Una boda y siete funerales: el foco que desencadenó tres brotes masivos en cientos de kilómetros a la redonda


Los participantes desatendieron todas las recomendaciones para mitigar el contagio
El contagio se propagó de un pueblo a una residencia de ancianos y una prisión a 300 kilómetros
Ninguno de los fallecidos había estado presente en la boda
Si alguien necesita más pruebas del riesgo que suponen las reuniones numerosas en espacios cerrados, aquí va otra: Una boda a la que acudieron 55 personas en un pueblo de Maine (Estados Unidos) se convirtió en un evento que dispersó el coronavirus no sólo entre la gente de la localidad, también lo llevó a una residencia de ancianos a 150 kilómetros y, aún más allá, a una prisión a 300 kilómetros del pueblo.
Los investigadores del Centro de Control de Enfermedades (CDC) han detectado 177 casos positivos de covid a raíz de la boda, el triple de los que acudieron a la celebración. Y lo peor: siete hospitalizaciones y siete fallecimientos por coronavirus. A partir del brote “nodriza” se desencadenaron brotes sucesivos y distantes; pacientes de casos primarios pasaron el virus a otros secundarios y estos a terceros como si fuera una bomba de racimo infecciosa expandiéndose por Nueva Inglaterra (ver gráfico al final).
Los autores que acaban de publicar este estudio de supercontagio también llaman la atención sobre el incumplimiento reiterado de las recomendaciones del CDC para frenar la propagación del coronavirus. Ni se respetaron los límites de aforo ni la distancia social ni se usaron mascarillas ni los afectados, en muchos casos, guardaron cuarentena cuando ya padecían síntomas o habían estado en contacto con un positivo.
Todo empezó un 7 de agosto
El 12 de agosto el CDC de Maine tuvo noticia de dos casos positivos por PCR. Eran dos personas que habían acudido a una boda el 7 de agosto. Cuatro días después del evento habían empezado a tener fiebre, tos e irritación de garganta. A estas dos personas se sumaron otras tres un par de días después. También habían acudido a la boda. El CDC decidió investigar a fondo. El asunto cumplía todos los requisitos de un brote: tres o más positivos con PCR en menos de 14 días de personas de diferentes hogares vinculadas a un único lugar o evento.
La boda, a la que acudieron 55 personas, se celebró el 7 de agosto en un pueblo de 4.500 personas de Maine donde, hasta esa fecha, no se había registrado ningún caso de covid. La incidencia en todo el condado también era relativamente baja, de 97 casos por 100.000 habitantes. Por razones de privacidad, el estudio omite toda identificación de las personal.
La víspera de la boda, la novia, el novio y la familia del novio (siete personas) viajaron desde California a Maine. Al poco de llegar recibieron el resultado negativo de sus test de covid, de manera que no tuvieron que guardar la cuarentena de 14 días fijada por las órdenes de la gobernadora de Maine.
El contagiador inicial
El paciente índice, el caso del que se cree que proceden los demás, fue un residente de Maine invitado a la boda. Al día siguiente ya empezó con síntomas de fiebre, tos y fatiga y cinco días después un análisis confirmó el positivo por SARS-CoV-2. En esos primeros días, otras 24 personas que estuvieron en la celebración dieron también positivo. Las autoridades sanitarias abrieron una inspección al local de la boda para comprobar si se habían cumplido las recomendaciones relativas al covid.
En interior, sin mascarilla ni distancia
La boda se celebró en un interior, en un establecimiento de hospedaje con un restaurante y varios salones. Ya entonces numerosos estudios consideraban probado que los interiores facilitan los contagios. En el salón donde se celebró el evento, los 55 invitados se sentaron en 10 mesas con cuatro o seis personas por mesa.
La reunión incumplía los límites de aforo establecidos en Maine -50 personas- para espacio comunes. A la entrada, el personal del establecimiento tomó a la temperatura a los invitados. No detectaron a ninguno con fiebre. Pese a los carteles que pedían el uso de mascarillas, ningún invitado se la puso ni mantuvo la separación de dos metros. El personal no les obligó a usarlas -aunque ellos sí las llevaban- ni anotó los datos de contacto de los invitados, una recomendación por si hay que realizar después un rastreo epidemiológico.
No fueron a la boda, pero murieron
Trece días después de la boda, los investigadores del CDC habían identificado 30 casos positivos: 27 de los 55 invitados, un trabajador del establecimiento, un proveedor y un huésped sin ninguna relación con el evento.
Además de los casos primarios, los rastreadores detectaron en el entorno comunitario de los invitados otros 17 casos secundarios, contagiados ajenos a la boda a partir de un positivo que sí estuvo en el evento, y 10 de contagio terciario; es decir, infectados por alguien que había sido infectado a su vez por un positivo de la boda.
De los 57 casos directos e indirectos en la boda y el pueblo, 45 fueron sintomáticos y 6 asintomáticos. Más de la mitad eran mujeres y la edad media se situaba en los 51 años. Los cuatro hospitalizados tenían más de 75 años y patologías previas. De los cuatro hospitalizados del entorno comunitario, uno murió. Ni este fallecido ni ninguno de los otros seis muertos de una residencia a decenas de kilómetros había estado en la boda.
Consecuencias por no guardar cuarentena inmediata
Una de los invitados en la boda empezó a toser el 10 de agosto. Pese al síntoma, decidió acudir ese mismo día a una reunión presencial escolar. Cuatro días después dos miembros de la escuela dieron positivo. La reapertura de los colegios se tuvo que aplazar dos semanas porque todo el personal debió guardar cuarentena.
Brote mortal en una residencia
Después de la boda, uno de los invitados tuvo un contacto estrecho con su progenitor (el estudio preserva la identidad y el sexo de los casos concretos), una persona que trabajaba en una residencia a 150 kilómetros del lugar de la boda. Empezó a tener escalofríos, fiebre, malestar general y dolor de cabeza el día 11 y aun así fue a trabajar a la residencia ese día y el siguiente. El día 13 se confirmó su positivo.
Seis días después se realizó la prueba a todos los residentes y personal del geriátrico. Aparecieron cinco positivos entre los ancianos y uno entre el personal. En días sucesivos, el CDC detectó otros 38 positivos entre personal y residentes, la mayoría de estos con más de 75 años y alguna patología previa. Tres residentes fueron hospitalizados. Seis murieron. Todos tenían más de 60 años.
Brote masivo en un centro penitenciario
Uno de los invitados trabajaba en un centro penitenciario a más de 300 kilómetros del pueblo de la boda. Empezó a tener síntomas el día 14 de agosto, siete días después de la boda. Pese a su malestar y fiebre, siguió trabajando entre los días 15 y 19 en turnos de ocho horas en dos bloques del centro.
El día 19 de agosto cuatro miembros del personal penitenciario dieron positivo, entre ellos el invitado en la boda. El 1 de septiembre otros 18 trabajadores de la prisión y 46 internos dieron positivo. El centro no había puesto en marcha ni medidas de monitorización del personal ni había obligado a usar la mascarilla en cuanto se detectó el primer caso, tal y como marcan las recomendaciones para prisiones.
Al final fueron 82 los casos confirmados en torno al brote de la cárcel, 18 trabajadores, 48 de los 116 internos y 16 entre los convivientes de los trabajadores penitenciarios. La mayoría de los contagiados fueron hombres de entre 30 y 59 años. No hubo hospitalizaciones ni muertes.

Y tal vez más allá…
Esta es la parte conocida. “Al no existir una lista de invitados, puede que no se haya detectado a algunas personas infectadas”, admiten los autores del estudio. También señalan que falta un análisis de los genomas para confirmar de manera incontrovertible que los brotes de la residencia y la cárcel están conectados con la boda.
Si, como parece, es así, lo que empezó como una celebración festiva, inconsciente y despreocupada en un salón de bodas de Maine, alcanzó días después y a cientos de kilómetros las celdas de una penitenciaría y las habitaciones de los ancianos de una residencia con efectos mortales.