La historia, con final feliz, de un médico que se encerró con su padre de 85 años, enfermo de coronavirus


El 31 de marzo se confirmó que su padre estaba enfermo de coronavirus, 8 días después salieron juntos del hospital
Los médicos le advirtieron: "Si entra en la habitación con su padre ya no podrá salir hasta que todo acabe". Y no lo dudó. El doctor Tomás Piñeiro Portillo se encerró con su padre, Tomás Piñeiro, enfermo de coronavirus, en la clínica Quirón de Madrid.
"Cuando me llamaron para contarme que estaba enfermo lo tuve claro, quería estar con él para acompañarle en lo que yo pensaba que era su final", cuenta Piñeiro Portillo por teléfono desde Tenerife, a donde ha vuelto cansado pero feliz. Porque su historia, la de su padre y la suya, son de esas que estos días queremos leer, una historia de lucha compartida y ganada.
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La pesadilla empezó el 31 de marzo. El doctor Piñeiro Portillo, director médico del Hospital Rambla de Santa Cruz de Tenerife, recibió la llamada que hacía tiempo temía. Su padre, de 85 años, había enfermado de coronavirus en la residencia madrileña donde reside y le iban a trasladar al hospital.
Al día siguiente ya estaba con él en Madrid, compartiendo habitación y aceptando no salir de allí hasta que todo acabara, para bien o para mal.
Solo quería estar con él, no dejarle solo
"Solo quería estar con él, no dejarle solo, el personal médico lo entendió", cuenta Piñeiro Portillo, y reconoce que quizá quien lo llevó peor fue el resto de su familia: preocupados doblemente, por si empeoraba el enfermo y por si se contagiaba él.
"Soy médico y sé como protegerme. He estado luchando contra otras enfermedades como meningitis, encefalitis... para no caer yo también he extremado las medidas de higiene. Yo no tenía miedo", comenta.
No tenía miedo por él, pero sí por la salud de su padre. "Tenía todas las papeletas para no superar esta neumonia". A sus 85 años Tomás padre es hipertenso, diabético, obeso, con Parkinson y para moverse necesita una silla de ruedas. Unas patologías que pueden agravar el estado de los enfermos por coronavirus.
Por eso los primeros días a Tomás hijo las horas se le hacían largar, en su mano no estaba sanar a su padre, y eso como médico es duro. "Pero curar también es el hecho de estar", reflexiona Piñeiro Portillo.
Al principio la fiebre alta impedía al enfermo estar lúcido. Adormilado casi todo el día, no era consciente de que su hijo estaba con él. O quizá sí, porque lo cierto es que empezó a mejorar.
"A los tres o cuatro días ya pudimos hablar, empezar a conversar poco a poco. Me dí cuenta de que se alegraba mucho de que estuviera allí", cuenta emocionado Piñeiro.
Una emoción que compartía el personal médico de la clínica. "Aunque no les veía bien, porque entraban con material de protección, se lo notaba en los ojos. Veía sus miradas de apoyo y de cariño".
Y a los ocho días, lo que parecía imposible pasó. Tomás padre mejoró tanto que le dieron el alta y ahora aguarda en su residencia a que pasen otros 15 días de "cuarentena", para no contagiar al resto.
Tomás hijo también está sano. Se ha hecho el test de coronavirus y ha dado negativo. Ya de vuelta en Tenerife ha vuelto al trabajo. Como médico no puede tomarse un respiro. Solo se lo permitió para acompañar a su padre y traerlo de nuevo a la vida.