Diario del desconfinamiento. Día 2

Todos, niños y adultos, hemos sufrido diariamente las duras condiciones del confinamiento. Pero con nosotros y en silencio también lo han hecho nuestros perros. De la noche a la mañana vieron recortada, también, su libertad de movimiento y segadas por completo sus relaciones sociales. Como nosotros. Pero ellos no razonan. Por mucho que les expliques, no entienden que todo ha sido por nuestro bien, el de los humanos, claro. Así que hoy, cuando por fin han reabierto los recintos para perros en mi pueblo y han autorizado que vuelvan a correr sueltos por donde antes lo hacían, ha sido un acontecimiento.  

Hemos evitado la hora de mayor afluencia de gente y a las diez de la mañana, cuando corredores y ciclistas se han vuelto a meter en sus casas, hemos salido nosotros. Y será ese sexto sentido que tienen los perros pero lo cierto es que hemos ido con una alegría y a un paso ligero que no ha tenido en todo este tiempo. En diez minutos estábamos en el campo en el que hace dos meses corría todas las mañanas. Estaba irreconocible. Las flores y el verde han recuperado en estas semanas todo el terreno que nuestras continuas pisadas les habían robado. Los caminos prácticamente han desaparecido. La imagen ha sido maravillosa pero nos ha desubicado un poco. Tanto, que cuando le he quitado la correa, mi perro no sabía hacia donde echar a correr. La duda ha sido fugaz.Eso sí. En un segundo iba como loco de un lado a otro. Todo parecía nuevo para él. La libertad, los árboles, las flores.

Me ha costado seguirle con la mirada. Apenas se veía su cola enroscada por encima de las espigas, las amapolas, las margaritas…todo lo olía, todo le gustaba. La felicidad plena ha llegado cuando ha podido jugar con otro perro. “Es la primera vez que lo hace en dos meses”, me ha dicho la dueña del otro perrito. Igual que el mío. Dos meses de encierro que terminan hoy. Igual que empezaron para ellos. Sin saber.