Fármacos contra la artritis que frenan al coronavirus: "En la segunda oleada se va a poder atenuar mucho la infección"

Hay varios ensayos en marcha con COVID-19 que utilizan fármacos contra la artritis, porque el proceso inflamatorio descontrolado es muy parecido
La doctora Olga Sánchez-Pernaute, jefa de Reumatología de la Fundación Jiménez Díaz, coordina un ensayo en varios hospitales de Madrid y espera resultados para junio
Asegura que para la segunda oleada de la pandemia habrá más y mejores fármacos para frenar la infección antes de que se agrave
Que detrás de los casos más graves de COVID-19 está la denominada “tormenta de citoquinas” es algo que ya se da por confirmado. Pero cada vez se estudia más qué ocurre antes de que ocurra, y qué se puede hacer para evitar que el sistema inmune active esta respuesta descontrolada para defenderse del coronavirus, que acaba atacando al propio organismo.
Porque esa tormenta genera un proceso inflamatorio exagerado que agrava la infección y acaba desencadenando la muerte. Es clave, por ello, apuntar a la causa, anticiparse, tratar de desactivar la tormenta antes de que se produzca y acabe siendo letal. En suma, conseguir reducir la gravedad de la infección que causa el SARS-COV-2.
Actuar al comienzo de la cascada
Ser capaces de regular esa respuesta inmune, de frenarla, es uno de los objetivos en la lucha contra este nuevo coronavirus. Y eso es lo que intenta, entre otros, la doctora Olga Sánchez Pernaute, jefa asociada del servicio de Reumatología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, que dirige un ensayo clínico para estudiar el efecto en enfermos de COVID-19 de un fármaco contra la artritis reumatoide, la ciclosporina A.
“Todas las enfermedades inflamatorias tienen en común esa hiperproducción de citoquinas. Cuanto más avanza el proceso, es más dañino. Es como una cascada, cuanto más tarde actúes ya estará muy multiplicado. Lo ideal es actuar previniendo, desde arriba del todo de esa cascada”, explica Sánchez-Pernaute.
Pero ¿por qué un fármaco contra la artritis? Porque resulta que el proceso inflamatorio que se produce en esa enfermedad puede tener mucho que ver (y aportar muchas pistas) con el que se produce en los casos graves de COVID-19. “El proceso no es exactamente igual, pero al final, los resultados suelen ser parecidos cuando la infección está un poco avanzada. Si actúas antes, arriba, es más fácil bloquear solo el efecto que te interesa”. Y eso es lo que hacen, anticiparse.
“En el ensayo, con la mitad de los pacientes usamos ciclosporina para que disminuya la respuesta inflamatoria, y con ella, la gravedad de la infección. Los dos grupos de pacientes reciben el tratamiento estándar de la COVID-19 (antivirales, antibióticos, corticoides…), pero a ése grupo, además, se les da la ciclosporina”.
La propia Sociedad Española de Reumatología se refiere a estos ensayos: “Algunos estudios publicados con riesgo alto de sesgos plantean la posibilidad de que varios de los tratamientos que reciben nuestros pacientes tengan cierto efecto protector sobre el desarrollo de la enfermedad (antimaláricos) o su evolución a formas graves. Esto es algo que se está investigando activamente en múltiples estudios”. El que está en marcha en la Jiménez Díaz, financiado por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, arrancó hace unos días y esperan tener resultados para junio.
Faltan pacientes para ensayar
La ciclosporina A es un fármaco que ya se estaba utilizando con decenas de pacientes con neumonías graves, en lo que los médicos denominan “uso compasivo” de medicamentos para los casos con mal pronóstico. “Ya hemos utilizado ciclosporina en casos clínicos, en el hospital, y podemos decir que funciona muy bien, así que vamos sobre seguro”, asegura Sánchez-Pernaute.
Ahora, la ensayan en los cuatro hospitales del grupo Quirón en Madrid y en la Clínica de Navarra, con 120 pacientes. Aunque paradójicamente, la contención de la pandemia que se ha logrado con el confinamiento juega en su contra. “El reclutamiento de pacientes va muy lento porque ha bajado muchísimo la incidencia de la enfermedad. Veremos si conseguimos más... Ahora tenemos veinte, y aspiramos a 120, está complicado”, reconoce la reumatóloga. “Hasta junio no podremos hablar de resultados”.
Esto es algo que no sólo les está ocurriendo a quienes ensayan con fármacos contra la enfermedad, el control de la pandemia también está suponiendo problemas para quienes tratan de conseguir una vacuna.
Pendientes de los efectos secundarios
Pero la ciclosporina no es el único fármaco de ha dado el paso de las enfermedades reumáticas a la batalla contra el coronavirus. Sobre el que más se ha hablado, escrito y ensayado hasta ahora es la cloroquina, que es el primero que demostró cierta eficacia. Es un fármaco para tratar la artritis, la malaria o el lupus, gracias a sus propiedades antivirales y antiinflamatorias.
A principios de febrero, un grupo de investigadores chinos realizó un ensayo con 100 pacientes y demostró su eficacia para prevenir complicaciones graves en pacientes de COVID-19 con neumonía.
Después del éxito de su ensayo vinieron otros, en países como en Francia. Y se iniciaron ensayos a gran escala en diferentes partes del mundo. El optimismo era tal que hasta Trump salió triunfante a hablar de ello, con su habitual falta de mesura, calificándolo como “una de las grandes revoluciones de la historia de la medicina”.
Pero poco después, el optimismo se ha desinflado. Porque se ha comprobado que la cloroquina, al ser administrada en dosis altas y combinada con otros medicamentos como la azitromicina (antibiótico utilizado en las infecciones de COVID-19) puede causar graves efectos secundarios, como trastornos cardíacos. Riesgos de los que ya advierte, por ejemplo, la Agencia Española del Medicamento, aunque se sigue utilizando.
¿Podría pasar lo mismo con la ciclosporina? No parece. “La ciclosporina ya la conocemos muy bien a nivel de seguridad, y sabemos que si hay efectos secundarios, desaparecen cuando ajustamos la dosis o retiramos la medicación, no creo que eso limite mucho su utilidad”, advierte Sánchez-Pernaute.
Más y mejores fármacos para la siguiente oleada
De lo que se trata ahora es de llegar mejor preparados a la segunda oleada de la pandemia. “El problema es que, al comienzo, nos enfrentábamos a una enfermedad nueva, y teníamos unos conceptos no muy correctos sobre en qué consistía porque al principio no daba tiempo a parar y estudiar bien el proceso, había que sacar adelante a todos los enfermos, ahora es cuando estamos aprendiendo”.
En ese sentido, Sánchez-Pernaute y su equipo esperan que los resultados de los ensayos clínicos en marcha sean igual de exitosos que lo fueron los de la cloroquina, pero con menos efectos secundarios. Porque, además, sus resultados llegarán a tiempo para el siguiente brote de la COVID-19, dentro de unos meses.
“Para la segunda oleada, ya habrá más fármacos", asegura esta reumatóloga. "La ciclosporina no va a ser el tratamiento definitivo de esta infección pero sí nos va a mostrar los mecanismos importantes que hay que bloquear, nos va a dar muchas pistas. Para el otoño se puede afrontar un rebrote en muchas mejores condiciones, con fármacos más específicos que funcionen mejor. En la siguiente oleada se va a lograr atenuar mucho la violencia de la infección”.