Voces españolas en Brasil: "Esto era una bomba y Bolsonaro ha sido el gran propagador de noticias falsas"

"Este virus se ha cebado con las clases más desfavorecidas", constata Fernando Cremades desde Río de Janeiro
Con más de 400.000 muertos por SARS-CoV-2, el Senado investiga al presidente Bolsonaro por su gestión de la misma
NIUS recoge experiencias en el gigante latinoamericano casi tan diversas como únicas
La zona cero de la covid-19 se ha trasladado a India, aunque el mundo no debería perder de vista a Brasil. El gigante latinoamericano es el segundo país con más muertos del mundo por coronavirus, sólo por detrás de Estados Unidos.
Voces españolas y en español explican a NIUS cómo se está viviendo en Brasil la lucha contra un virus que ya ha dejado más de 400.000 fallecidos. En marzo y en abril, el país batió su récord de muertos, con más de 3.000 diarios, y preocupa la llegada del invierno en el hemisferio sur. Aquí las políticas de aislamiento las fija cada gobernador o cada alcalde, aunque las los focos siguen pendientes del presidente, Jair Bolsonaro. El "Trump brasileño" se ha dedicado a negar la gravedad de la pandemia, a denostar el uso de la mascarilla, a recomendar terapias pseudocuentíficas o a cuestionar la eficacia de la vacunas. Pero quien diga que está sorprendido por lo que manifieste el mandatario es que es "tonto o muy tonto", zanja Víctor Hernández.
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La pandemia vivida en un "pequeño paraíso" brasileño
Este ingeniero informático de 41 años, madrileño de Majadahonda, lleva más de un lustro viviendo en Brasil. Dejó su trabajo en "una de esas multinacionales que son máquinas de explotar el talento y a las personas" y montó con su pareja una posada, "un concepto de hotel muy familiar". Lo hizo, como define, en "el lugar donde el viento peina las cejas", en Icaraizinho de Amontada, a dos horas de Fortaleza, en el nordeste del país. Un pequeño "paraíso", poco explotado y perfecto para hacer windsurf, kitesurf o surf. El clima del lugar, asegura, ayuda a mantener a raya al coronavirus.
Amontada no llega a 40.000 habitantes y tiene una densidad 35,69 habitantes por km². Desde este rincón brasileño "es difícil pillarle el pulso al país más grande de Latinoamérica", constata. "Cada uno está tomando las medidas que considera correctas". En su estado, Ceará, los pediatras dejaron de pasar consulta hasta no recibir la vacuna. Si tenían cualquier imprevisto con su hija recién nacida debían ir al hospital. "Haré una videollamada para guiarlos este miércoles, a la hora programada para la consulta" les escribió la pediatra del sector privado.
En todo caso, Víctor, en su día a día, no tiene sentimiento de peligro. "Las estancias están abiertas, todo es muy amplio, las viviendas, las playas... No hay agobio ya que nunca hay aglomeraciones. Aquí hay muy pocas muertes. Las personas se han mentalizado de que hay que llevar mascarilla y estamos al 50% de capacidad, así que los turistas se sienten tranquilos y comienzan a llegar". "Nosotros, además, ya nos contagiamos en febrero, cuando viajamos a España para el 100 cumpleaños de mi abuela, así que estamos relativamente tranquilos", explica Víctor antes de meterse al agua a hacer surf.
En Río de Janeiro "no hay gente muriéndose en las calles"
La situación es muy diferente en una gran ciudad como Río de Janeiro, con casi siete millones de habitantes y una densidad de población de más de 5.000 personas por km². Desde allí atiende a NIUS Fernando Cremades, madrileño de 34 años. Él y su mujer son dos de los 133.000 españoles que, según el Insitituto Nacional de Estadística, viven en Brasil. Llevan cuatro años residiendo en la ciudad carioca. Él trabajando como responsable de una empresa de energías renovables. Ella, en el consulado de España.

Residen con su hija de un mes y su pequeño de dos años en Ipanema, "un barrio de clase alta", explica Fernando. "Aquí se vive bastante bien y nunca ha habido un confinamiento estricto", apunta este madrileño. "Yo creo que la gente escucha las noticias y estas exageran, aquí las UCIs no están colapsadas y no hay gente muriéndose en las calles". Lo que sí se ve, relata Fernando, es un aumento de la pobreza, más gente viviendo en las calle. Los llamados "moradores de rua". "Este virus se ha cebado con las clases más desfavorecidas". La gente humilde no puede quedarse en casa encerrada, es gente que vive en favelas y que vive al día, "esto no es comparable a un país europeo, necesitan ir a trabajar porque si no se morirían más de hambre que de coronavirus", subraya.
Fernando considera que los medios exageran aunque está de acuerdo con que Brasil se asemeja a un "Fukushima biológico fuera de control", una metáfora del profesor Miguel Nicolelis. Después de Año Nuevo y carnavales esto era una bomba de relojería y, probablemente, "no se han tomado las medidas necesarias y a tiempo", reflexiona el madrileño. ¿Bolsonaro?, "ese hombre está más para allá que para acá, y tiene mucha voz y puede decir misa, aunque al final cada estado va a tomar las medidas que considere oportunas", responde preguntado por el presidente.
Cuando la gente no sabe en quién confiar
Más explícita en sus críticas al mandatario se muestra Tatiana Samper, psicóloga de 34 años. Esta brasileña residente en Campo Grande, una ciudad de más de 800.000 habitantes, acusa directamente a Jair Bolsonaro de ser el responsable de la gran cantidad de noticias falsas que circulan en las redes sociales de un país en el que "todo el mundo ya conoce a alguien que ha muerto por la covid-19".

Abril es ya el mes en el que más muertes se han registrado desde el inicio de la pandemia y Bolsonaro está siendo investigado por su gestión de la misma. "Las personas no saben en quién confiar, hay una gran cantidad de noticias falsas circulando, lo que hace que la gente crea en tratamientos ineficaces o teman vacunarse" cuenta Tatiana a NIUS. Informaciones que, asegura, están alentadas en gran parte por el presidente de país, "el gran propagador de noticias falsas". "Al principio de la pandemia dijo que no era más que un resfriado, y hasta hace nada no se comprometió a comprar vacunas", denuncia esta psicóloga que pasa buena parte de su tiempo en las favelas de su ciudad. Un trabajo como voluntaria para luchar contra "el hambre y la desinformación", dos de los grandes males que la pandemia, asegura, ha inoculado en su país.