Las incoherencias en el uso de la mascarilla ante la llegada de la estación con más peligro, el invierno

Su retirada de los patios escolares madrileños vuelve a poner de manifiesto las incongruencias en el empleo de esta prenda
En interiores se puede estar sin ella mientras se come o bebe, sin guardar metro y medio de distancia
"La mascarilla es la protección que nos queda", asegura Quique Bassat
Sin ya prácticamente restricciones, la mascarilla es uno de los últimos vestigios que quedan de la pandemia. El recordatorio de que hay un virus que sigue infectando y matando, sólo en España, a 30 personas al día, según los datos de Sanidad del viernes. Así, buena parte de la sociedad vive deseando dejar atrás esta prenda cuyo uso, en ocasiones, está marcado por la incoherencia.
Los adultos pueden estar sin ella dentro de las discotecas mientras se toman una copa, pero los niños no pueden jugar sin ella en el patio del colegio, al aire libre, a no ser que guarden metro y medio de distancia. Son incongruencias que, tal y como explica a NIUS el epidemiólogo Quique Bassat, "deberíamos eliminar". "La mascarilla es la protección que nos queda, es lo último que nos protege y por lo tanto deberíamos estar interesados en mantenerla lo máximo posible", asegura el experto, coordinador del Grupo de Trabajo de la Asociación Española de Pediatría.
El ejemplo del Reino Unido
"Es verdad que nos la queremos quitar porque es lo último que nos recuerda al coronavirus, pero los países que ya se la han quitado, como el Reino Unido, tienen 50.000 casos al día" recuerda. "Por eso estamos siendo tan cautos a la hora de discutir la eliminación de mascarillas".
Con la transmisión comunitaria actual, y siempre que los críos vayan al colegio sin mocos/fiebres/lo que sea, tiene sentido que no lleven mascarilla al aire libre. También en educación física, por ejemplo.
— Alberto García-Salido (@Nopanaden) 22 de octubre de 2021
Les exigimos constantemente más a ellos que a los adultos.
Médicos como Alberto García-Salido o Quique Bassat no son contrarios a retirar esta prenda en los recreos ya que los niños son, asegura Bassat, "el grupo de menor riesgo, no enferman y la situación escolar está súper controlada". Pero los mayores son otra cosa. "Los adultos deberíamos mantenerla por lo menos hasta que pase este invierno", indica. Máxime cuando cada vez hay más estudios científicos que evidencian que la covid-19 es una enfermedad estacional asociada a las bajas temperaturas.
En exteriores "ya no se la pone se la pone ni dios"
Además, expresa el epidemiólogo a NIUS, "en exteriores deberíamos llevarla cuando no se puede respetar el metro y medio de distancia, pero la realidad es que no la lleva ni dios", dice tajante Quique Bassat. "En el momento en el que se relajó su uso, la gente se lo tomó como que ya solo hay que ponérsela en interiores y eso no solo es incoherente, sino también peligroso".
Solo hace falta contar, dice, "la gente que se la pone viendo un partido de fútbol". Un partido, la parada del autobús, un semáforo, el paso por una acera estrecha, o los propios parques infantiles en hora punta... El día a día de las localidades con cierta densidad de población está plagado de situaciones en las que no se respeta ese metro y medio de distancia para evitar la infección. Las mascarillas o la distancia personal es lo único que evita que el SARS-CoV-2 siga circulando. Las vacunas actuales no son esterilizantes. Previenen la enfermedad grave y la muerte, pero, hoy por hoy, no impiden el contagio.
Incoherencias también en interiores
Aunque el verdadero problema, según Salvador Peiró, no es el uso de las mascarillas en exteriores, sino el que se hace de ellas en interiores y más concretamente en el ocio nocturno, asegura el director del área de Investigación en Servicios de Salud de la Generalitat Valenciana. Locales cerrados, con música alta, en los que la gente cuando bebe o come no lleva mascarilla y se grita cerca de la cara.
Un riesgo de contagio que afecta al conjunto de la hostelería, donde mientras se esté consumiendo solo hay que ponerse la mascarilla para ir al baño, o en las propias viviendas particulares, teniendo en cuenta que ya están permitidas las reuniones entre no convivientes y que la mayoría de comunidades autónomas ya no tienen limitado el número de comensales por mesa.