A estas alturas no hay planes de verano, ni siquiera para dentro de un mes. Las prioridades han cambiado y salir de vacaciones, hoy por hoy , no es una de ellas
Empieza a oler a primavera por mi casa. Nos ha abandonado la lluvia, de momento, y el sol empieza a calentar sin ser aún molesto. Ha llegado el polen, la alergia, las moscas y todo tipo de bichos voladores…como siempre. Esa parte es ajena al confinamiento. Pero la calle sigue vacía. Al menos, el domingo volveremos a ver niños fuera de sus casas. Una pequeña gota de normalidad en este mar de excepcionalidad.
A estas alturas de año ya tendríamos, seguramente, las vacaciones de verano planificadas Las fechas más o menos cerradas y el destino. Qué hacer con los niños cuando acabe el colegio. Una de campamentos, o colonias, o intercambios, o al pueblo con los abuelos, o en casa con alguien que les cuide…a saber. Pero no. A estas alturas no hay nada. No hay planes. Porque no sabemos qué va a pasar.
No sabemos cuándo podremos salir de casa, ni en qué condiciones, ni si podremos movernos con libertad, si podremos ir a la playa, o a la montaña, o al pueblo. No sabemos. Y luego está la incertidumbre económica. Y la inseguridad. El miedo al contagio. No estamos para hacer planes de verano. Creo que la mayoría estamos más en la idea de que estas vacaciones van a tener sabor a casa. Y si no es así, será muy buena señal.
El caso es que tampoco me importa. Hoy por hoy el orden de prioridades ha cambiado. Creo que para todos. Estamos en la salud, en mantener el trabajo, el negocio, en ver a los nuestros, a la familia, a los amigos, en recuperar los paseos, las reuniones, el contacto…irmos de vacaciones, al menos este año, no parece estar en las primeras posiciones de la lista.
A las ocho salimos a aplaudir. Llevo 41 días viendo a mis vecinos desde las ventanas y las puertas de sus casas y pienso si este verano nos veremos en la piscina. ¿Quién sabe? Mañana seguro volveremos a vernos las caras otra vez. Y quedará un día menos.