Urgencias en un gimnasio y una carpa: un paseo por el hospital de La Paz en pleno coronavirus

La crisis del coronavirus pone a prueba los recursos de todos los hospitales: NIUS muestra las Urgencias del hospital de La Paz
La carpa y el gimnasio, que se habilitaron para atender casos de COVID-19, ya están llenos
Se improvisan mesas para hacer las historias clínicas en sillones de ruedas y se separan las 'zonas limpias' con folios en el suelo
Llegamos a las Urgencias del hospital La Paz, en Madrid. Uno de los que atiende más casos de coronavirus de toda España. Dos tercios de sus instalaciones están dedicadas al COVID-19. Se ha habilitado el gimnasio, una carpa en el exterior del hospital. Todo, menos una sala, con sillones, está lleno. Vemos a los profesionales atendiendo a pacientes en sillas, en camas, en sillones, en sillas de ruedas. Así es un paseo por las urgencias de un gran hospital en plena crisis de coronavirus.
Entramos primero a la gran carpa que se ha montado en el exterior. No está llena, los pacientes guardan una cierta separación entre ellos y todos tienen mascarillas. La carpa es la sala de espera, la puerta de entrada a las Urgencias. Aquí todos los que aguardan tienen síntomas de padecer COVID-19. Están separados de las urgencias habituales, que estos días son muchísimas menos. Los enfermeros de Urgencias ya les han hecho el triaje (la selección y entrevista de síntomas) y esperan a que les vea un médico o a que les hagan pruebas. Se supone que hay calefacción, pero hace frío.
Vamos luego al gimnasio, otro gran espacio que se habilitó para hacer frente a la avalancha asistencial provocada por el coronavirus. Es la sala que usaban los fisioterapeutas de La Paz para las rehabilitaciones. Aquí pasan los pacientes de Urgencias que están esperando resultados de analíticas, o las placas para ver los pulmones. Es decir, el gimnasio es como los antiguos boxes de Urgencias, pero a lo grande. Algunos pacientes están en camas, otros en sillones, con vías puestas, incluso con oxígeno. Algunos pacientes llegan a esperar aquí hasta tres días para ser ingresados en el hospital.
En el gimnasio están los boxes de urgencias, pero a lo grande. Aquí hay pacientes que esperan hasta tres dias para ser ingresados.
Llama la atención el pasillo de acceso al gimnasio. Unas jaulas llenas de ropa sucia a la izquierda, a la derecha bolsas naranjas con el símbolo de "tóxico". Es todo material de deshecho de los pacientes que estan ingresados con COVID-19. Su ropa sucia, sus sábanas, bandejas de sus cenas, restos de material con el que les han hecho pruebas... Todo podría estar infectado con SARS-CoV-2.
Un folio y pegatinas para separar la 'zona limpia'
Son solamente unos folios pegados en el suelo, junto con unas cintas de colores. Pero marcan un límite importantísimo que respetan todos los trabajadores: la separación entre la zona sucia y la zona limpia. La primera es donde están los pacientes positivos o sospechosos. Es decir, donde el virus campa a sus anchas. La segunda la que se debe proteger para evitar que todo el hospital quede contaminado.
En la zona limpia se guardan los ordenadores, la medicación, las jeringas... No se debe cruzar de una a otra con nada que pueda tener el virus. Así que los trabajadores de un lado le pasan el material a los del otro. Y cuando los que han estado con pacientes de coronavirus salen de la zona sucia, se quitan todas las protecciones y desinfectan el calzado.
Camas acumuladas
En las antiguas salas de espera de urgencias y boxes de urgencias también se acumulan los pacientes. La mayoría esperan en sillones, con paciencia, muchas horas. Vemos a algunos que se quedan dormidos, muchos tosen. Siguen llevando todos mascarillas, y todos están atendidos.
Decenas de camillas se apelotonan, sin espacio entre ellas apenas. Son en su mayoría gente mayor, sola. Es, aunque parezca contradictorio, la soledad de la masificación por el coronavirus en uno de los mayores y mejores hospitales de España
El paseo final nos lleva al lugar donde menos espacio libre hay: decenas de camillas se apelotonan, sin espacio entre ellas apenas. Son en su mayoría gente mayor, sola. Es, aunque parezca contradictorio, la soledad de la masificación por el coronavirus en uno de los mayores y mejores hospitales de España. Que, por cierto, sigue sin dejar a nadie sin atender. El esfuerzo de los trabajadores y los responsables que organizan la avalancha de pacientes es mayúsculo. Esta tarde, a las ocho, de nuevo escucharán los aplausos desde la carpa, el gimnasio, y en ese espacio minúsculo entre camas donde libran cada día una batalla a vida o muerte.