Ahora que ya tenemos la vacuna, ¿cómo conseguimos que la gente se la ponga?

Lo más efectivo sería establecer la vacuna por defecto: asignar un día a cada ciudadano para ponérsela
Hay una serie de empujoncitos (‘nudges’) que han demostrado ser efectivos en otros procesos de vacunación
Lo más difícil se ha hecho: conseguir desarrollar vacunas a máxima velocidad. Ahora que ya las tenemos, queda por resolver cómo conseguir que se la ponga el mayor número de ciudadanos. La disposición de los españoles a recibir la vacuna del covid se ha ido reduciendo en los últimos dos meses, coincidiendo precisamente con el primer anuncio de la farmacéutica Pfizer.
Si en septiembre había más gente que contestaba que sí estaba dispuesta a vacunarse inmediatamente en cuanto se pudiera, en noviembre la negativa había consolidado el sorpasso. Sólo un 37% respondía afirmativamente frente a un 47% que decía que no, según el CIS. España no es un país que recele de las vacunas, todo lo contrario. Estamos en los primeros puestos de Europa en aceptación.
“La gente percibe que no tiene toda la información y es cauta. Esto es algo normal”, argumenta María Paz Espinosa, experta en economía del comportamiento y profesora en la Universidad del País Vasco. “Esta ha sido una investigación radiada en directo. Los medios han estado muy pendientes. Cuando de repente se paralizó un ensayo AstraZeneca por un posible efecto adverso se enteró todo el mundo. Esto es nuevo”, apunta Jaime Pérez Martín, médico especialista en medicina preventiva y miembro de la junta de la Asociación Española de Vacunología.
El proceso de vacunación del covid será diferente a otros y no sólo plantea un reto logístico, de implantación y seguimiento. “Es equivocado pretender que simplemente ofreciendo información y diciendo la verdad, como ha dicho el ministro Salvador Illa, será suficiente”, opina Hugo Cuello, experto en experimentación de políticas públicas y en economía del comportamiento. “Sabemos que hay muchas barreras cognitivas que limitan el uso de los recursos accesibles para la población”.
La vacuna es gratis. En principio nos asegura que si cogemos el virus será una enfermedad con síntomas leves en el peor de los casos. ¿Significa que todo el mundo se vacunará? No necesariamente. Esta cuestión tiene hasta un nombre: ‘el problema del último kilómetro’. “Lo vemos en políticas sociales, por ejemplo, donde cuestiones como la burocracia o la percepción social de aceptar ayudas limita su adopción aunque la gente conozca de su existencia”, explica Cuello.
Una vez superada la primera fase de vacunación entre los colectivos prioritarios, los expertos recomiendan identificar qué barreras hay. ¿La gente percibe que hay pocas personas vacunándose y no se anima? ¿Es un problema de desconocimiento? ¿De una posición anti-vacunas? ¿De pereza, de no saber cómo hacerlo? Las ciencias que estudian el comportamiento humano tienen recomendaciones que aportar a este proceso.
Lo mejor: hacerlo fácil y vacunación por defecto
“Hazlo fácil”. Dos palabras de recomendación para empezar del Nobel de Economía Richard Thaler. Que no haya colas, que no suponga un gran esfuerzo de desplazamiento, ni papeleo... Al fin y al cabo, ¿a qué humano le gusta tener que esperar y desesperarse con formularios?
La Organización Mundial de la Salud ya recomienda el uso de ‘pequeños empujoncitos’ (nudges en inglés, según el término bautizado por Thaler) para la vacuna de la gripe, por ejemplo. “El más efectivo de todos sería convertir la vacuna en una opción por defecto”, apuesta Espinosa. Es decir, asignar y comunicar a cada ciudadano el día y lugar para vacunarse. Si alguien no quiere, debería llamar para cancelar.
“El motivo por el que funciona bien esta opción es porque las personas tenemos una tendencia psicológica a sentirnos responsables de los malos resultados que proceden de nuestras acciones. Pero si parece que alguien ha tomado la decisión por nosotros y algo sale mal, nos sentiremos menos culpables”, apunta la profesora del la Universidad del País Vasco. También es efectiva porque los humanos tendemos a olvidar hacer muchas cosas que nos proponemos. Una cita por defecto sería un empujoncito perfecto para los despistados y perezosos.
En el caso de la gripe se ha demostrado que esta opción aumenta la tasa de vacunación. “También ayuda que se den alternativas para lugar (centro de trabajo o estudio) y fecha de la vacunación”, añade Espinosa.
La importancia de la información
Muchas personas que todavía no saben qué hacer al respecto tomarán su decisión después de hablar con su médico. “La gente confía en su pediatra, en su enfermero, en su médico de cabecera... Estamos haciendo una labor de formación de estos profesionales para que puedan trasladar la información de la mejor manera y que eso genere un efecto cascada”, explica Pérez. En esa comunicación se tiene que hablar claramente de los posibles efectos adversos de la vacuna y evitar la mala publicidad que podrían generar estas molestias si se ocultan.
Si se detecta que la población no es muy partidaria de la vacuna, otro motor de cambio efectivo es mostrar cómo la recibe la gente y mejor si son famosos. En el Reino Unido, uno de los primeros países en iniciar la vacunación, han tirado de un mediático como Gandalf (el actor británico Ian McKellen). En Estados Unidos los expresidentes Barack Obama, George Bush y Bill Clinton se han ofrecido voluntarios vacunarse delante de las cámaras.
“También se puede promover ofreciendo porcentajes de vacunación en tu barrio o dar una chapa a todos los que lo hagan con un mensaje tipo: “Yo me he vacunado”. En las elecciones de Estados Unidos se demostró que este tipo de eslóganes como “He votado” funcionan”, explica Cuello. Los humanos somos seres sociales y muchos toman sus decisiones en función del comportamiento de otros y para sentirse aceptados socialmente.
Los empujoncitos morales también podrían funcionar. “Un trabajo reciente sugiere que las personas ven la vacunación como un contrato social y sienten que tienen la obligación moral de vacunarse”, apunta el investigador Valerio Capraro y profesor en Middlesex University (Londres). “Sabemos que los nudges que resaltan la moralidad de una acción aumentan la cooperación en los juegos económicos donde los jugadores tienen que decidir entre la cooperación y la deserción”.
Hay toda una serie de medidas que se pueden adoptar, que no son muy complicadas y que pueden incidir en nuestro comportamiento. También los incentivos podrían servir: condicionar el acceso a determinados servicios o entornos a estar vacunado. Este enfoque podría generar una contundente respuesta incluso entre los indecisos. Y para conseguir la llamada inmunidad rebaño frente al virus hace falta convencer al 60% de la población para que se ponga la vacuna.
Y todo esto sin olvidarse de contrarrestar el movimiento anti-vacunas que puede resurgir en las redes sociales. Empresas como Twitter ya han anunciado que actuarán: no tolerará la difusión de información incompleta o rumores sobre la vacuna del covid.