Crónica en primera persona de un médico vacunado contra la covid: "Cuando el inicio del fin del dolor apenas duele"

El doctor Pablo Serrano Morón cuenta a NIUS en primera persona cómo es vacunarse contra la covid-19
El chat del centro de salud echaba humo desde hacía horas. La nevada exigía una nueva organización pues muchos compañeros no llegarían a su puesto de trabajo al vivir en zonas de imposible acceso en transporte público. "Yo iré en metro". "Si es necesario voy andando, no creo que tarde más de una hora o así". "Yo, imposible". A lo largo de la tarde fuimos anunciando nuestra disponibilidad y poco después nos anunciaron: "Las vacunaciones que se iban a hacer mañana en el Federica (el centro de salud al lado del nuestro en el que se realiza la vacunación a residencias) se van a aplazar y, si queremos, pueden ocupar esos huecos con nosotros". Uno a uno fuimos diciendo que sí, que queríamos esos huecos, que nos apuntasen. Y allí fuimos.
Al día siguiente, se acercó la directora de centro con el consentimiento informado para firmar en el que nos mencionaban los efectos secundarios (muy similares a cualquier otra vacuna) que nos podía provocar. Inés, la residente que está conmigo en la consulta, y yo coincidimos en lo raro que es que te den un consentimiento para firmar antes de una vacuna. Normalmente no se hace. El consentimiento es verbal y así se refleja en la historia. Pero esto es diferente. Lo sabemos y por eso lo asumimos sin problema.
"Algo de miedo y la seguridad de que todo va a ir bien"
A la hora a la que nos citan acudimos un grupo de profesionales del centro de salud. En el momento no lo pensamos, pero reconocemos todos, o casi, que tenemos algo de miedo. O de algún sentimiento parecido, seguro que no tan intenso. Y a la vez la seguridad de que todo va a ir bien, de que es una vacuna más. Es entonces cuando caigo en la cuenta de todo el daño que han hecho los antivacunas, de que por mucho que quieras ser impermeable a toda esa basura negacionista y que creas en la seguridad de las vacunas, en la responsabilidad de las agencias del medicamento, en la ciencia misma, siempre algo, por pequeño que sea, penetra en la armadura intelectual que has construido. Al menos en mi caso... Tal vez mi armadura no es tan dura como creo.
Pero luego, racionalmente, sé que todo va ir bien, que lo que de verdad daba miedo eran las noches en las que no dormimos pensando en los pacientes, en los huecos que en esta Navidad ha habido en algunas mesas. Lo que de verdad daba miedo es la enfermedad. Lo que aún da miedo: acabar en la UCI, hacer una llamada y que sea la última, contagiar a tu familia, que te falte el aire y pueda ser el covid. Eso es lo que da miedo y no una vacuna testada y aprobada por las autoridades sanitarias.
Me gustaría decir que pensé en todo esto mientras me vacunaban. Sería más épico, pero no fue así . Pensé solo que no dolía apenas y que casi no me había enterado. Había sido tan rápido que uno no se entera.
Es curioso, sé que queda aún mucho para controlar la pandemia, pero lo único que noté al ponerme la vacuna, esta especie de antorcha que nos guía hacia el fin del dolor, es que apenas duele. Que el comienzo del fin del dolor apenas duele.
Pablo Serrano Morón es médico de familia del Centro de Salud Rafael Alberti.