunas residencias tenían varias plantas, otras edificios anexos, que permitieron esa separación, pero muchas carecían de ellos", aclara.
"En las residencias los ancianos, generalmente, comparten habitación y se mueven por espacios comunes. Una vez que entró el virus era muy difícil frenarlo", explica. "Se necesitaba un triple aislamiento, en primer lugar aislar a las residencias del exterior, luego aislar a los mayores con covid o sospechosos dentro del centro, y en tercer lugar segmentar también a los profesionales por grupos", aclara.
Esto último, reconoce, fue muy díficil y lo es también ahora, porque los cuidadores sí que atienden a un número determinado de mayores, pero las enfermeras o médicos no son tan numerosos. Es imposible que se limiten solo a un grupo, tienen que atender a todos los ancianos, lo que les obliga a moverse de un grupo a otro y ahí llega el riesgo de contagio, lo mismo sucede en estos momentos".
Lo fundamental es, según el experto, "que cuando surja un caso, sospechoso o confirmado, se saque a esa persona de la residencia" para que otros mayores vulnerables no enfermen. "Aislarlos internamente fue la opción inicial, pero no es la mejor, sacar a los casos contagiados rapidamente es lo recomendable", apostilla.
"En algunas comunidades autónomas, como en Asturias y Aragón ya se hizo y funcionó muy bien", cuenta, "se sacó a los enfermos y se les trasladó a otras infraestructuras vacías como residencias que no estaban funcionado y así se consiguió dejar libre de covid a los centros de mayores".
El problema aquí claro es que es necesaria mucha inversión, dotar a esos centros de personal y recursos sanitarios suficientes, y de eso debería hacerse cargo cada comunidad autónoma. "Merece la pena planteárselo si así se frena la expansión de la infección en las residencias", propone.
Cuarto error: descoordinación entre Gobierno y comunidades autónomas
"Hubo dudas de quién debía hacerse cargo de la adquisición y del reparto de material", asegura Moreno. "Aunque las competencias estaban claras, el material lo tenía que adquirir cada comunidad autónoma, el hecho de que el Ejecutivo se prestara para ayudarlas creó confusión y muchas le exigían que les proporcionara los test o los EPIS", explica. "Se pasaban la patata caliente de uno al otro, pero más por un tema político, por no querer asumir el coste de las consecuencias de la gestión de la crisis", apunta.
"Lo que ocurrió es que esta confusión contribuyó al retraso de la llegada del material a las residencias y por lo tanto a la desprotección de su personal durante un período crítico de desarrollo de la pandemia", confirma.
"También afectó negativamente la decisión de Sanidad de que el material se repartiera prioritariamente a los Hospitales, porque se ignoró que otros sectores, como el de los cuidados, lo necesitaban. El negárselo, o dárselo con cuenta gotas, contribuyó a aumentar la mortalidad en las residencias", reconoce.
Quinto error: pocos test y tarde
"La adquisición de test, la realización de pruebas rápidas y de PCR, así como su análisis y la comunicación de los resultados fue otro problema", avanza Moreno. "Influyó mucho el gran desconocimiento que había sobre el virus", apostilla, "porque en las residencias no se buscó a los ancianos contagiados entre los asintomáticos hasta pasadas varias semanas y esto influyó de manera decisiva en la aparición y la transmisión de casos en las residencias en la etapa inicial de la pandemia", informa.
"Todo mejoró mucho cuando aumentó la capacidad de hacer test", asegura Moreno. "Pero no lo suficiente, aún no es suficiente. Necesitamos hacer test periódicamente a todos los residentes, pero también a los trabajadores", defiende. "La capacidad diagnóstica sigue tensionada, no llegan las pruebas para todos por falta de medios y eso está contribuyendo al repunte de casos en los centros de mayores", reconoce.
Qué va a pasar en esta nueva ola
"Nuestra conclusión es que no estamos a salvo del virus, que puede volver a pasar y que de hecho está pasando, pero tenemos que aprender de nuestros errores", dice Moreno.
¿Qué pasará en las residencias este otoño y este invierno? "Yo creo que el impacto va a ser mucho menor", asegura el investigador del CSIC, que confía en que no se vuelvan a repetir situaciones dramáticas. "Habrá contagios, ya los hay, pero se ha aprendido a no infravalorar el riesgo de la pandemia", destaca.
"Ha habido una capacitación del personal de las residencias sobre cómo abordar el tema, también en hospitales y centros de salud, y aunque el virus está desbocado y ha crecido mucho, el sector de los cuidados a mayores está mejor preparado ahora para lidiar con el problema", dice esperanzado. "Eso sí, sería necesario reforzar el personal, aumentar las plantillas para poder controlar los protocolos, si no volveremos a tropezar otra vez con la misma piedra".
Desgraciadamente, como dice el refrán, la letra con sangre entra. Hemos tenido que aprenderlo de la manera más dura, la más difícil, a costa de muertes, más de 20.000 en las residencias de anciano. "Espero que hayamos aprendido la lección".
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