Diario de confinamiento. Día 28

El chándal y la ropa de deporte se han convertido en el 'dress code' de muchos durante estos días de confinamiento
Camiseta de algodón. Jersey ancho. Vaqueros o pantalón de algodón y zapatillas. Y cero gota de maquillaje. Ese es mi uniforme de estos días de confinamiento. Y me encanta porque he podido disfrutar de esos jerséis gordos que no puedo utilizar para ir a trabajar porque a veces, allí, en lugar de en Madrid en invierno parece que estamos en el Trópico. Cosas de las calefacciones.
Cómo nos vestimos estos días es curioso. La mayoría nos hemos tomado vacaciones de la moda y la ropa de deporte es el ‘dress code’ de este estado de alarma. Cada vez que salgo a la compra, me fijo. Uniforme de running. Chándal completo. Pantalón de chándal y sudadera. Chándal y botas. Hay para todos los gustos. El caso es estar cómodos. O cómodos y dejados, eso ya va con cada uno. Porque en estos días también hay quien no se quita el pijama (no quiere decir que no se lo cambie, aclaremos). Y quien se deja barba. Y quien se deja crecer el pelo, aunque eso también puede ser por causa de fuerza mayor.
Claro que también hay quien mantiene sus costumbres. Una amiga mía se viste cada día como si fuera a trabajar. Se maquilla, se sube a sus tacones y se sienta en su oficina improvisada en la barra de la cocina. ¡Ole! Y luego está mi amiga Elena. Andaluza por los cuatro costados. Ni este confinamiento ni nada va a impedir que ella viva su Semana Santa del alma. Además de llenar la casa de incienso desde el Domingo de Ramos, el Jueves Santo se puso su vestido negro y su mantilla (improvisada) para cumplir con la tradición. Genio y figura. ¡A ver cuando llegue el Rocío!
A las ocho salimos a aplaudir. En mi calle gana el chándal por goleada. No hay barbas. Ni pijamas. Sí muchos aplausos. Como cada día. Y sol, que hoy ha salido. Mañana volveremos a aplaudir. Cómodos y puntuales. Y quedará un día menos.