¿Está España preparada? El mundo recluta un 'ejército de rastreadores' para frenar al coronavirus y levantar el confinamiento

España se apoyará en la atención primaria para identificar positivos y localizar sus contactos
Los Angeles, 2019. Harrison Ford interpreta a Deckar, el Blade Runner que rastrea e identifica a los replicantes rebeldes: robots creados con bioingeniería, infiltrados e indistinguibles de los seres humanos.
Desde hace semanas la realidad parece una película de ciencia ficción. El replicante ahora es un coronavirus. El SARS-CoV-2 avanza y se multiplica con sigilo y astucia. Camuflado en asintomáticos, salta de huésped en huésped hasta que emerge y se ceba con los más vulnerables. ¿Veremos en España, 2020, 'blade runners sanitarios'? Rastreadores que identifican nuevos positivos y, aún más importante, tratan de localizar con rapidez a todos sus contactos para avisarles, ver si tienen síntomas y hacerles un seguimiento durante días.
Este es uno de los requisitos que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) antes de levantar el confinamiento. Si España quiere salir de la cuarentena y reactivar la economía, deberá contar con miles de especialistas en la localización y seguimiento de los casos positivos y sus contactos. Objetivo: detectar los rebrotes y frenar a tiempo la propagación descontrolada del coronavirus.
Fuentes del Ministerio de Sanidad consultadas por NIUS afirman que hay grupos de trabajo que llevan semanas estudiando este tema y que el papel del sistema de atención primaria será fundamental. Más allá de eso, ningún detalle sobre estrategias, protocolos o recursos disponibles. El sistema de rastreo debería estar en funcionamiento con la máxima urgencia, tal y como marca la pauta de la OMS. El desafío no tiene precedentes. Otros países ya están anunciando sus planes.
Un ejército de rastreadores
Canadá ha puesto en marcha un programa de rastreo poblacional que cuenta con 27.000 voluntarios. En Estados Unidos, la Universidad Johns Hopkins calcula que deberán contratar a 100.000 personas para rastrear los contactos y mantener el virus a raya. Coste: 3.300 millones de euros. En una entrevista a la web Politico, Tom Frieden, exdirector del CDC, el principal organismo federal de salud pública, multiplica esas cifras por tres.
Por lo pronto, el Gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, ha anunciado la creación de un “ejército de rastreadores”. Si ahora tienen 700, Cuomo quiere reclutar “miles”. El gobernador se plantea tirar de los 35.000 estudiantes de medicina del estado de Nueva York. La fundación Bloomberg va a donar 10 millones de dólares a este programa y la Universidad Johns Hopkins formará y certificará online a estos “detectives sanitarios”.
NEW: New York will launch a testing/tracing program in unison with CT and NJ.
— Andrew Cuomo (@NYGovCuomo) April 22, 2020
Mayor @MikeBloomberg has volunteered to help us develop the program.
I thank him for taking this on with us — it will be expensive, challenging & require an army of tracers.
But it must be done.
España se apoyará en la atención primaria
El experto en salud pública Rafael Bengoa, exconsejero vasco de Sanidad y antiguo asesor del presidente Barack Obama, cree que en España no tendrá que contratar ese “ejército de rastreadores” porque cuenta con una amplia red de atención primaria “con más capacidad que los americanos”.
Reconoce, no obstante, que el sistema de atención primaria va a estar sobrecargado en las próximas semanas recuperando todo lo que la lucha contra el Covid-19 ha retrasado o dejado en suspenso. Por eso, propone “cambiar a gente de función durante seis meses, que la gente de salud pública, de medio ambiente, etc., esté conectada con los equipos de atención primaria. En Vizcaya había 30 o 40 personas con esas funciones, pues que se repartan por centros de salud”.
Los epidemiólogos de campo han sido maltratados hasta ahora, denuncia Ildefonso Hernández (SESPAS)
Los 'blade runners sanitarios' ya existen. Son los profesionales de salud pública, una especialidad maltratada hasta ahora, según denuncia Ildefonso Hernández, de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS): “La tarea de epidemiólogo de campo, tan necesaria ahora, es poco atractiva para los especialistas de medicina preventiva y salud pública. Algunas CC.AA. han sido particularmente inclementes con la salud pública, deshaciendo cualquier atisbo de desarrollo en los últimos 25 años”.
“Lo que hay que montar ahora es lo que se debía haber hecho en marzo: el rastreo poblacional”, dice Rafael Bengoa. “Nos hemos focalizado en los hospitales y los respiradores y eso ha desviado la atención de dónde se está infectando la gente. Hay que prestar mucha más atención a lo que pasa en la comunidad”.
La comunidad es lo que conocen de cerca médicos como Pablo Serrano. Trabaja en un centro de salud en Vallecas (Madrid) que atiende a 26.000 habitantes. Durante el pico de la epidemia, cada uno de los 40 profesionales del centro tenía que hacer el seguimiento diario a 50 enfermos de coronavirus. Duda que ahora puedan dedicarse a localizar los contactos de cada nuevo caso de infección: “Nos encantaría, pero no tengo claro que podamos dar respuesta con los recursos que tenemos”.
Un médico en Bolonia contaba hace días a la agencia Reuters que se había pasado 12 horas localizando los contactos de un único positivo: “Puedes hacerlo si el número de casos se queda en dos o tres, pero si crecen, el sistema implosiona”. El Financial Times cita a un equipo de rastreadores del CDC en Chicago: a partir de dos individuos infectados tuvieron que localizar y monitorizar a 350 contactos del lugar de trabajo, de comercios y de centros sanitarios que habían visitado recientemente... Dos veces al día un correo electrónico automatizado les preguntaba vía correo electrónico, si no contestaban les llamaban por teléfono.
¿Tendremos suficientes “rastreadores” en España?
“Todo depende de cada territorio, del contexto epidemiológico y geográfico y de la capacidad de adaptación de sus equipos de atención primaria y de salud pública”, apunta Ildefonso Hernández de SESPAS. Hace falta una adaptación rápida de “profesionales de primaria, como medicina y enfermería y de salud pública como los profesionales de prevención, que normalmente no hacen estas tareas, para que puedan realizar las tareas de identificación y seguimiento de contactos”.
“Aprender a rastrear no es fácil”, advierte Tom Frieden, el exdirector del CDC y responsable de salud en Nueva York. “La formación es muy importante. Hay que aprender a escuchar, entender sus preocupaciones, ayudarles a recordar”.
Las cualidades del SARS-CoV-2 hacen muy laboriosa esta tarea. Lo pueden contagiar asintomáticos y se transmite por el aire. Al nuevo positivo hay que pedirle que recuerde todos sus contactos recientes, dónde ha estado, con quién, si ha visitado un centro médico, si ha viajado en transporte público... “Esa función de detectar es muy pesada, hay que ir tocando de puerta en puerta”, comenta Bengoa. “No me parece mal que exista una aplicación voluntaria de salud pública. Así vas a poder ser rastreado”.
La tecnología no puede sustituir el trabajo de calle
No es la única razón para apostar por la solución tecnológica. El epidemiólogo de la Universidad de Oxford, Christophe Fraser, argumenta que el seguimiento clásico -pateando la calle y llamando por teléfono- no es suficiente en el caso del SARS-CoV-2 por la velocidad de contagio del coronavirus.
Propone que, en cuanto una persona dé positivo, esa información salté a todos los servicios de salud pública y a los móviles de sus contactos recientes. Uno podría recibir un mensaje de este tipo: “Información sanitaria urgente: ha estado usted en contacto cercano con una persona contagiada de COVID-19. Manténgase en aislamiento y llame al teléfono 900…”. Apple y Google se han puesto a ello.
Contact tracing can help slow the spread of COVID-19 and can be done without compromising user privacy. We’re working with @sundarpichai & @Google to help health officials harness Bluetooth technology in a way that also respects transparency & consent. https://t.co/94XlbmaGZV
— Tim Cook (@tim_cook) April 10, 2020
En España, las aplicaciones oficiales que desarrolla el Gobierno no contemplan esta opción. Mucho menos escrupulosos en cuestiones de privacidad son los países asiáticos. China usó 9.000 rastreadores en Wuhan y recurrió a métodos expeditivos. Ha impuesto una tecnología de seguimiento y control social que sería difícilmente asumible en una Europa que valora la privacidad.
Singapúr ha desarrollado una aplicación voluntaria que usa el Bluetooth de los móviles para registrar cuándo dos personas han estado cerca. Pero la masa crítica es clave. Los expertos fijan en un 50%-70% el porcentaje de la población que debe apuntarse en estas aplicaciones para que sean eficaces. En Singapur, hasta mediados de abril, sólo el 12% de sus habitantes se había bajado la app voluntaria
Debemos llamar mierda a la mierda cuando la vemos, dice un profesor de Cambridge de las app contra el coronavirus
“Debemos llamar mierda a la mierda cuando la vemos”, escribe en su blog el profesor de Informática de la Universidad de Cambridge Ross Anderson. Argumenta que estas aplicaciones no son del todo anónimas, que pueden suministrar una avalancha de falsos contactos y que son vulnerables a ciberataques: “No debemos dar a los políticos la falsa esperanza de que la tecno-magia puede evitarles las decisiones difíciles. La respuesta no deben darla los criptógrafos sino los epidemiólogos”.
Un escepticismo que comparte Frieden, el exdirector del CDC: “Esto es fundamentalmente un trabajo de persona a persona. Hablar con alguien y ganarse su confianza”. Como los detectives del cine, los 'blade runners sanitarios' tendrán que pisar mucha calle y hablar con mucha gente para cazar a tiempo a este coronavirus 'replicante', astuto e invisible.