Sin mascarilla en exteriores, pero siempre en el bolsillo: “Debe seguir siendo parte del atuendo”


A partir del 26 de junio habrá que seguir saliendo de casa con el ‘tapabocas’, ya que su uso seguirá siendo obligatorio en interiores
Los especialistas insisten en que un espacio abierto no es sinónimo de seguridad: “Habrá que ponerse la mascarilla si no hay distancia”
Llaves, cartera, móvil y… mascarilla. Esos son los cuatro imprescindibles que toda persona suele llevar consigo al salir de casa. El ‘tapabocas’ es un complemento impuesto. Desde hace casi un año, hay que llevarlo sí o sí. Y así deberá seguir siendo a partir del 26 de junio. Ese día, la mascarilla dejará de ser obligatoria en exteriores, pero habrá muchas situaciones en las que habrá que seguir utilizándola. Por ejemplo, cuando cojamos el transporte público o cuando entremos en un supermercado a comprar.
“La mascarilla tiene que seguir siendo parte de nuestro atuendo”, dice Joan Carles March, investigador del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Este especialista insiste que aunque no salgamos de casa con ella cubriendo la boca, sí tendremos que llevarla guardada en el bolso o en el bolsillo para echar mano de ella cuando sea necesario. “Eso no debe cambiar. Siempre que salgamos de casa hay que hacerlo con mascarilla”, recalca.
El Gobierno todavía no ha publicado el decreto que regula el fin del uso de la mascarilla en espacios abiertos. Será aprobado este jueves en un Consejo de Ministros extraordinario. A la espera de conocer la letra pequeña de la norma, los especialistas inciden en que la flexibilización del uso de la mascarilla en exteriores no puede servir de pretexto para dejar de utilizarla en situaciones de riesgo. “En exteriores podremos dejar la mascarilla pero no siempre, solo cuando mantengamos la distancia física y no incurramos en aglomeraciones. Esto no es un cheque en blanco que va a permitirnos olvidarnos de la mascarilla”, sostiene el epidemiólogo Daniel López Acuña.
Imprescindible en espacios interiores
Si algo hemos aprendido a lo largo de estos meses de pandemia es que el virus se transmite mucho mejor en espacios cerrados y con poca ventilación a través de los aerosoles. Por eso, en interiores habrá que seguir utilizando la mascarilla. Es algo que tenemos que tener en cuenta cada vez que salgamos a la calle. “Es fácil que si bajamos a dar un paseo acabemos en una tienda o en un supermercado comprando. Ahí sí que tendremos que ponérnosla, por eso es tan importante que tengamos siempre la mascarilla a mano”, cuenta March.
Será obligatorio utilizarla en comercios, bares, cafeterías y restaurantes. También en los centros de trabajo y en el transporte público, como es el caso del metro o el autobús. En general, en cualquier espacio cerrado. La euforia de la liberación de la mascarilla en exteriores no debe hacer que olvidemos su uso en lugares menos concurridos pero altamente peligrosos, como es el caso del ascensor. “El ascensor es un elemento muy pequeño y hay que tener mucho cuidado. Debe usarse la mascarilla siempre, aunque vayamos solos”, recalca este especialista.
Estar al aire libre no es sinónimo de seguridad
Pero las situaciones de riesgo no solo se producen en espacios cerrados. Hay espacios abiertos que también pueden resultar muy peligrosos si muchas personas se concentran al mismo tiempo en ellos. Es improbable tener que utilizar la mascarilla si vamos caminando por un bosque, por una playa recóndita o por una aldea. Sin embargo, cuando salimos caminar por una ciudad es fácil encontrarse con una aglomeración, por ejemplo, en una calle comercial.
“Si la gente está apiñada en una terraza, si hay una gran concentración de personas en un paseo o en un partido de fútbol vamos a tener cercanías físicas que generan un riesgo de contagio. No podemos quitarnos la mascarilla si no se respeta la distancia física”, dice López Acuña.
March va más allá. Entiende que no debería quitarse en ningún momento en aquellas zonas en las que la incidencia acumulada del virus es elevada. En su opinión, la eliminación de la mascarilla en exteriores debería haber estado sujeta a dos condiciones: a que el 50% de la población tuviese la pauta completa de vacunación y a que la incidencia acumulada a 14 días no superase los 100 casos por cada 100.000 habitantes. “Mi opinión es que en zonas con incidencias elevadas, por encima de esa cifra, sería adecuado seguir llevándola”, afirma. La Junta de Andalucía, por ejemplo, ha dicho que recomendará a sus ciudadanos llevar la mascarilla hasta agosto. La incidencia en esta comunidad es de 176 casos por cada 100.000 habitantes, frente a los 96 de la media nacional.
Si paramos a hablar con alguien, debemos ponérnosla
También entiende que la mascarilla debe ser imprescindible siempre que conversemos con alguien, aunque estemos en un espacio abierto. “Normalmente charlamos con una distancia de 50-80 centímetros, no más. Ese es un espacio insuficiente para poder tener la seguridad de que no nos vamos a contagiar”, explica. Insiste en que no hay que relajarse. “Nada de abrazos y besos”, dice. Sin mascarilla hay que aumentar más, si cabe, las distancias.
La gran pregunta es si esta nueva norma hará que perdamos el buen hábito adquirido de salir siempre de casa con la mascarilla. “Lo que hay que tener claro es que estar al aire libre no es sinónimo de seguridad. Es seguro siempre que no haya proximidad física de personas”, dice López Acuña. Cuando no sea posible mantener las distancias, por el bien de uno y del prójimo, habrá que echar mano de la mascarilla.