Peligros del invierno y el frío para la salud

Cada vez que la temperatura baja, el riesgo de las personas más vulnerables ante las olas de frío es mayor
Los temblores y el adormecimiento de las extremidades son algunos de los síntomas que se experimentan en invierno
Personas mayores, con enfermedades crónicas o bebés forman parte de los colectivos que están más expuestos a los peligros asociados al frío
Estas semanas, el frío se va notando más. Quedan pocos días para entrar en el invierno, la estación más gélida de todas y que se caracteriza, principalmente, por un descenso de las temperaturas.
Los cambios meteorológicos también se traducen en alteraciones en nuestro organismo. Del mismo modo que experimentamos la sensación de estar agotados durante los meses de julio y agosto porque hace mucho calor, las heladas y olas de frío propias de estos tres meses venideros pueden causar temblores o adormecimiento de las extremidades.
Riesgos y grupos de población más vulnerables al frío
El riesgo de que la salud de una persona se vea comprometida con el frío tiene mucho que ver con si está más o menos aclimatada a las bajas temperaturas. Juega un papel importante la adaptación fisiológica del organismo, así como las condiciones de aislamiento de un hogar o los sistemas de calefacción de los que disponen las personas.
En este sentido, el riesgo es mayor cuando las temperaturas disminuyen. Cuando el termómetro está por debajo de los 5 grados, el riesgo es moderado, pero el peligro es mayor cuando estamos bajo cero.
Los grupos de población de mayor riesgo son las personas mayores (cuyo sistema inmunológico tiende a ser más débil, lo cual los expone más a posibles virus y bacterias y, debido a su edad avanzada, es más difícil que su organismo responda en su plena capacidad), los bebés (tampoco tienen un organismo suficientemente desarrollado para prepararse ante los cambios bruscos de temperatura) o las personas con enfermedades crónicas e inmunocomprometidas.
También se ven afectados por el frío las personas con movilidad reducida, las que trabajan al aire libre, las mujeres embarazadas (ya que, durante la gestación, su cuerpo experimenta muchos cambios) y también todos aquellos ciudadanos que se encuentran en una situación de precariedad y no tienen hogar.
Peligros derivados del invierno y el frío
Uno de los principales peligros del invierno es la hipotermia, que es el descenso de la temperatura corporal por debajo de los 35ºC. Suele producirse cuando se ha dado una larga exposición al frío, de modo que el cuerpo pierde más calor del que genera. Los síntomas más frecuentes son los temblores, la dificultad para hablar, razonar y moverse, el agotamiento, la somnolencia, la piel roja o la confusión.
Otra consecuencia del frío puede ser la congelación, que puede ocasionar daños y lesiones muy importantes en algunas extremidades, como los dedos de los pies o las manos, la nariz o las orejas. El principal riesgo es que el congelamiento sea tal que la lesión que cause obligue a realizar una amputación. Los signos que apuntan a una congelación son el entumecimiento de la piel, piel blanca o amarillenta y dolor y adormecimiento de la piel.
En tercer lugar, los virus respiratorios circulan con más facilidad durante los meses de invierno, puesto que las personas tienden a estar en espacios cerrados y eso facilita la transmisión. Bronquitis, amigdalitis, neumonía, catarros, gripe o coronavirus pueden ser los más frecuentes. Además, en esta época, las defensas suelen estar más bajas.
Como cuarto elemento a tener en cuenta, los infartos de miocardio y los derrames cerebrales tienen más posibilidades de producirse en invierno. Esto se debe a que los vasos sanguíneos se contraen para poder mantener el calor.
Medidas de precaución
Debido a las bajas temperaturas, es importante llevar las prendas adecuadas para que nos abriguen bien y nos protejan del frío. Para salir de casa, si hace mucho frío, es importante usar guantes, un gorro, una bufanda, abrigo y varias capas de ropa (por ejemplo, podemos llevar una camiseta térmica debajo de un jersey).
Otro ámbito que también ayuda a proporcionar calor al cuerpo es la alimentación. Sopas o verduras son algunos de los platos que se recomiendan cuando las temperaturas son bajas, o por ejemplo también las bebidas calientes (café, té, leche con cacao…).
Finalmente, es importante pasar el menor tiempo posible en el exterior y resguardarse en casa con la calefacción puesta, a una temperatura en la que el domicilio oscile entre los 18 y los 22 grados. Seguir estos consejos, además de mantener una buena alimentación, hidratación, ejercicio físico e higiene personal, ayudará a prevenir los peligros del invierno y el frío.