Rosa sopla sus cien velas en el balcón: “Quería pasar desapercibida y resulta que revolucioné el barrio”

Sus vecinos decidieron darle una emotiva sorpresa desde sus ventanas el día que cumplió un siglo de vida
No faltaron pancartas, globos, tarta, flores y sirenas de policía: “ahora lo único que me falta es salir por la tele”, cuenta Rosa a NIUS
Si preguntan por Rosa Godoy en el barrio de As Travesas, en Vigo, todos les dirán lo mismo. “Es una señora entrañable”. Su asombrosa vitalidad y su generosidad hacen de ella toda una institución. Por eso, cuando sus vecinos se enteraron que el 6 de abril de 2020 cumplía cien años pensaron que había que organizarle una gran sorpresa.
Con el confinamiento activo, no había demasiados escenarios para ubicar la celebración. El balcón era la mejor y la única opción. Por eso, tras los aplausos de los últimos días, los vecinos de su bloque fueron urdiendo un plan para sorprenderla. Sabían que a las ocho de la tarde, la centenaria saldría puntualmente a su ventana. Ese tenía que ser el momento.
Entonces, instantes antes de la salida diaria, engalanaron sus ventanas con pancartas y globos. Antes habían llamado a la Policía Nacional para que hiciera ruido con sus sirenas. “Cuando salí, pensé que el tema no iba conmigo. Luego ya leí un cartel que ponía feliz cumpleaños y vi la tarta. Yo quería pasar desapercibida y resulta que revolucioné el barrio”, cuenta Rosa Godoy a NIUS.
Durante la media hora que duró la reunión vecinal, Rosa tuvo tiempo para contemplar a todas las personas que salían a aplaudirle desde los bloques de enfrente. También, para emocionarse. Y para dar las gracias mil veces. “Aplaudieron a rabiar. Había personas que ni conozco. No sabía que tenía semejante popularidad, debo ser más famosa que Carracuca. Ahora lo único que me falta es salir por la tele”, bromea esta centenaria.


La abuela del barrio
Horas antes de esta celebración, Rosa había querido sorprender ella misma a los que viven en su edificio. “Compró bombones y los metió en unas bolsitas, cada una con el nombre de un vecino. Luego, le pidió a la señora que le ayuda en casa que los colgase por las puertas de los doce que vivimos en el edificio”, cuenta Diego Rodas, el vecino del segundo.
Por detalles como este, Rosa se ha ido ganando el cariño del vecindario en el que lleva 33 años viviendo. “Se hace querer, empatiza con los niños, con las mascotas, y nunca pone problemas por nada”. Extrabajadora de la banca, soltera y sin hijos, Rosa goza de una salud de hierro. Tanto física como mentalmente. Tanto es así, que antes de que la cuarentena la obligase a vivir encerrada, no perdonaba un paseo diario y acudía semanalmente a la peluquería. “Tiene una memoria prodigiosa y le encanta leer. De hecho, habíamos hecho una colecta entre los vecinos para regalarle unos libros, pero como era imposible comprarlos… Al final le compramos un ramo de flores”, comenta.
Rosa cuenta que su siglo de vida le ha pasado volando y que todavía no se cree que haya soplado las cien velas. Desde 1920 nadie le había organizado semejante celebración: “Es la sorpresa más emotiva que me han hecho en la vida”.