Qué es un estudio de seroprevalencia

Hasta la fecha ningún estudio ha reflejado una inmunidad superior al 14%, muy lejos del 70% necesario para evitar un rebrote
En la actualidad se están realizando en todo el mundo cerca de noventa estudios de seroprevalencia similares al ENE-COVID de España.
Ahora empiezan a conocerse los resultados preeliminares y están mostrando dos realidades: los infectados reales superan con creces los reflejados en los datos oficiales, pero al mismo tiempo están muy lejos del nivel necesario para considerar que la población será pronto inmune al SARS-CoV-2. Lo primero era previsible, lo segundo es un revés para todo el que creía que pronto podríamos volver a nuestras rutinas sin miedo a un rebrote.
Los resultados de estas primeras investigaciones muestran un nivel de inmunidad mundial entre el 2% y el 3% (con una horquilla entre el 1% y el 14%, dependiendo de la población estudiada) según ha explicado la OMS, que ampara buena parte de estos estudios bajo el programa Solidarity II.
En todos los casos, se está muy lejos del 70% que se considera necesario para evitar una segunda oleada del coronavirus.
¿Qué es un estudio de seroprevalencia?
Un estudio para conocer la cantidad de gente que se ha infectado de una enfermedad. Hay que tener en cuenta que muchos pacientes no son detectados por el sistema sanitario porque no se les ha hecho la prueba. Desde enfermos leves que no ingresaron en el hospital a casos asintomáticos que nunca llegan a consultar a un médico.
¿Cómo sabemos entonces cuántos se han contagiado?
Además de los casos confirmados por prueba durante la infección, cualquiera que haya pasado la enfermedad tiene en su sangre el rastro de los anticuerpos que han combatido al virus.
¿Cómo se sabe si alguien está inmunizado?
A los voluntarios se les hacen análisis de sangre para detectar los anticuerpos. Los anticuerpos aparecen días después, primero los de tipo IgM (que desaparecen en unas dos semanas) y luego los de tipo IgG (que permanecen durante años).
Por eso estos estudios sirven de poco si no se realizan en el momento adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
Los análisis se hacen en varias oleadas en distintas fechas para asegurarse de que esos marcadores aparecen y poder monitorizar la evolución de la población inmune.
¿Entonces tenemos que analizar a toda la población?
No, sería imposible. Lo que se hace es elegir una muestra estadísticamente representativa, como en una encuesta, y proyectar los resultados al conjunto de la población. Si de cada 100, 23 han estado contagiados, entonces sabremos que la infección ha alcanzado al 23% de la población.
Los datos que ya se tienen en las cifras oficiales de contagios no sirven porque las pruebas para detectarlos se le realizan a personas con síntomas o a casos de riesgo, por lo que no son una muestra representativa de toda la población.
¿Y de qué sirve saberlo ahora?
Es un dato muy importante, cuantos más hayan superado la infección, mayor será el grado de inmunidad de la población. Si el porcentaje es lo suficientemente alto, se habla de inmunidad de grupo, inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño. Se trata de ver en qué medida la población se está vacunando de manera natural.
¿Qué es la inmunidad de rebaño?
Según los epidemiólogos, no es necesario que el 100% de la población esté inmunizada. Basta con un 70%. Este grado de inmunidad tan alto dificulta mucho la transmisión, el salto del virus de un individuo a otro, de manera que los inmunizados protegen a los más vulnerables, como si fueran un rebaño que les rodea.
El término, tomado de la epidemiología veterinaria, hace referencia a cuántos individuos de una población hay que vacunar para proteger al conjunto de una enfermedad.
La OMS ha prevenido contra su uso para referirse a infecciones naturales en humanos, porque puede suponer poner en peligro vidas, aunque sean proporcionalmente pocas, y no contempla el sufrimiento que puede afrontar una minoría de personas más débil.
Pero, entonces, ¿el coronavirus genera inmunidad?
No lo sabemos con exactitud, pero los primeros estudios apuntan en ese sentido. El más reciente, realizado en el hospital Mount Sinai de Nueva York ha detectado que hasta el 98% de los casos leves generan una respuesta inmune.
De lo que hay menos indicios es de la duración de esa inmunidad adquirida de forma natural. En el caso del primer SARS se estimó en tres años.
Una vacuna que nos inmunice de manera artificial solventaría esas dudas. Hay que tener en cuenta que la vacuna del virus de la gripe, por ejemplo, no nos protege completamente y es necesario ponérsela cada año porque el virus muta.
En el caso del SARS-CoV-2, las mutaciones detectadas no apuntan a un grado de recombinación tan alto del virus, por lo que el consenso entre los expertos en este momento es que, cuando se desarrolle una vacuna, la inmunidad será duradera.
¿Qué grado de inmunidad se está viendo en otros países?
Muy bajo, aunque las muestras de población analizadas son aún muy pequeñas.
- En Alemania, un estudio de la Universidad de Bonn (con una muestra de 500 personas en Heinsberg, uno de los focos del brote en el país) calculó que un 14% de la población había desarrollado anticuerpos.
- En Francia, otro informe con otra pequeña muestra establecía también un 14%.
- En Estados Unidos un estudio realizado en Santa Clara, California, con una muestra de 3.300 personas registró inicialmente una inmunidad del 3%, pero ha sido revisado a la baja hasta un 2,8%.
- En Países Bajos, otro estudio con 7.000 personas también registró un 3%.
- En Japón, una encuesta de seroprevalencia en la ciudad de Kobe situó la cifra en un 3,3%.
Hay muchos estudios más en marcha cuyos resultados se irán conociendo. En Canadá han puesto en marcha uno que analizará un millón de muestras de sangre a lo largo de dos años. Estados Unidos ha anunciado el mayor de la historia del país, con 50.000 participantes y hay otro en marcha en varias ciudades, incluida Nueva York, la más castigada.
El avance natural de la inmunización que ahora tanto se desea tuvo que ser frenado por las políticas de confinamiento necesarias para evitar un coste humano y asistencial inaceptable para cualquier país.