La odisea para conseguir un pulmón en plena pandemia: “La llegada del covid nos hundió por completo”

Ricardo Vilar ha tenido que esperar 10 meses hasta que por fin le pudieron trasplantar un pulmón
El estallido de la pandemia redujo al mínimo las donaciones de órganos y los trasplantes se paralizaron
Con lágrimas en los ojos, Ricardo recuerda el sufrimiento que ha padecido en el último año. “Yo creía que ya no lo contaba. Un par de semanas y ya no habría podido aguantar más, estuve a punto de tirar la toalla”, relata.
Enfermo de fibrosis pulmonar, los médicos le dijeron que necesitaba urgente un trasplante de pulmón para salvar su vida. Una intervención se tenía que realizar en el hospital La Fe de Valencia, a tres horas de distancia de Cartagena, su lugar de residencia. “Nos comentaron que cuando llegara un pulmón todo tenía que ser muy rápido y que lo mejor era que nos trasladáramos temporalmente a Valencia”, explica Enriqueta Díaz, mujer de Ricardo.

Dicho y hecho, a finales de octubre de 2019, el matrimonio se mudó a un piso en Valencia desde el que se podía ver a través de las ventanas el hospital.
Con el paso de las semanas y los meses, el optimismo y la esperanza inicial de una pronta recuperación comenzaron a transformarse en incertidumbre. “En febrero nos avisaron de que había dos posibles pulmones, pero al final no se hizo el trasplante por un problema de infecciones en los donantes”, cuenta Enriqueta.
El pulmón deseado no llegaba y la salud de Ricardo seguía empeorando cuando estalló la pandemia de coronavirus. “La llegada de la covid nos hundió por completo”, asegura.
De repente el mundo se paró. Con toda la población confinada en sus viviendas, las víctimas por accidentes se redujeron al mínimo y dejaron de llegar órganos a los hospitales, paralizando los trasplantes. Pero la enfermedad de Ricardo seguía avanzando y cada vez tenía más dificultades para respirar. “Cada día iba a menos y se encontraba en un pozo”, asegura Enriqueta.
Con el matrimonio encerrado en un piso, sin ninguna ayuda, ella tenía que encargarse de cuidarlo y suministrarle el oxígeno. “El máximo que daba la botella era 15 y yo le daba 15 y el pedía más. Hemos pasado mucho miedo”, explica.
Desde la distancia, y a través del móvil, los únicos ánimos que recibían eran de sus hijos y sus nietos, que no podían desplazarse como consecuencia del estado de alarma.
Hasta en dos ocasiones, cuando la situación era límite, Ricardo fue ingresado en el hospital, pero en cuanto se recuperaba mínimamente, era enviado a casa para evitar cualquier riesgo de contagio.
Por fin llega un pulmón
El 28 de agosto, diez meses después de mudarse a Valencia, sonó el teléfono. Había llegado un pulmón y el trasplante era inminente. “Vino una ambulancia y en veinte minutos Ricardo estaba en el hospital”, recuerda Enriqueta, que tuvo que esperar sola, sin la compañía de ninguno de sus hijos, a que Ricardo saliera del quirófano.

Después de horas de intervención, el trasplante fue un éxito, pero una arritmia estuvo a punto de acabar con su vida. “Me pase varias semanas sin poder dormir. Un día tras otro durmiendo media hora, pero gracias a los médicos y a todos los sanitarios pude salir adelante, porque no dejaban de darme ánimos”, cuenta Ricardo.
Una vez superado el bache, Ricardo ha ido cumpliendo las etapas marcadas para su recuperación. “Ahora voy de película. El tratamiento, el gimnasio y el cuidado de los fisioterapeutas está yendo muy bien. Ya puedo hasta subir escaleras y cada día mejor”, asegura.
Si no hay ningún contratiempo, el próximo sábado llegará el momento más esperado para el matrimonio. “Le dan el alta a Ricardo, nos volvemos a casa y aunque sea de lejos podremos ver a la familia”, cuenta con una sonrisa Enriqueta.
Un año después, y con un nuevo pulmón, Ricardo ha recuperado las fuerzas y el ánimo para empezar su nueva vida. “Hay que tirar para adelante como sea”, asegura.