Daños colaterales del coronavirus en la reproducción asistida: "Ahora tengo más difícil alcanzar mi sueño"


Las más de 280 clínicas privadas que hay en España han abierto cumpliendo unos estrictos protocolos de seguridad
En estas semanas de confinamiento se han paralizado unos 10.000 tratamientos en activo, a los que habría que sumar los que estaban a punto de empezar
Algunos pacientes no pueden reiniciar sus tratamientos por motivos económicos o por vivir lejos de las clínicas
El Gobierno ha autorizado la apertura de las clínicas de reproducción asistida y miles de pacientes respiran aliviados. La Sociedad Española de Fertilidad (SEF) calcula que en estas semanas de confinamiento se han paralizado unos 10.000 tratamientos en activo, a los que habría que sumar los que estaban a punto de empezar.
Fue lo que le pasó a Esther. Tenía cita para reiniciar un tratamiento de reproducción en en el hospital universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid el 15 de abril, pero hace unos días la llamaron para anulársela. No la han vuelto a llamar.
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Ya ha pasado por dos inseminaciones fallidas y empieza a pesarle la ansiedad. "No sé si pasarme a una clínica privada. Los hospitales públicos tienen lo suyo y de momento no están atendiendo en reproducción", cuenta angustiada.
Esther no es la única preocupada. Como le ha pasado a ella, miles de pacientes han visto interrumpidos sus tratamientos y están pendientes de reiniciarlos. La ESHRE (European Society Human Reproduction and Embriology) recomendó en marzo que se suspendieran como medida de precaución ante la expansión del coronavirus. Lo mismo aconsejó la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) porque se desconocía cómo actuaba el virus en el embarazo.
"Cuando se decretó el estado de alarma cerramos nuestras clínicas, donamos nuestras EPIS y prestamos los respiradores que teníamos. Eso nos supuso paralizar unos 4.000 tratamientos", cuenta el Dr. José Remohí presidente y cofundador del Insituto Valenciano de Infertilidad (IVI).
En España hay más de 280 clínicas dedicadas a la reproducción. Todas ellas tuvieron que cerrar y suspender los tratamientos en curso y los que se iban a iniciar.
Ana es una de esas pacientes. Antes de que el estado de alarma provocado por el coronavirus nos confinara en casa, ella y su pareja tenían cita en una clínica privada para empezar a buscar un bebe. El proceso se anuló y ahora se ha quedado sin trabajo y sin esperanzas. La han despedido. "Ahora tengo aún más difícil alcanzar mi sueño", comenta en un susurro.
Todavía está tratando de asimilarlo. A sus 41 años solo puede acudir a una clínica privada (las públicas no te cogen si has pasado los 40) y los precios son altos. Ana se iba a someter a una Fecundación in Vitro (FIV), lo que supone una media de 3.500 euros (sin contar medicación). Y lo habitual, a su edad, es que no salga a la primera. A partir de los 40 años la tasa de fertilidad por mes es solo de un 5% .
Las clínicas extremarán la prudencia para evitar contagios
La SEF ya ha anunciado que se pueden reanudar los tratamientos pero "extremando la prudencia en la evaluación de cada caso clínico y cumpliendo escrupulosamente las medidas de seguridad" explican en un comunicado.
Aunque abrir no significa que se pueda retomar los casos, reconoce el doctor Remohí: "Hemos aplicado los protocolos: Nuestras clínicas espacian pacientes y vamos a ser extremadamente cautelosos pero hay cosas que no están en nuestra mano. Tenemos pacientes en 46 países que ahora no pueden venir. De Japón, Australia, Italia... También es complicado en España. Una de mis pacientes es de Lugo y tampoco puede reiniciar su tratamiento", cuenta.
Ese es el problema de Teresa y su pareja, la distancia. A sus 39 años habían iniciado los análisis para someterse a un tratamiento en la clínica Ruber de Madrid. Tenían que empezar en abril pero no pueden. Viven en Ibiza. "Ha sido como un jarro de agua fría. Ahora es imposible coger un vuelo. Estuvimos pensamos ir en barco pero luego tendríamos que coger un coche yendo los dos, meternos en un hotel...demasiado", explica resignada una Teresa consciente de que el tiempo pasa y su reserva ovárica disminuye cada mes.
María sin embargo no quiere retomar su tratamiento por miedo. A sus 39 años también está en manos de la reproducción asistida para alcanzar su sueño de ser mamá sola. Antes de que llegara el virus que lo está cambiando todo, se había sometido a una Inseminación Artificial (IA) fallida en un hospital público (prefiere no decir cual), pero ahora no cree que la llamen antes de que llegue a los 40. Ha pedido cita en una clínica privada pero no lo tiene claro: "¿Y si es peligro quedarse embarazada ahora?. Este virus es muy desconocido, ¿quién me dice que no llega al feto? Si te quedas embarazada no puedes tomar casi medicación. Si enfermo ¿quién me asegura que no nos pasa nada?", pregunta inquieta.
"Si bien es cierto que en un principio nos recomendaron cancelar los tratamientos, ahora la situación ha cambiado. Todos los estudios parecen avalar que el COVID-19 no está afectando a los fetos. Si no fuera así la OMS hubiera recomendado que no se mantuvieran relaciones sexuales, ¿no?. Nosotros solo ayudamos al embarazo, pero luego es como cualquier ciclo natural", aclara el doctor Remohí.
El coste de la paralización de los tratamientos
Tras sufrir un descenso del 30% de nacimientos en los últimos diez años, España es uno de los países de la UE con menor tasa de natalidad, según datos del INE.
Una de cada seis parejas experimenta problemas de fertilidad en algún momento de su vida reproductiva, según la sociedad médica de fertilidad europea (ESHRE) y la gran mayoría acaba recurriendo a técnicas de ayuda reproductiva. Y no son los únicos.
Además de esas parejas a los que les está constando concebir, hay que sumar las mujeres que quieren ser madres solas y las que recurren a estas técnicas para preservar su fertilidad vitrificando óvulos (ya sea porque tienen que someterse a algún tratamiento oncológico o porque prefieren atrasar su maternidad). Según la SEF cerca del 10% de los nacimientos en España son fruto de la reproducción asistida.
Una cifra que este año será menor. Es el coste indirecto del coronavirus. Además de los 10.000 tratamientos paralizados otras muchas personas no han podido ni siquiera empezar. Personas que han sufrido con la paralización de los tratamientos. Que han sumado al miedo por el virus, su fustración, ansiedad y angustia por no saber cuando podrían retomar su sueño. Personas que como Teresa: "se sienten impotentes ante la situación", o que como Ana tratan de "encontrar una solución económica" que les permita seguir buscando su bebe. O que como Esther viven pendientes del teléfono esperando que les llamen pronto para decirles que pueden volver a empezar.
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