Trabajo y mascarillas: en qué se basarán las empresas para decidir si sus empleados la seguirán llevando


A partir del 20 de abril, ya no habrá que usar mascarilla de forma obligatoria en los centros de trabajo
La ponencia de alertas sigue recomendando su uso en aquellos lugares de trabajo donde no se pueda garantizar la distancia de seguridad de un metro y medio o donde no haya una ventilación adecuadad
En la práctica esto supone que será el departamento de riesgos laborales el que decida si la empresa cumple o no los requisitos para que sus empleados dejen de usar la mascarilla en sus puestos de trabajo
La noticia era muy esperada y este miércoles se hizo oficial. Desde el próximo 20 de abril no habrá que usar mascarilla en casi ningún espacio interior. Tras hacerse público el anuncio de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, muchos trabajadores se plantearon la misma pregunta: ¿podré deshacerme de la mascarilla durante mi jornada laboral? En principio, la respuesta es sí. Pero hay un matiz importante.
La Ponencia de Alertas (dependiente de la Comisión de Salud Pública) sigue recomendando la mascarilla
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Esto supone, en la práctica, que será el departamento de riesgos laborales de cada empresa el que decida finalmente si sus trabajadores podrán desprenderse de forma definitiva o no del cubrebocas.
Es más peligroso quitar la mascarilla en los centros de trabajo que en el transporte público (Miguel Ángel Campano, AIREAMOS)
Los centros de trabajo, duda hasta última hora
Desde que se empezó a hablar del tema, ya se sabía que la retirada de la mascarilla en interiores no iba a afectar a todos los lugares donde se ha venido utilizando. No se va a retirar, de momento, en ciertos espacios donde los expertos que asesoran a Sanidad creen que debe mantenerse todavía: transporte público, centros sanitarios y residencias de mayores.
La retirada en los centros de trabajo ha estado debatiéndose hasta última hora. Ahí, las posiciones no estaban tan claras. ¿Por qué la decisión de retirarla en estos espacios ha sido tan difícil?, ¿en qué se centrará cada departamento de riesgos laborales para decidir si los empleados de la empresa seguirán llevándola?
Porque el centro de trabajo es, quizá, el sitio más delicado si hablamos de los riesgos que supone quitarse esta protección.
- Un espacio normalmente cerrado,
- de un tamaño muy variable según las empresas,
- con aire compartido entre varias personas,
- incluso sometido, por ejemplo en el comercio, a la llegada continua de clientes,
- donde los trabajadores pasan muchas horas
- hablando entre ellos o realizando una actividad física moderada
- y, en muchos casos, sin ventilación natural o mal ventilado.
Estás serán las claves que tendrán que manejar los servicios de prevención de las empresas cuando tengan que adoptar una recomendación para los trabajadores. La mayoría son muy variables según cada lugar, pero hay al menos dos que se reiteran en la mayoría de sitios: la larga permanencia en el centro de trabajo y el comportamiento de los aerosoles, principal vehículo de contagio por SARS-CoV-2.
Distintos centros, distintas condiciones de trabajo
“Hay trabajos donde puede haber muchas personas muy cerca unas de otras, con poca distancia, y que no tengan buena ventilación, y donde además pasen mucho tiempo. No es lo mismo que en un restaurante, donde quizá pasas una o dos horas, o un centro comercial, donde entras y sales, pasas media hora quizá… Si hay mucha concentración de personas y poca ventilación, es más delicado el tema de quitarla”, apunta el inmunólogo Alfredo Corell.
Si no sabes ni controlas la calidad del aire, el riesgo de contagio se estará triplicando (Patricia Ripoll, AIREAMOS)
Para el experto en salud pública Joan Carles March, el problema es "la diversidad que existe cuando hablamos de centros de trabajo. No puedes afirmar que todos tienen las condiciones adecuadas de calidad de aire o ventilación o número de personas. Y no hay un criterio claro sobre eso. Por ejemplo, sobre si tiene que haber tantas personas en una sala o no. No hay criterios claros y eso siempre dificulta tomar decisiones”.
Cree March que “la decisión de quitarla debería estar basada en centros de trabajos parecidos, pero la variedad de lugares y formatos hace muy difícil decidir que se quite a todos y de cualquier forma”. Finalmente, es lo que se ha hecho, pero March era partidario de mantenerla en estos espacios.
“En los trabajos solo tendría sentido quitarla en unas condiciones muy especiales y con una incidencia más baja. No es el momento todavía. En un entorno donde hay tanta variedad de situaciones, es mejor ir tranquilos”, advertía antes de conocer la decisión de Sanidad.
Muchas horas y poco control de la calidad del aire
Desde la plataforma AIREAMOS se ha estudiado el riesgo de contagio que suponen distintos espacios interiores, y con los datos en la mano, ellos lo tienen claro. “Es más peligroso quitarla en los centros de trabajo que en el transporte público”, aseguran. ¿Por qué? Porque, en general, hay más riesgo de contagio. Y ello se debe al tiempo de permanencia en ese lugar, y al escaso control que se hace de la calidad del aire.
Cuando metes una gripe en un trabajo sin ventilación, caen varios compañeros. Que una persona no vaya al trabajo cuesta 50 euros, mínimo, por día (Pablo Aldama, abogado laboralista)
Han hecho un estudio sobre el control de la calidad del aire en 11 espacios tipo. Al ver la tasa de ataque que salía en cada uno de ellos, es decir, cuántas personas se llevarían el virus para casa si hay un infectado, han comprobado que en una oficina el riesgo de contagio es similar al de gimnasios o discotecas. “Una oficina pequeña”, matiza Miguel Ángel Campano, investigador de la Universidad de Sevilla y quien ha elaborado el estudio. “En las grandes, el riesgo de contagio baja notoriamente”.
Medidas de mitigación: ventilar
Pero en todas, grandes y pequeñas, creen que es necesario implantar medidas preventivas de ventilación y medición. ¿Por qué? Por la permanencia, sobre todo. “El lugar de trabajo es muy arriesgado porque se está muchas horas. En el riesgo de contagio influye mucho el tiempo de exposición al virus. Si estamos mucho tiempo, inhalaremos más”, explica Campano.
Patricia Ripoll, portavoz de la plataforma, explica que “en los lugares de trabajo, o bien obligas a poner medidores para saber dónde y cuándo hace falta ventilar, o si no sabes ni controlas la calidad del aire, el riesgo de contagio se estará triplicando”. Y el problema es que, en España, recuerda, “la mayoría de los centros de trabajo son pequeños, de menos de 50 trabajadores, y en ellos no hay un correcto control de la calidad del aire. El potencial riesgo de contagio es muy elevado”, en general.
Lugares donde se habla: más riesgo de aerosoles
Hay otro factor que hace que los lugares de trabajo sean más peligrosos que el transporte público, explican, además de la permanencia: que el contagio en interiores se produce a través de los aerosoles. “En el transporte público, las personas van en silencio o hablando bajo. En el centro de trabajo, se habla más alto y durante más tiempo".
Explica Campano que oficinas y autobuses "son lugares donde la distancia interpersonal es parecida, pero en el trabajo hay más riesgo”. Se habla más, y más alto. Entendiendo siempre, eso sí, que hablamos de transporte público con “ventilación adecuada que funciona bien, y se está poco tiempo”. Hay que tener en cuenta que en muchas oficinas, además, "no tienen siquiera ventanas que se puedan abrir, no se puede ventilar", añade Ripoll.
Por todo ello, desde AIREAMOS eran “partidarios de mantener las mascarillas en los centros de trabajo, salvo que haya un control del CO2 o una buena calidad el aire, algo que no ocurre en la mayoría de los trabajos”, advierte Ripoll.
Comercios: ¿trabajadores con mascarilla y clientes sin ella?
La consideración especial de los centros de trabajo puede llevar a que los trabajadores de establecimientos públicos tengan que llevar la mascarilla mientras que sus clientes no lo hacen. Puede parecer un contrasentido, pero la situación no es la misma.
El cliente puede pasar apenas unos minutos en ese espacio. Dado que se han eliminado las cuarentenas para casi toda la población, podría incluso ser un caso positivo con síntomas leves como de un resfriado o sin ellos. El trabajador, por el contrario, pasa varias horas en ese lugar y está expuesto al trasiego diario de personas por el local. Esa exposición al público es otro factor clave.
¿Mascarillas disponibles en el trabajo?
Entre la obligación de llevarla y la decisión de no llevarla, hay una posición intermedia, que es recomendar su uso. Es lo que hace Sanidad en ciertos casos. Y algunos creen que debería hacerse de forma general: recomendarla en el trabajo. Es el caso de Pablo Aldama, abogado laboralista de Martín Molina Abogados y Economistas. Aldama propone “que las mascarillas estén disponibles en los centros de trabajo” para su uso voluntario y preventivo.
"A futuro, debería estar disponible para todos los trabajadores”, explica. ¿Cómo? En algo tan sencillo como el botiquín de que disponen todas las empresas. Se trataría, dice, de que la pueda usar el que quiera, de forma voluntaria. Pero para ello, hay que ponérselo fácil. Aldama plantea, de hecho, que el coste de tenerlas disponibles lo asuman las mutuas, o "el ministerio correspondiente".
“Ahora ya sabemos que la mascarilla evita la circulación de virus, ¿por qué no puede estar disponible en un botiquín, como el agua oxigenada por ejemplo?”, se pregunta este abogado laboralista, que ha estudiado la normativa al respecto. “¿Por qué no podemos mantener esa cultura preventiva?”. Entre sus argumentos, hay algunos muy contundentes. Recuerda Aldama que, por ejemplo, que las bajas laborales se han triplicado con la pandemia. “Y estamos hablando de un coste de 10.000 millones de euros”.
“Cuando metes una gripe en un centro de trabajo donde no hay ventilación, caen varios compañeros, seguro. Y que una persona no vaya al trabajo, cuesta 50 euros, mínimo, por día”, advierte. Es decir, que, además de reducir el riesgo de contagio en el lugar de trabajo, las mascarillas estarían reduciendo costes laborales. Aldama lo tiene claro: "Es más barato prevenir que curar".