De operar en el Tíbet a hacerlo entre talibanes: nada frena al doctor de los récords

Diego González Rivas podría incluir su nombre en el libro Guinness: nadie ha operado, como él, en 103 países distintos
Se pasa la vida entre el quirófano y el avión con el objetivo de universalizar la técnica quirúrgica que él mismo inventó
Su vida está plagada de anécdotas: ha operado en países de extrema pobreza y en otros que sufren fuertes conflictos bélicos
Para él no existe lo imposible. Es capaz de dar la vuelta al planeta diez veces en un año. De realizar 800 operaciones en 365 días. De visitar países en guerra, lugares remotos con el objetivo de salvar vidas. De convertirse en un nómada sin residencia fija. De hacer todo lo que haga falta para expandir su técnica: una forma de operar que ha revolucionado el mundo de la cirugía.
Hablamos con el doctor Diego González Rivas cuando en Shanghai, donde ahora se encuentra, son las doce y diez de la noche. Nos atiende agotado, después de un día entero metido en el quirófano. Ha hecho cinco operaciones complicadas. En el Shanghai Pulmonary Hospital el volumen de trabajo es desmesurado. Solo en un día han hecho 85 operaciones. “Aquí se opera en un día lo que en España en un año”, asegura. Es la meca de la cirugía torácica. Y allí el doctor González es recibido como un héroe.
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Su técnica causa furor en todo el mundo, especialmente en China
Todo empezó en 2010, cuando trabajaba como médico en el hospital público de A Coruña. Fue allí donde, tras años de investigaciones, realizó la primera cirugía con la técnica Uniportal Vats. Con una única incisión, de apenas unos centímetros, logró extirpar un tumor de pulmón con éxito. Consiguió que el paciente se recuperase en un tiempo récord y minimizando los riesgos. Fue un hito en la historia de la medicina. Una hazaña que despertó el interés de cirujanos de todo el mundo.
Por eso, desde entonces, se dedica a compartir su sabiduría. Quiere que su técnica sea universal. En China, un país golpeado especialmente por el cáncer de pulmón debido a los altos niveles de polución, su forma de operar causa sensación. Hasta el Shanghai Pulmonary Hospital viajan cirujanos ansiosos de verlo en acción. Estos días está formando a unos 30. “Están flipando, no dan crédito con lo que están viendo”, nos cuenta. Solo allí ha entrenado a unos mil profesionales.

Nadie en la historia ha operado en más países que él
Su nombre está a punto de entrar en el libro Guinness de los récords. Nadie ha operado, como él, en 103 países distintos. Ha llevado su técnica a lugares recónditos. A Siberia, a Botswana, al Tíbet, a Kosovo… Y regularmente interviene en once hospitales del mundo. “A Kuwait, por ejemplo, voy cuatro veces al año”, asegura.
Pasa su vida entre aeropuertos y quirófanos. Trabaja hasta los fines de semana. El pasado, por ejemplo, hizo 7.000 kilómetros para operar el sábado en un lugar de China y el domingo en otro. La semana que viene iniciará una nueva gira por el mundo. No es algo que le asuste. Ya está acostumbrado. Empezará en Myanmar (Birmania). Desde allí viajará 18 horas a Ucrania. A continuación, a Bielorrusia. Para finalizar cruzará el charco hasta Orlando (EEUU) para volver, de nuevo, a China. Una vuelta que hará en apenas 15 días.
Desde hace cuatro años, el ritmo es tan intenso que ya no nota el ‘jet lag’. Dice que se ha hecho inmune a él. Y, por ahora, no tiene pensado bajar el ritmo. “Me planteo seguir así hasta que el cuerpo aguante. Lo que se está consiguiendo a nivel mundial es bestial”, explica. Su vocación por ayudar, por salvar vidas humanas, lo ha llevado a países donde ni siguiera hay instrumental para poder operar. A veces lo hace gratis. Incluso, le cuesta dinero. Pero dice que esos son los casos que más le llenan.
Prefiero coleccionar momentos y no cosas
“Prefiero coleccionar momentos y no cosas. Que te escriban dándote las gracias porque se han quedado contentos con tu trabajo es algo que no tiene precio”, explica. Tiene anécdotas para escribir un libro. Una de las que más le han emocionado últimamente ocurrió en Mongolia. Su visita a ese país fue retransmitida en los programas de televisión. Los familiares de la persona a la que operó estaban tan agradecidos que lo esperaron a la puerta del quirófano. Le llevaron un cuenco con unas bolas de queso de cabra. Un manjar para los lugareños. “Obviamente, me las tuve que comer”, confiesa entre risas.

En Bolivia, la familia de otro paciente le llevó comida y regalos al hotel. “Gente muy humilde, pero enormemente agradecida”, dice.

Escoltado por 100 soldados del ejército para hacer una operación en Pakistán
Su vida daría para escribir un guion de cine. Porque además de operar en sitios donde la pobreza es extrema, ha estado en países que sufren fuertes conflictos bélicos. Por ejemplo, en Peshawar (Pakistán). Esta ciudad, situada en la frontera con Afganistán, es una de las más peligrosas del mundo por los ataques de los talibanes. “Me llevaron al Khyber Pass. En los últimos 20 años no había accedido allí ningún extranjero”, cuenta el cirujano gallego.
Su traslado desde el aeropuerto hasta el hospital en el que debía realizar la operación se llevó a cabo con unas extremas medidas de seguridad. “El padre del cirujano que me invitó al curso es general del ejército. Me escoltaron 100 militares durante todo el trayecto para que no me ocurriese nada”, nos explica. Un guardaespaldas lo acompañó con un fusil de asalto, incluso, dentro del quirófano.

Siempre vuelve a casa por Navidad
Intenta venir a España cada cuatro meses. Pero su agenda, cerrada hasta septiembre de 2020, hace que cada vez pueda venir menos. Pero si hay una fecha que es sagrada para él es el 24 de diciembre. Ese día, todos los años, vuelve a su ciudad natal, A Coruña, para pasar la noche con su familia. La de esta ocasión será una visita relámpago porque el día 28 tiene que estar en Laos para dar una masterclass. “Me llamaron y no sé decir que no”, confiesa.

Intenta sacar tiempo para todo pero, con semejante ajetreo, poco tiempo le queda para surfear olas, su afición favorita. Menos para tener pareja e hijos, aunque les gustaría en un futuro. A sus 45 años ha sacrificado su vida personal. Pero su nombre figurará en letras mayúsculas en los libros de medicina.