La niebla de la guerra: lo que sabemos y no sabemos del coronavirus

¿Cómo se contagia? ¿Quién lo contagia? ¿Hay tratamiento? ¿Habrá inmunidad? ...
Cuatro meses después hay más incógnitas que certezas sobre el SARS-CoV-2
Habrá que tomar decisiones importantes antes de tener todas las respuestas, advierten los epidemiólogos
Si la lucha contra el coronavirus es comparable a una guerra -como suelen repetir los líderes políticos-, la fase actual encaja con aquel término de estrategia militar acuñado por Clausewitz: la niebla de la guerra. El momento de confusión e incertidumbre en la batalla. Nadie sabe por dónde vienen los disparos ni conoce la potencia del enemigo.
La niebla de la guerra se disipa con la inteligencia militar o, en otras palabras, con buena información. Tres meses después de la identificación del “enemigo”, el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 cuya secuencia genética se publicó el 11 de enero, un ejército mundial de científicos trabaja a destajo para despejar la niebla resolver incógnitas y derrotarlo. A estas alturas es tanto o más lo que se desconoce como lo que se conoce:
No tenemos claro el origen del virus. La hipótesis principal dice que el virus saltó de los murciélagos a los humanos, tal vez a través de una especie intermedia. Emergió oficialmente en China, en las inmediaciones de un mercado de la ciudad de Wuhan a finales de 2019. Alguna teoría conspirativa apunta a que el virus pudo escaparse de un laboratorio de investigación de esa ciudad. Por ahora no hay pruebas.
Sí sabemos que el coronavirus no ha sido fabricado en un laboratorio. Toda la evidencia científica confirma el origen natural del virus y descarta que sea un diseño artificial.
No sabemos por qué afecta a unos mucho y a otros nada. Hay contagiados que no presentan síntomas, aunque se desconoce qué porcentaje. El 80% padece síntomas leves. Y un 5% fallece. ¿Por qué? La clave parece estar en cómo funciona el sistema inmunitario de cada uno.
Sí sabemos que se ceba con los mayores. La evidencia en este caso es abrumadora. En España, el 80% de los fallecidos tiene más de 70 años y el 95% algún tipo de patología previa. Ademas de personas inmunodeprimidas, parece afectar más a hipertensos, diabéticos y obesos, pero no a asmáticos.
No sabemos por qué castiga más a los hombres que a las mujeres. Hasta la fecha las cifras de mortalidad son mayores entre hombres que entre mujeres, pero no sabemos por qué.
Sí sabemos cómo mata, (pero no en todos los casos). El virus provoca en algunos pacientes una respuesta inmune exagerada, la 'tormenta de citoquinas". Generan una inflamación descontrolada que mata las células pulmonares. Pero también se están descubriendo el efecto devastador del virus fuera de los pulmones, en el sistema cardiovascular, los riñones e incluso el cerebro.
Sí sabemos cómo se transmite. Por el contacto directo con las secreciones respiratorias que un infectado producen al toser. También por tocar con las manos objetos contaminados con esas secreciones, si después uno se lleva las manos a la boca, la nariz o los ojos. Por eso es fundamental, lavarse o desinfectarse con frecuencia las manos.
No sabemos si se transmite por el aire al hablar. Además de expulsarlo con la tos y secreciones nasales, se empieza a investigar si se contagia a través de las micropartículas que expulsamos al hablar y si estas tienen la carga viral suficiente. No hay nada confirmado.
Sí sabemos lo que el virus aguanta fuera del cuerpo. Distintos estudios estiman que el virus puede resistir hasta tres días en plástico y acero, cuatro horas en cobre y cartón y hasta tres horas en el aire. Sin embargo, en todos los casos pierde virulencia en mucho menos tiempo.
No sabemos exactamente quién lo transmite. Por supuesto, los enfermos con síntomas, pero en el último mes ha ido ganando terreno la hipótesis de que personas sin síntomas, o antes de tener síntomas, pueden contagiar la enfermedad.
Creemos saber que el virus se contagia desde muy pronto. Varios estudios indican que una persona puede contagiar desde una fase inicial de la infección, cuando el coronavirus está en las vías respiratorias superiores.
Sí sabemos (ahora) que las mascarillas sirven. La evidencia creciente sobre el contagio por parte de asintomáticos ha llevado a los organismos de salud pública a recomendar la mascarilla "higiénica" como barrera en situaciones de proximidad social. No son necesarias, en estos casos, las mascarillas sanitarias que deben llevar quienes están en contacto frecuente con enfermos.
Sabemos el factor de transmisión. Sin distanciamiento social, un infectado contagia de media a entre dos y tres personas; más que la gripe estacional y menos, por ejemplo, que el sarampión (cada infectado contagia a 15 de media). Este número llamado R0, o número básico de reproducción, debe estar por debajo de 1 para que se reduzca la epidemia.
Sí sabemos (aproximadamente) cuánto dura la infección. Unos 14 días después de los síntomas en los pacientes leves. No se sabe durante cuánto tiempo un infectado es contagioso. Una investigación indica que el contagio decae a partir del día 10 tras los síntomas. Estudiosos chinos han detectado el virus hasta 37 días después.
No sabemos si el enfermo desarrolla inmunidad. Ensayos en animales y la experiencia con coronavirus anteriores hacen prever a los científicos que el contagiado desarrolle inmunidad durante un cierto tiempo.
No sabemos si un enfermo puede reinfectarse. En Corea del Sur investigan supuestas “reinfecciones”. La mayoría de los científicos lo atribuyen a fallos en las pruebas. Pero un estudio chino sugiere que hay pacientes con síntomas tan leves que no llegan a desarrollar anticuerpos y, por tanto, no se vuelven inmunes.
No sabemos la tasa de mortalidad. Los epidemiólogos creen que la tasa de mortalidad del SARS-CoV-2 -fallecimientos por contagiados- se irá reduciendo a medida que tengamos una idea aproximada del número total de contagiados. Ahora se sitúa por encima de la gripe común, pero por debajo del SARS1 o el ébola.
No sabemos si hay un tratamiento eficaz. Hay ensayos con medicamentos contra la malaria, contra el sida, contra el ébola, con un antireumatoide… Una de las terapias más esperanzadoras hasta la fecha es la transfusión de plasma con anticuerpos de una persona que ha superado el Covid-19 a otra enferma.
No sabemos si funcionará una vacuna. Los virólogos confían en desarrollar una vacuna, pero nunca se llegó a probar en humanos la vacuna contra coronavirus anteriores como el SARS o el MERS. Además, hay virus para los que no existe vacuna, como el VIH del sida. En otros casos, la vacuna sólo ofrece una protección parcial, como en la gripe estacional y los resfriados comunes.
No sabemos cuándo llegará una vacuna. Hay más de un centenar de proyectos en marcha en todo el mundo. Dos ya han comenzado los ensayos en humanos. La OMS cree que no habrá una vacuna eficaz y segura antes de 18 meses, la fundación internacional de vacunas CEPI calcula que puede haber una a principios de 2021.
No sabemos si decaerá en verano. En principio, el sol, el calor y la radiación ultravioleta perjudican la transmisión de los virus respiratorios, pero no hay suficiente evidencia científica para prever que eso vaya a suceder con el SARS-CoV-2. Algunos investigadores pronostican que la incidencia puede bajar en verano y resurgir en invierno, como ocurrió con la gripe del 18.
No sabemos cuánta gente se ha infectado de Covid-19. Los casos confirmados en el mundo superan los dos millones, pero los epidemiólogos sospechan que otros muchos millones -hasta 10 veces más- han pasado la enfermedad con síntomas leves y sin que se les haya hecho la prueba.
No sabemos cuánta gente ha muerto. Los criterios para contabilizar la muerte por coronavirus difieren de unos países a otros. España sólo cuentan los que han dado positivo en la prueba. En Francia hasta hace unos días sólo contaban los de hospitales. Contabilizar ahora fallecidos sin test, con patologías previas y síntomas tan comunes como tos y fiebre nos llevaría a un terreno impreciso, argumenta Sanidad.
Y en España sabemos aún menos... La recopilación y comunicación de datos desde comunidades autónomas, registros y Gobierno ha sido tan deficiente que el Ejecutivo ha tenido que aclarar los criterios vía BOE semanas después del inicio de la epidemia. A mediados de abril ronda los 200.000 positivos y 20.000 fallecidos.
No sabemos cómo entró el coronavirus en España. Durante semanas, Sanidad confió en que el virus estaba controlado porque sólo detectaba casos importados que se aislaban. Ahora admite que la explosión de contagios se debió producir entre finales de febrero y principios de marzo. Pero a mediados de febrero ya se diagnosticaron casos vinculados a Torrejón de Ardoz. Si es así, el virus debía estar circulando desde días atrás.
No sabemos cuándo terminará el confinamiento. El epidemiólogo de Hong Kong, Gabriel Leung, insiste en que las decisiones políticas deben tomarse basándose en “datos robustos” -justo lo que nos falta-. Recomienda abrir y cerrar el confinamiento en función de las variaciones en el ritmo de contagio: como si le tomáramos la temperatura a diario a todo el país y, si sube la fiebre, lo encerramos unos días en casa hasta que baje. Otro epidemiólogo de referencia, Mark Lipsitch de Harvard, augura que viviremos con más o menos restricciones hasta 2022.
Y ¿qué hacemos mientras esperamos las respuestas? “Hace falta más investigación científica en todos los aspectos del nuevo virus”, dice Lipsitch. “Pero en esta pandemia, como en las anteriores, deben tomarse decisiones con grandes consecuencias antes de que se obtengan datos definitivos. No actuar ante la incertidumbre es una conducta racional, excepto en las enfermedades infecciosas". Avanzar a tientas en medio de la niebla de esta guerra global contra un enemigo invisible.