¿Por qué es importante el análisis de aguas fecales para controlar la epidemia?

El estudio de las aguas fecales monitoriza la cantidad de SARS-CoV-2 que expulsa la población a través de las heces
Un muestreo sistemático y de sectores concretos puede ayudar a localizar brotes que pasan desapercibidos por su gran número de asintomáticos
Cuando saltaron las primeras noticias avisando que se había detectado el coronavirus en aguas residuales, lo más llamativo fue descubrir que el virus llevaba circulando mucho más tiempo de lo sospechado. Con el paso de los meses e inmersos todavía en la pandemia de la COVID-19, este curioso análisis puede ser clave para 'atajar' los rebrotes de la segunda ola.
A pesar de que la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 es respiratoria, se ha demostrado que hay grandes cantidades de genoma del coronavirus en las heces de los infectados. Tras 'desaparecer' por el retrete, éstas llegan al sistema de alcantarillado. Así, el análisis de estas aguas fecales puede ser una potencial herramienta de alerta precoz, ya que pueden ayudar a estimar la carga viral de un sector concreto.
El objetivo: detectar brotes 'ocultos'
Precisamente, estudios como el publicado en junio por la Universitat de Barcelona han dibujado paralelismos entre el aumento de la presencia del virus en las aguas negras con el incremento de casos entre la población.
Por ello, el estudio sistemático y continuado de las aguas fecales puede ser un indicador de si hay transmisión comunitaria del virus en un barrio o municipio. La bajada o la subida de los niveles de SARS-CoV-2 sirve así para monitorizar la evolución de la pandemia. También puede ayudar a detectar brotes que se pueden estar pasando por alto, especialmente aquellos con muchos casos asintomáticos asociados.
Un grupo de expertos españoles, que reúne a especialistas cómo Alfonso García Sastre, Alfredo Corell, Juan José Badiola o Juan González Armengol, aboga porque este indicador sirva para determinar medidas extraordinarias en zonas dónde se detecta una alta presencia del virus.
El análisis continuo puede ayudar a detectar brotes que pasan desapercibidos por la gran cantidad de asintomáticos
Ellos recomiendan dividir el sistema de aguas residuales por barrios o zonas básicas de salud, para poder atajar la transmisión comunitaria "desde la raíz". Si se detectara una cantidad alta de SARS-CoV-2, se procedería a hacer PCR de forma sistemática en el área afectada, para rastrear con mayor exactitud a los posibles positivos y sus contactos.
Los Ministerios de Transición Ecológica y Sanidad coordinan un proyecto estatal de vigilancia para alerta temprana, llamado VATar-COVID-19. Sin embargo, es un sistema que está en desarrollo -según los últimos datos se han estudiado una treintena de depuradoras en Comunidad de Madrid, País Vasco, Galicia, Extremadura, Navarra y Asturias-. Además, al abarcar zonas más amplias que barrios o distritos concretos, los datos recogidos son menos útiles a la hora de aplicar medidas localizadas para frenar la extensión del virus.
¿Cómo se hace el muestreo y análisis de aguas?
Cómo señalábamos, la clave es delimitar ciertos sectores a la hora de tomar las muestras, para analizar y gestionar la evolución de la pandemia de forma localizada. Asimismo, se puede optar por monitorizar edificios críticos y de riesgo elevado, como residencias, hospitales o centros de día.
Por ejemplo, Canal de Isabel II, gestora del sistema de aguas madrileño, ha establecido un mapa de 290 puntos de muestreo en redes de alcantarillado y estaciones depuradoras. En este caso, las muestras se analizan una vez a la semana. El entramado abastece a la capital española y a otros 135 municipios, es decir, unos 6,7 millones de habitantes. Mediante este proceso, la Comunidad de Madrid había detectado niveles altos de coronavirus en las aguas residuales de hasta 28 zonas de la región a principios de agosto. El proyecto consta de dos fases: la actual, con una duración de tres meses, y una segunda, que arrancará en otoño, que durará seis.
El sistema de saneamiento debe dividirse por sectores, para aplicar medidas de forma localizada
La forma en la que se detecta los fragmentos víricos del virus es, al igual que en los humanos, mediante pruebas PCR. Éste es un método molecular basado en la detección del ARN o genoma del virus SARS-CoV-2, en este caso, a partir de muestras de agua. Los datos son cuantitativos, es decir, miden la "cantidad" del patógeno presente. Después, los datos se vuelcan en una base de datos accesible a los responsables sanitarios. Los expertos españoles mencionados más arriba recomiendan que esta información también esté disponible para el público general, para promover la transparencia y las actitudes responsables.
¿Con qué frecuencia hay que hacer estos análisis?
Cómo explicábamos, algunas ciudades como Zaragoza, Murcia, Barcelona, Valencia o Madrid ya han realizado pruebas de este tipo. Pero muchos de los estudios que se han hecho han sido de carácter puntual o cuando ya había sospechas de un brote. Precisamente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalaba hace unos días que, para considerarse eficaces, este tipo de análisis "requiere un muestreo frecuente para obtener datos procesables".
Por ello, García Sastre y otros especialistas consideran que estos análisis deberían hacerse "de forma sistemática y recurrente" en todos los sistemas hídricos nacionales. Idealmente deberían tomarse las muestras en días alternos y realizar análisis cada semana de dichas muestras.
¿Pueden ser las aguas fecales un foco de contagio?
Asimismo, surgieron muchas dudas, cuando se dieron las primeras alarmas de la presencia del virus en aguas residuales, sobre si este se trasmitía por este medio. Diversos estudios, así como la OMS, han señalado que no se expande por los sistemas de alcantarillado. El SARS-CoV-2 deja rastro de su presencia, lo que puede ser útil como herramienta de medición epidemiológica, pero esta 'huella' no tiene capacidad de infección.
Desde organizaciones cómo el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) también han determinado que el patógeno no sobrevive a los procesos de desinfección a los que se somete el agua en las depuradoras. Por lo tanto, el agua regenerada -que se reutiliza en actuaciones donde no sea necesario el consumo de agua potable como el riego de jardines o cultivos- tampoco puede tener carga vírica, si se trata de forma adecuada.