¿Qué sabemos y qué desconocemos aún sobre la COVID-19 y los niños?

La comunidad científica apunta a que los casos en niños son menos graves: apenas hay hospitalizaciones o defunciones
Lo que no está claro es su capacidad como contagiadores del virus, especialmente en los casos asintomáticos
Con el regreso a las aulas a la vuelta de la esquina, la preocupación de padres y autoridades por si surgirán nuevos brotes de la COVID-19 en los centros sigue ahí. En los últimos meses el número de estudios entorno a los menores y la enfermedad ha aumentado, aunque en muchos casos los tamaños de las muestras hacen difícil de extrapolar los datos.
¿Cómo afecta el coronavirus a los niños?
Según lo que apuntan diferentes estadísticas, el SARS-CoV-2 ha tenido un impacto menor en las poblaciones por debajo de los 18 años. Lo mismo ha ocurrido con enfermedades similares como el MERS. De acuerdo con datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), solo el 4% de los casos recogidos en la UE y Reino Unido han sido en menores.
El consenso científico también es que el número de casos graves entre niños es pequeño y el tiempo de recuperación es más rápido que en adultos. Por ejemplo, un análisis del Hospital Vall d´Hebrón (Barcelona), mostró el que 81% de los pacientes pediátricos confirmados en Cataluña entre el 1 de marzo y el 31 de mayo -163 menores- tuvieron síntomas poco graves, que no requirieron hospitalización.
Un estudio en Cataluña apunta a que el 81% de los niños presentan síntomas leves
Los fallecimientos también se dan de forma excepcional, solo en niños con afecciones previas graves. De hecho, en los datos reportados al ECDC solo un 0,03% de los casos en niños tuvieron un desenlace fatal -muy por debajo de la media de 5,8% a partir de los 19 años-.
Cabe destacar que, en pleno pico de la pandemia, varios países europeos, incluido España, empezaron a contabilizar casos con síntomas compatibles a los del síndrome de Kawasaki en niños con coronavirus. Se trata de una inflamación de las arterias, especialmente de las coronarias, que pueden conducir a una insuficiencia multiorgánica. Los síntomas incluyen fiebre, dolor abdominal, diarrea, vómitos, ojos rojos y descamación de la piel.
Sin embargo, estudios posteriores cómo el realizado por el Imperial College de Londres concluyeron que se trataba de una nueva patología, cuyas siglas son PIMS-TS. Esta enfermedad se ha asociado temporalmente a la COVID-19.
¿Los niños se contagian tanto como los mayores? ¿Y contagian más a otros?
En la última ronda del estudio de seroprevalencia en España -publicado en julio-, entre los menores de 19 años el porcentaje de personas que habían desarrollado anticuerpos era menor del 4,1% en todos los tramos de edad. Una cifra inferior al de grupos de edad superiores a los 20 años, que mostraban tasas de seroprevalencia de entre el 4,3% y el 7,7%.
En la misma línea, un estudio publicado en Nature con datos de países como China, Italia o Corea del Sur, apuntaba a que los menores de 20 años tienen la mitad de posibilidades de infectarse que los adultos, y los síntomas clínicos solo se manifiestan en el 21%.
Es decir, existen dos posibilidades: que este colectivo haya estado menos en contacto con el virus o que sean menos propensos a contraer la enfermedad. Los científicos han planteado diferentes hipótesis en torno a esta cuestión. Una explicación sería que el sistema inmune de los niños es más efectivo que el los adultos o los mayores. Otra, que su contacto más habitual con otros coronavirus endémicos -como los que provocan el resfriado- les genere la denominada ‘inmunidad cruzada’.
En cuanto a la capacidad de los niños de ser vectores de la enfermedad, las evidencias son contradictorias. Por ejemplo, en Francia, un niño infectado de 9 años, que estuvo en contacto con 172 personas, no contagió a ninguno de ellos, a pesar de tener síntomas.
Los datos sobre la capacidad de contagio de los niños no son concluyentes, especialmente entre los asintomáticos
Una explicación para ello sería que al presentar síntomas más leves -por ejemplo, expulsar menos esputos, con carga viral- contagian menos. Otra investigación en Cataluña, esta vez del Hospital Sant Joan de Déu, apunta a que la tasa de transmisión de los más pequeños es de un 0,3. Esto supone una capacidad 6 veces inferior a la presentada por la población general de los campamentos de verano en las que se hizo este análisis. En esta muestra de 1.900 personas, solo 30 niños dieron positivo en PCR y, entre los 253 contactos que tuvieron, hubo 12 contagios -lo que equivale al 4,7%-.
Sin embargo, otros estudios apuntan a que la capacidad de transmisión de niños con síntomas es similar a la de los adultos con ellos. De hecho, se han reportado rebrotes en zonas dónde la mayoría de infectados han sido niños, cómo en un colegio de Jerusalén (Isarel), dónde se confirmaron 154 pacientes pediátricos. O el ocurrido en un campamento de verano en Georgia (EE.UU.), en el que al menos 260 de los 344 campistas, de entre 6 y 19 años, se infectaron. En estos casos, lo que no está claro es si la transmisión fue entre niños o de niños a adultos o viceversa.
En esta línea, un estudio surcoreano, publicado recientemente en la revista JAMA de pediatría, con una muestra de 91 niños, apunta a que el virus fue detectable durante un promedio de aproximadamente dos semanas y media. Una quinta parte de los asintomáticos y la mitad de los que habían tenido signos de la COVID-19 tenían carga viral tres semanas después de las primeras pruebas. Esto hace pensar que los niños son vectores de transmisión durante más tiempo de lo que se creía.
Por otra parte, no se ha demostrado si los asintomáticos diseminan diferentes cantidades del virus respecto a los que padecen síntomas -una duda que también hay con los adultos-. A lo que sí aluden diferentes estudios es que, en muchos casos, la infección en niños pasa inadvertida, debido a la falta de síntomas o a su carácter leve. Lo que sería susceptible de provocar una transmisión comunitaria, si no se aísla dicho positivo. De ahí la preocupación de muchos expertos sobre la reapertura de los colegios.
¿Cómo es el contagio entre niños? ¿Y de niños hacia mayores y viceversa?
En igualdad de condiciones, dado que los niños tienden a hacer más contactos sociales que los adultos, los primeros deberían contribuir más a la transmisión. Pero el cierre de las escuelas en muchos países ha complicado la posibilidad de hacer mediciones más exactas. Hasta que la reanudación del curso escolar de forma presencial no se extienda será difícil tener mejores datos sobre el comportamiento del SARS-CoV-2 en el contexto de los centros educativos.
Lo cierto es que a medida que se ha incrementado la capacidad de hacer PCR se ha demostrado que los casos entre menores son más habituales de lo que se creía. En España, según el último estudio de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RNVE), desde finales de julio se ha dado un aumento significativo de positivos en los menores de 15 años.
De hecho, en algunos países en los que los colegios han reabierto, como Alemania, sí que se han encontrado brotes en los centros de estudio. Es el caso de Berlín, donde se han contabilizado al menos 41 colegios -de 825 centros- con algún caso.
La reapertura de las escuelas puede ser una oportunidad para entender el comportamiento del SARS-CoV-2 en entornos con muchos menores
Aunque, desde el Centro Europeo de Control de Enfermedades apuntan que los estudios realizados hacen pensar que en las escuelas no habría mayor peligro de contagio que en otros espacios con una densidad de población similar, si se utilizan las medidas adecuadas.
Lo que no está claro, de nuevo, es si estos contagios proceden del entorno escolar o familiar, ya que se ha tratado de positivos aislados en su mayoría. Además, los casos de niños se descubren muchas veces cuando un adulto de la casa da positivo y se asumen que los pequeños son los contagios secundarios.
La evidencia en este aspecto es limitada. Aunque, algunos estudios como el liderado por el Hospital Vall d'Hebrón (Barcelona), apuntan a que el contagio de niños a adultos es muy limitado. La investigación concluyó que sólo un 3,4% de los pacientes pediátricos confirmados en Cataluña entre el 1 de marzo y el 31 de mayo transmitieron el SARS-Cov-2 a su núcleo familiar. Es decir, 3 niños fueron vectores en una muestra de 163.