La vuelta a casa del abuelo Pepe tras 94 días ingresado por covid: "Ahora no quiere ni que salgamos a comprar"

Ha estado ingresado 94 largos días, de ellos 80 en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y el resto en planta
"Mi familia rota de dolor, por el vacío que teníamos. Pensando que mi abuelo estaba solo en el hospital, y ver a la gente saltándose las normas nos indignaba"
Es miércoles 27 de enero y la familia de José Manuel Martín, de 71 años, le espera nerviosa. En la puerta del bloque donde viven, en Armilla (Granada), cuelga un gran cartel que cruza la calle y que dice: “Bienvenido a casa abuelo”. Los vecinos ya se han enterado de que va a llegar Pepe, el del taller, y cuelgan globos en los balcones. Los aplausos suenan cuando le ven bajar del vehículo que lo trae del Hospital Clínico San Cecilio de Granada.
Allí ha estado ingresado 94 largos días, de ellos 80 en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y el resto en planta. El coronavirus entró en la familia y contagió a casi todos. Los 16 miembros, entre hijos, nietos y sus parejas, viven en un mismo bloque y hacen el día a día juntos. “Fuimos a urgencias para que le dieran algún tratamiento para el malestar general. No se asfixiaba, ni tenía fiebre alta, parecía como una gripe. Creíamos que volveríamos a la hora y allí se quedó ingresado”, cuenta a NIUS Sara, una de las nietas de José Manuel.
“Abuelo, abuelo, si me estás escuchando abre los ojos por favor”
En ese momento comenzó la peor pesadilla para la familia. Lo ingresaron en la UCI al día siguiente y, a la semana, lo intubaron. “A los 14 días le hicieron una traqueotomía, le bajaron la sedación y no despertaba”, recuerda Sara. Tardó tres semanas en ser consciente de dónde estaba, aún así, pasaba la mayoría de los días dormido.
La familia hacía turnos para ir a las 7 de la tarde a verle a través de un cristal. “Uno de los médicos nos llegó a decir que la situación era muy complicada, que mejor dejar de mantener la esperanza”, relata la nieta. En el peor de los momentos, la abuela Mari, decía que tenía “telepatía” con él y que saldría adelante. Por aquel entonces la miraban como quien mira a una persona ‘inocente’, pero ahora ya sabemos que “se salió con la suya”.

80 días han mirado los ojos de la esperanza a través del cristal mientras Pepe dormía. Hasta que un día llegó “el milagro”. Empezó a responder a los estímulos. Allí estaba Sara al otro lado: “Abuelo, abuelo, si me estás escuchando abre los ojos por favor”, y los abrió. “Pestañea dos veces, por favor. Y lo hacía”. Hizo la prueba varias veces hasta que salió gritando, llorando a buscar a su madre que estaba fuera del hospital esperándole. No lo podían creer.
Fue el primer paso, pero aún quedaba por delante más de 30 días duros y fechas señaladas, como las navidades. “Nos faltaba el alma de la casa, vivíamos todos los días pendiente del teléfono, una pesadilla”, confiesa a NIUS Sara: “Es como tener la sensación de estar delante de un precipicio y que te fueran a empujar”.
Ella recuerda cómo en Granada salían a la luz las fiestas clandestinas y sentía muchísima rabia: “Mi familia rota de dolor, por el vacío que teníamos. Pensando que mi abuelo estaba solo en el hospital, y ver a la gente saltándose las normas nos indignaba”.
El pasado miércoles sonó la llamada de la ‘felicidad’ con la noticia de que 'por fin' podía volver con los suyos. “El día más feliz de mi vida”, asegura a NIUS Sara. El abuelo volvía a casa y no le salían las palabras. Solo las lágrimas de la emoción al ver a su familia junta y a los vecinos aplaudiéndole. “La secuela es el cansancio, pero está que “no se lo puede creer”. “En su cama, cuenta, con su mujer, con la que lleva 54 años juntos.” Eso sí, ha vuelto con miedo al coronavirus: “No quiere que salgamos ni a comprar”.
