Taiwán, el país en el que solo han muerto 11 personas de covid y sin hacer confinamientos


El país asiático presenta una de las tasas de covid-19 per cápita más bajas del mundo
Un nuevo estudio aclara cómo Taiwán ha conseguido controlar el coronavirus
Un éxito reflejado en su economía, una de las que más ha crecido desde el inicio de la pandemia
Taiwán, con 24 millones de personas y pegado a China, fue considerado desde el inicio de la pandemia un país de alto riesgo para la propagación de la covid-19. Sin embargo solo ha registrado 11 muertos por coronavirus y menos de 1.000 casos.
Unas cifras asombrosas para una nación donde además, las autoridades nunca han impuesto un confinamiento. Con una de las tasas de covid-19 per cápita más bajas del mundo, ha recibido numerosos elogios por su gestión de la crisis.
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Taiwán reacciona rápido
Después de haber sufrido el SARS en 2003, cuando registró 181 muertes y puso en cuarentena a 150.000 personas, el gobierno taiwanés, ante el nuevo virus, actuó rápidamente cerrando sus fronteras. Estableció, también, un Centro de Comando Central de Epidemias para coordinar la cooperación entre diferentes ministerios y agencias gubernamentales, y entre el gobierno y las empresas.
Pero, sobre todo, consiguió controlar el virus gracias al seguimiento riguroso de los contactos y al respeto social generalizado por las medidas impuestas (el distanciamiento social y las mascarillas).
Un reciente estudio publicado en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA) ha examinado a fondo por qué a Taiwán le fue tan bien a la hora de contener la pandemia.
Los autores del estudio, de diferentes instituciones sanitarias y hospitales en Taiwán y EE.UU., compararon la efectividad estimada de dos tipos de políticas para la covid-19 en los primeros meses de la pandemia:
- Las medidas basadas en casos: incluyen la detección de personas infectadas mediante pruebas, el aislamiento de casos positivos, el rastreo de contactos y la cuarentena de los contactos cercanos durante 14 días.
- Las medidas basadas en la población: incluyen políticas para uso de mascarillas, higiene personal y distanciamiento social.
Según explica la epidemióloga Patricia Fitzpatrick, los efectos de estas políticas se cuantificaron estimando el número de reproducción efectivo (número R). El número R es una forma de calificar la capacidad de propagación de una enfermedad infecciosa; representa el número promedio de personas a las que una persona infectada transmitirá un virus.
Un número R mayor que 1 significa que el virus continuará propagándose y los brotes continuarán.
Un número R por debajo de 1 significa que los números de casos comenzarán a reducirse.
Los autores recopilaron datos de 158 casos, entre el 10 de enero y el 1 de junio de 2020, de los Centros para el Control de Enfermedades de Taiwán, que habían sido confirmados mediante pruebas de PCR.
Los datos estaban vinculados a casos locales y casos importados de personas que ingresaron a Taiwán antes del 21 de marzo de 2020. Luego compararon los resultados que encontraron en Taiwán con un número R estimado de 2,5, basado en el número equivalente estimado en la cercana China al comienzo de su brote de covid-19.
Combinación de medidas: clave del éxito
El estudio encontró que las políticas que se basaban sólo en casos, como el rastreo de contactos y la cuarentena de infectados, podían reducir el número R de 2,5 a 1,53. La cuarentena fue la que más contribuyó a reducir el número R.
Las intervenciones basadas en casos no previnieron de forma importante la transmisión de una persona a otra, pero lograron reducir la transmisión de esos casos secundarios a una tercera o cuarta persona, siempre que los contactos cercanos estuvieran en cuarentena.
Mientras tanto, las políticas poblacionales como el distanciamiento social y el uso de mascarillas, redujeron el número R de 2,5 a 1,3.
Dicen los autores del estudio que una razón importante por la que las intervenciones basadas en la población son relativamente más efectivas que las intervenciones basadas en casos es el papel de la transmisión presintomática; casi la mitad de las transmisiones pueden ocurrir antes de que una persona presente síntomas, lo que crea desafíos para el rastreo oportuno de los contactos y la cuarentena de los contactos de alto riesgo. Por el contrario, las medidas basadas en la población, incluido el uso de máscaras faciales, el distanciamiento físico y la evitación de multitudes, reuniones y espacios interiores no esenciales, se pueden aplicar ampliamente independientemente de saber qué individuos corren un alto riesgo.
El estudio concluye que fue la combinación de políticas basadas en casos y políticas basadas en poblaciones, junto con una adherencia generalizada de los habitantes, lo que llevó al éxito de Taiwán para contener la covid.
La combinación de ambos enfoques dio lugar a un número R estimado, usando dos métodos diferentes, de 0,82 y hasta de 0,62.
Aseguran los autores del estudio, que ningún tipo de intervención por sí solo sería suficiente, incluso en un país con un sistema de salud pública eficaz, un programa integral de rastreo, control de sus fronteras y una amplia adherencia al distanciamiento físico y el uso de mascarillas.
Taiwán es una nación insular con la capacidad de controlar la introducción de nuevos casos a través del control fronterizo, y los autores reconocen que los hallazgos de este estudio pueden no ser totalmente aplicables a otros países.
Esta es la razón por la que se centraron en la eficacia de las intervenciones basadas en casos y en la población sobre la transmisión local, más que en los controles fronterizos sobre el número de introducciones de covid-19.
Los autores concluyen que el rastreo intensivo de contactos no es posible cuando los sistemas de salud pública están abrumados. Esto nunca sucedió en Taiwán debido al éxito de sus estrategias, pero sí tuvo lugar, por ejemplo, en España, que vivió una dañina tercera ola de covid-19.
Taiwán: un oasis en mitad de la pandemia
El éxito en el control del virus ha hecho que Taiwán prospere como una burbuja de normalidad. La isla ha aprovechado su éxito pandémico para vender algo escaso: vida sin miedo al coronavirus. Los ciudadanos han vuelto a casa desde el extranjero, lo que ha contribuido a impulsar un auge económico.
Todos los días, los restaurantes, bares y cafeterías están llenos. Los edificios de oficinas repletos y en las escuelas se escuchan los gritos y las risas de los niños sin mascarilla. Se celebran espectáculos culturales, deportes en grandes estadios y hasta el desfile del Orgullo Gay consiguió concentrar en octubre a unas 130.000 personas en las calles de Taipei, la capital del país.
Si no fuera por los controles de tempertaura, la desinfección de manos y el uso de mascarillas en muchos lugares públicos (aunque no en las escuelas), no se notaría que el virus existe en Taiwán. Bueno, y por las restricciones para realizar vuelos internacionales.
Las fronteras de Taiwán han estado cerradas en su mayoría a los visitantes extranjeros desde la primavera pasada. Pero a los trabajadores no taiwaneses altamente calificados se les ha permitido ingresar bajo un programa de empleo de "tarjeta de oro", que el gobierno ha promovido agresivamente durante la pandemia. Desde el 31 de enero del año pasado, se han emitido más de 1.600 tarjetas de oro, cuatro veces más que en 2019.
Además, se le ha permitido la entrada a los taiwaneses que emigraron al extranjero y que han vuelto a la isla en busca de un paraíso: empresarios, estudiantes, jubilados y figuras conocidas. Alrededor de 270.000 taiwaneses más entraron en la isla de los que salieron en 2020, según las autoridades de inmigración. Unas cuatro veces la afluencia neta del año anterior.
Esta afluencia masiva ha ayudado a convertir a Taiwán en una de las economías de más rápido crecimiento del año pasado; de hecho, una de las pocas en expandirse. La economía creció más del 5 por ciento en el cuarto trimestre en comparación con el mismo período en 2019. El gobierno espera un crecimiento del 4,6 por ciento en 2021, que sería el ritmo más rápido en siete años.
El turismo nacional también está en auge. Los taiwaneses, que estaban acostumbrados a tomar vuelos cortos a Japón o al sudeste asiático, ahora están explorando su país. Uno de sus destinos de moda, Orchid Island, una pequeña isla rodeada de coral frente a la costa este de Taiwán, recibió tantos visitantes el verano pasado que los operadores de hoteles comenzaron una campaña alentándolos a llevarse dos libras de basura cuando se fueran.
Pero muchos se preguntan cuánto tiempo puede durar el estatus de Taiwán como una isla libre de covid-19, especialmente en medio de campañas de vacunación en otros lugares. El gobierno ha tardado en adquirir y distribuir vacunas, en parte porque ha habido muy poca necesidad de ellas. El gobierno anunció apenas este mes que había recibido su primer lote, para ser entregado en clínicas y hospitales.